Director: Antonello Grimaldi
Intérpretes: Nanni Moretti, Valeria Golino, Alessandro Gassman
Arranca “Caos calmo” como lo hizo “Match Point” de Woody Allen: con un partido de tenis (playa). La pelota se mueve de lado a lado y Pietro Paladini (Moretti) divisa a una bañista ahogándose. Raudo, junto a su hermano Carlo (Alessandro Gassman), consigue salvarla. Mientras tanto, en ese tiempo que ocupó rescatando a la chica, su mujer sufre un accidente fatal delante de su hija de ocho años. Ya entonces, tras dos escenas desde los créditos, se perfila de qué va a hablar Grimaldi en su película: la culpa. Encallado en un trastorno obsesivo-compulsivo, el viudo se dedicará a habitar el parque de enfrente del colegio de su niña para, en un intento irracional de control de azares (incontrolables), estar ahí siempre que ella lo necesite.
De partida, la propuesta es irreprochable. Y lo es porque sigue, alargada sombra, los designios del cine de Nanni Moretti. Por mucho que el filme se base en una novela de Sandro Veronesi, la presencia desbordante de Moretti (y de su forma de enfocar la existencia) modula momentos inolvidables (“¿qué aerolíneas he cogido en mi vida?”; aparición de Polanski), devolviendo a la memoria esas dos obras maestras tituladas “Caro diario” y “Abril”. Sobre el Giovanni de “La habitación del hijo” (y sus limitaciones como actor), el italiano crea un personaje ensimismado por la culpa que sólo acaba afrontando su vida gracias a una metáfora vital de su pipiola: los palíndromos (obtener distinta panorámica de un mismo hecho). Únicamente se puede renegar de “Caos calmo” cuando abandona el “laissez faire” de Moretti y se enquista en vicios de galería (BSO mal conceptualizada; escena de sexo impresentable), probablemente por su carácter de obra a dos manos. Dentro de un conjunto impecable estas irregularidades chocan aún más, aupando lo que de Moretti hay en “Caos calmo” y hundiendo lo que de Moretti no hay en “Caos calmo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario