martes, 30 de noviembre de 2010

EL GESTO DE GUARDIOLA


Hablo de ésto...

Hay determinados gestos que marcan la Historia. Rodrigo de Triana señalando tierra a bordo de La Pinta, Tejero disparando al techo en el Congreso o Massiel, hípercolocada, agitando sobre su cabeza un mantón en un bodorrio. Si algo definió el partido de ayer fue un momentazo en el que el público catalán y madrileño se encabronó a un tiempo, en diferente dirección, como en un orgasmo coreografiado. Cristiano se acercó a la banda a coger un balón que agarraba Guardiola y éste, en un movimiento chungo del estilo “ay-que-te-lo-doy-ay-que-no-te-lo-doy”, le cabreó hasta tal punto que nuestro poligonero, el pobre, se vio obligado a empujarle. Eso nos hizo el Barça desde el principio: nos enseñó el balón, nos vaciló un poco y, cuando pensábamos que íbamos a conseguir el esférico, nos lo quitó de las narices. Obviamente, la única reacción posible fue el pataleo, fue el empujón, fue el decir “mecachis en la mar, que te doy de canto y te dejo suave”.

Amigos, esperábamos que el amigo Mou no cayese en la equivocación de sus predecesores pero, como al tratar de ligar en un after, así lo hizo. Permitió moverse a Xavi y a Iniesta y volvió a insistir con uno de los males endémicos del Real Madrid: jugar sin delantero. Desde Van Nistelrooy no ha tenido el equipo blanco un verdadero “killer” del área y ni Higuaín ni, mucho menos, Benzema, son futbolistas capacitados para imaginar maravillas como las que Messi perpetró ayer: aparecer en un rebote, redefinir los espacios o encarar a un contrario y acojonarle más que con el nuevo disco de Ainhoa Arteta. Eso sí, nadie puede dudar que el Barça, si no hubiese ganado con esta contundencia, habría adoptado la gestualidad de una banda de cuatreros con Victor Valdés, un chulillo cutre, barato, de barriada, a la cabeza.

Mostrarlos como la turba de bandoleros que realmente son: ésa y sólo ésa debería de haber sido la misión de Mourinho. Parece mentira que el luso sea el mismo hombre que el año pasado que, cuando el Barcelona daba pavor, supo contenerlo, leñazos y defensa por medio, con el Inter. Se quedó el portugués helado en el Nou Camp, rictus sobrio y asombrado, superado por el pijerío de un Guardiola convertido en señor barbudo y “cool” por un día. Muchas veces los partidos se ganan por gestos: alguien levantando las manos, alguien gritando “¡vamos a por ellos, joder!” o alguien saltando a la grada a hostiar a un espectador gordo. Cálculo táctico, gestos emocionales y un goleador. Todo, vamos. Eso le faltó al Madrid.

SALIDOS DE CUENTAS

Director: Todd Phillips
Intérpretes: Robert Downey Jr., Zach Galifianakis, Michelle Monaghan
Web: http://wwws.warnerbros.es/duedate/mainsite/



Que Zach Galifianakis es uno de los cómicos esenciales en la última hornada estadounidense lo prueba ya, sin bromas, la bienvenida de su página web: “el vivir una vida contradictoria te deja confundido y feliz”, además de sus apariciones en series (“Bored to death”), en “stand up” (“Zach Galifianakis live at the purple onion”), en experimentos web (“Between two ferns”, véanlo en “Funnyordie.com”) y en películas. En este capítulo resulta significativa su relación con el director Todd Phillips, que le introdujo a las audiencias masivas con el estupendo “Resacón en Las Vegas”, y con el que vuelve a la gran pantalla en “Salidos de cuentas”.

