sábado, 10 de enero de 2009

MI NOMBRE ES HARVEY MILK

Director: Gus Van Sant
Intérpretes: Sean Penn, Josh Brolin, James Franco
Web: http://www.harveymilk.es/

En la canción “Do you want to”, los rockeros Franz Ferdinand identifican a una tribu urbana con la etiqueta “arty” (en español, equivaldría a los aficionados al “arte y ensayo” o a, terminología moderna, los “gafapastas”). Una perfecta descripción para la pose que asumió Gus Van Sant en sus últimos cuatro filmes. “Gerry”, “Elephant” (Palma de Oro en Cannes, no lo olvidemos), “Last days” y “Paranoid park” alejaban al cineasta estadounidense del cine “mainstream” (ése que exploró con “Descubriendo a Forrester” o “Psycho”) y le devolvían a su cuna. Mediante el estreno de hoy, “Milk”, Van Sant escoge el término medio. No parece un proyecto personal ya que adopta cronologías y formas de un “biopic” al uso, pero tampoco sería justo calificarlo de una claudicación ante los estudios. Más que por su interesante y asombrosa apuesta de (literalmente) fundir imágenes de archivo con la acción, esta rebeldía sale a la superficie a través de la manifiesta admiración del retratista por su retratado y por los tiempos que a éste le tocaron vivir.

Activista homosexual como Harvey Milk, Gus Van Sant rinde tributo a unos hombres que consiguieron escapar de sus vidas secuestradas para hacerse evidentes, para conseguir sus derechos durante un momento convulso de la reciente historia de los Estados Unidos. Sean Penn, muy sobresaliente en la función, ataca las debilidades y las fortalezas de una persona llamada a la labor mesiánica (también lo estuvieron Malcom X o Luther King) desde los púlpitos políticos. De ritmo irregular, de interpretaciones irregulares (pasan un discreto James Franco a un notable Josh Brolin), el filme funciona gracias a la hábil maniobra de sacar la cámara del personaje principal y darnos paso a sus terrenos colindantes: disturbios, fiestas, votaciones… asumiendo hechuras de falso documental. Tras envolver el epílogo en un halo bíblico, gay y setentero, se abandona el documento en pos de una teatralidad que, contradictoriamente, es menor en la opción formal (esa toma shakesperiana, “Julio Cesar” en el horizonte) que en el fondo (sí, créanlo, una persona entró en el ayuntamiento de San Francisco y asesinó a varias personas).

Aunque no sorprenda ni pretenda sorprender, probablemente lo que haga superior a “Milk” frente a otras aventuras de similar tono sea mérito de Gus Van Sant. Así, su decisión de interlazar los setenta con el siglo XXI requiere un esfuerzo titánico (producción, dirección de actores, dirección artística); así, su intención de homenajear a Harvey Milk (aún habiéndole despojado de claroscuros) reafirma un compromiso “folk” (didáctico y artístico a la vez) que derriba Palmas de Oro, léxicos de “arte y ensayo” y “Cobains” de pega.

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