Phillips, experto en “road/buddy movies” (“Viaje de pirados”, la imponente “Aquellas juergas universitarias” o el citado “Resacón…”), se desvía aquí hacia una comedia más amable de las que nos tiene acostumbrados. Si la temática de la mayoría de filmes del norteamericano eran las patéticas intentonas de cuarentañeros por asemejarse a adolescentes, este “Salidos de cuentas” parte de una premisa de corto recorrido: un cuarentañero queriendo ser un cuarentañero. Asumir su edad (un empeño limitadamente gracioso), eso busca Peter Highman (Robert Downey Jr.) cuando se bate por llegar a Los Ángeles a tiempo para poder disfrutar del nacimiento de su primer hijo. En ese objetivo se le interpone Ethan Tremblay (Galifianakis), un aspirante a actor en viaje a Hollywood que, en la buena tradición de un Peter Sellers fofo, descoyunta todo orden.

Al despojar a una comedia de su premisa humorística de base, ya que nuestro protagonista persigue una meta noble y congruente a sus características personales (visitar a su bebé, en lugar de irse de colocón con sus amigos o resucitar el folleteo universitario), “Salidos de cuentas” se abandona a los “gags” de dúo cómico. Ahí el torbellino Galifianakis deja temblando a Downey Jr., un actor que últimamente vive su segunda juventud. Una masturbación ¿zoofílica?, una confrontación con un inválido o una escaramuza en la frontera evidencian que la función se la merienda el gordo pelirrojo, aunque ésta sea, más que un viaje coherente, una serie de etapas independientes, mal ensambladas.

lunes, 29 de noviembre de 2010

GRACIAS A DIOS, NO SOMOS MODESTOS

Los madridistas somos mucho de tocar los huevos

Estos días, nuestro querido gurú, nuestro dios, el hombre al que pediríamos que inseminase a nuestras mujeres, el macho alfa del madridismo, Mourinho declaró que “gracias a dios, no soy modesto” y concluyó que la modestia, “no ayuda en nada”. ¡Extraordinario Mou! Estas palabras, como cabía esperar, crearon una pequeña hecatombe en los medios con boina. Que si es un “sobrao”, que si “no tiene abuela”, que “si se le ha ido la mano”, que “si se dejase bigote, me molaba más que Preciado”, están siendo las frases más escuchadas en los baretos de Farias y DYC en los días previos al clásico. Pero, amigos, quien se extrañe por las palabras de Mou es que no entiende la idiosincrasia del Madrid.

Ahora mismo, orden del sargento Galán, mire a su mujer porque, quizá, sea la última vez que aprecie su figura de Michelín y su sonrisa de forespán. Les voy a meter en una máquina del tiempo, un Delorean como el de “Regreso al futuro”, donde recordaremos las sobradas de madridistas ilustres. “Noventa minuti in Bernabeu son molto longo”, afirmó Juanito con sus “balls” en orden y su italiano de Fuengirola. “El que se lo crea bien, y el que no, que vaya a coger amapolas al campo”, soltó Guti a un periodista incómodo en una rueda de prensa. “Les vamos a chorrear”, enunció nuestro presidente más sudoroso, Boluda, ante uno de los clásicos en los que, mala suerte, nos chorrearon a nosotros. Aparte de su frase del cerdo volando sobre el Bernabéu, habría que enmarcar la siguiente pasada de Toshack cuando fuimos a jugar a Kiev en Liga de Campeones: “¿Chernobil? Creía que era un lateral izquierdo del Dinamo”. Ah, y no nos podemos olvidar del amigo Calderón saltando al campo de La Romareda a celebrar un título que ¡todavía no había conseguido!

Lo que trataba de ilustrar con este artículo es que las vaciladas pertenecen a la genética blanca y, esto es una chulería también, les animo a que las cultiven antes, durante y después del Barcelona-Real Madrid con los gremlins azulgrana que les den la brasa. Porque, si siendo madridista y habiendo ganado miles de millones de títulos, habiendo masacrado a miles de millones de equipos, uno no se puede permitir sobradas antes del derby, no me digan quién puede. ¿Un aficionado del Albacete? ¿Uno del Oviedo? ¡Hombre, por favor! Exageren, diviértanse y el martes, ocurra lo que ocurra, citen al poeta Benito Floro y su “con el p%&/$ nos los f)(&$”. Eso, aunque no se lo crean, es ser madridista y lo demás, pijadas.

CHLOE

Director: Atom Egoyan
Intérpretes: Julianne Moore, Amanda Seyfried, Liam Neeson
Web: http://www.chloelapelicula.com/



Busca el matrimonio protagonista de “Chloe” (Julianne Moore y Liam Neeson), nuevos hábitos a automatizar en su vida burguesa: un cumpleaños sorpresa (la rutina rota por ella), una alumna como amante (la rutina rota por él) o unas cuantas peleas con su hijo (la rutina rota por un tercero). Los daños colaterales de este afán por resucitar el misterio del inicio de su relación, cuando ella era aún joven, cuando él todavía le hacía caso, dirigen la propuesta de Atom Egoyan, un “remake” del filme francés “Nathalie” de Annie Fontaine. Descubren ambos títulos a la impulsora del drama: una prostituta (Amanda Seyfried, Emmanuelle Beart en la película gala) que acepta el encargo de la mujer de averiguar si su marido es capaz de resistir sus tentaciones profesionales.

Con una factura impecable en la que se incuba, decepción a decepción, el aislamiento progresivo de Julianne Moore ante el conflicto que ha desencadenado, el largometraje sopesa sus argumentos hasta tal punto que provoca una indiferencia desconocida en el cine de Egoyan. De las diversas fortunas de sus previas “Exotica”, “El dulce porvenir”, “El viaje de Felicia” o “Where the truth lies” (no estrenada en España), se podrían escribir muchísimas cosas pero ninguna incluiría la apatía frente a lo expuesto por el cineasta canadiense. Salvo su prólogo, una interesante demostración fílmica a través de la delicadísima Amanda Seyfried de cómo ejecutamos personajes en nuestro discurrir vital, “Chloe” se atranca en una disección excesivamente medida, excesivamente artificiosa, de la obsesión de una pareja burguesa por (re)crear los vericuetos de lo perdido (demasiado) tiempo atrás. Poco hay que añadir en los méritos de la cinta cuando su cierre se basa en un artificio que, jugando a poéticas nada sutiles, limítrofes a un Adrian Lynne desbocado, confirma a la producción de Egoyan en un papel menor, irregular, inevitable en una carrera larga y trabajada.

jueves, 25 de noviembre de 2010

SCOTT PILGRIM CONTRA EL MUNDO

Director: Edgar Wright
Intérpretes: Michael Cera, Mary Elizabeth Winstead, Kieran Culkin
Web: http://www.scottpilgrimthemovie.com/



El cine actual está inmerso en un periodo de transición hacia una formalidad inédita: en ella, se le exige adaptarse a la multipantalla (PC, sala grande, 3D, móviles...) y a sus circunstancias (nuevas vías de comercialización, maneras de distribución, apuestas en la realización, escrituras). Esto implica que el celuloide se ve obligado a sumergirse en otros discursos artísticos (el cómic, "V de vendetta"; o el videojuego, "Resident evil") como reflejo de una sensibilidad artística en continuo zigzagueo y como exigencia de adaptación de su lenguaje al neo-espectador (si uno se quiere comunicar con él, claro). De ese esfuerzo que aleja, si me permiten parafrasear a Azcona, al cine de la vida y, más aún, al cine del cine, para acercarlo a la compartimentación propia de la viñeta, han germinado ejercicios tan interesantes como "American splendor", de Springer Berman y Pulcini, “Persépolis”, de Marjane Satrapi, o "Watchmen", de Zack Snyder. Aparte de continuar hasta la distorsión con ese ejercicio de estilo que olvida lo cinematográfico y se apoya en construcciones de cómic/videojuego/videos musicales, "Scott Pilgrim contra el mundo" parece destinada a convertirse en la película de culto de una determinada generación (dentro de una generación) que comparte edad, clase social y quehaceres con los protagonistas.

La existencia del postadolescente Scott Pilgrim se debate entre conseguir que su grupo musical triunfe y lidiar con su novia del momento, Ramona. Porque Ramona viene con un pequeño problema de fábrica: si quiere conservarla, Scott deberá enfrentarse, en duelos similares al arcade "Street fighter", a sus siete ex-novios. Acostumbrado a las diabluras entre géneros (dirigió las estupendas cintas "Zombies party" y "Arma fatal" y la serie "Spaced", al lado de Simon Pegg), Steven Wright vuelve a reafirmar su increíble capacidad al amoldar su creatividad a discursos normativos de la era “pop” (el terror zombie, el “whodunit” británico o, en este caso, el videojuego/comic). “Scott Pilgrim” se apoya tanto en la forma, constante homenaje a la historieta de la que procede, que algunos podrían equivocarse y considerarla un envoltorio precioso, milimétrico, sin nada dentro.

Lejos de la realidad. La película de Wright constituye uno de los ejemplos paradigmáticos (últimamente, también podríamos hablar de la cachondísima y oportuna “Machete” de Robert Rodríguez) de cómo la entidad del cómic es exportable, con todas sus consecuencias, a otras disciplinas (y viceversa). La personalidad de su Scott Pilgrim (qué estupendo actor es Michael Cera) resultaría, al cabo, un resumen de las bondades del filme: al igual que el postadolescente de hoy, que mezcla, revuelve, e integra vida y multipantalla (cine + cultura “pop” + cómic + arcade + MP3), los minutos de “Scott Pilgrim contra el mundo” son una celebración fílmica de cómo transversalizar el cine (o afianzarlo en la postmodernidad) y, de paso, remedarlo en un algo múltiple y poliédrico, contradictoriamente, sencillo y divertido. Faltaría, como experimento loco, comprobar su impermeabilidad al paso del tiempo: ¿aguantará el filme su inocencia de pixel al discurrir de los años o nos horrorizaremos dentro de una década? No lo sé; eso sí, estoy seguro de que Jason Schwartzmann permanecerá en nuestra memoria como lo que ya intuíamos que era: un “indie” pero un “indie” malvado, muy malvado.

lunes, 22 de noviembre de 2010

QUE RAMOS JUEGUE DE PORTERO

Si puede ser "bonguero", puede ser portero o lanzador de penalties

En nuestra postmodernidad molona, uno puede ser cualquiera o, en rebajas, tener la ilusión de parecer cualquiera. No hace falta más que lo comprueben en los realities en los que manadas de mastuerzos ansían ser bailarines sin saber bailar, novios de la Duquesa de Alba no habiendo cumplido la setentena, o humanos educados a la vez que sorben la sopa y gritan “¡esta mierda está que jode!”. Lo importante, amigos, son las etiquetas, las “tags”, que te cuelgan y si en la tele, y en la Wikipedia, y en un documental de Telecinco, repiten que eres la “princesa del pueblo”, a pesar de ser la ex vociferante de un torero, quizá acabes siéndolo.

Con esto intento resaltar varios detalles sorprendentes del partido del sábado en el que cenamos león con jamón (chiste chungo patrocinado por “Pollerías López”). Mourinho, por sanción, se transformó en espectador: un lugar adecuado a su carácter. ¿No les rondó la sensación de que el paisanín de su lado le podría haber rulado el bocata en cualquier momento? Sergio Ramos también participó en esta locura de cambio de papeles. De pronto, como Miki Molina en un “after”, se abalanzó hacia el mogollón del área. El penalti a Di María sirvió para cambiar dos papeles; Sergio se convertía en el primer defensa que lanza una pena máxima en el Madrid desde Hierro y Karanka fue el primer entrenador ¡de la casa! al que Mou increpaba: permaneció acongojado mientras el portugués le miraba con cara de mala leche. Te da la sensación de que, en este postmodernismo y en esta liga mediocre, uno ya puede hacer lo que quiera. Sería interesante que en uno de estos múltiples 0-8 que vivamos, Sergio ocupe el lugar del portero y pruebe a ver si Carbonero acepta su nueva identidad y se morrea con él.

Eso sí, hay actitudes que no cambian por mucho lío que inunde el estadio. El Athletic de Caparrós, aún con sus déficits en defensa y la soledad de un Llorente desafinado, interpretó el papel de siempre, macheteros a cascoporro. A partir del 3-1, se dedicaron a arrear a todo el que se moviese. Se entiende que Joaquín no quiera abandonar su concepción del fútbol, pero le vendría bien aliviarla un poco, del “level of macheterismo 1” al “level of macheterismo 3”. Tampoco, y esto sí que es una suerte, trastoca su papel nuestro poligonero favorito, que propició la declaración más inamovible de la jornada. Cabreado por la terapia a hachazos de los bilbaínos, cuando enfocó los vestuarios declamó los siguientes versos: “Vamos a ver si el Barça nos mete ocho goles”. Ahora, y este es un personaje que no me creía desde hace mucho tiempo, podemos ganar al Barcelona, podemos acabar con el imperio del Mal.

domingo, 21 de noviembre de 2010

THE WAY

Director: Emilio Estévez
Intérpretes: Martin Sheen, Deborah Kara Unger, James Nesbitt



Tras la estupenda “Bobby”, ese mosaico que mezclaba al mejor Oliver Stone y al Robert Altman automático, Emilio Estévez ha suspendido sus proyectos y le ha dedicado a su padre, Martin Sheen, seguramente en el gesto más emocionante de “The Way”, el tiempo necesario para plasmar en imágenes su aproximación mística al camino de Santiago. Resulta muy complicado (al menos, conociendo mis limitaciones), valorar un algo que no es del todo una película y que tampoco es una mera postal-documental-financiada-por-una-consejería de La 2. El filme del primogénito de los Sheen sirve de homenaje a su familia, una familia de emigrantes que partió desde Galicia y que retorna a ofrecer su, física y metafísica cohabitan, testimonio vital del Camino. Además, esforzados en rizar el rizo sentimental, Taylor, uno de los hijos de Emilio Estévez, vive ahora en Burgos después de haberse enamorado de una de sus (adorables) lugareñas.

Como ven, y no pidan otra cosa, “The Way” nace de ese empeño, tan de viajero en regreso (si es que existe un tipo diferente de travesías), que ocupa a Martin Sheen en el último acto de su vida. En ese punto, y porque es Martin Sheen, joder (“Malas tierras”, “Apocalypse now”, “El ala oeste”), se lo respetamos. Los valores fílmicos, por tanto, se oscurecen pero, en ningún caso, hasta el ridículo: la película narra, con mayor pulsión en su primera media hora, el discurrir de varios peregrinos a lo largo de las tierras del norte de España. Al frente, el veterano actor norteamericano encarna a un padre que se obsesiona con hacer el camino para, de alguna forma, resucitar a su hijo, fallecido al poco de comenzarlo en Francia.

Uno, ocurrió con “Vicky Cristina Barcelona” o, recientemente, con “Noche y día”, siempre ha recelado de aquellos que señalan barbaridades (“A Asturias no se va en avioneta” o “En Sevilla no hay encierros”) en ficciones masivas. Toca pensar en la absurdez de un humano de Tejas que señale a la pantalla de una proyección madrileña a la que nosotros asistamos, impasibles, y grite: “Pues en Austin las barbacoas no se preparan así”. Obviando esta tara mía, “The Way” parece fiel (salvo en el inevitable flamenco en Burgos) a esas bizarradas mochileras que te puedes encontrar si te pones (discúlpenme el “urbanitismo” pedante) a andar como un cosaco por el mero hecho de andar como un cosaco y no por el más noble de dirigirte a un H&M o al Pachá. Así, el grave problema del desarrollo del largometraje no es su fidelidad con lo retratado ni la emoción nostálgica que rebosa, sino su inconexión entre las diversas postales que plantea, quizá producto de apoyarse en un libro de relatos. Aunque, bueno, puede ser que el Camino, y todos los caminos, se traten de eso: una serie de postales inconexas a las que otorgamos, en un esfuerzo vano, una cierta coherencia falsa.

lunes, 15 de noviembre de 2010

APRENDA A INCREPAR A MOU USTED MISMO

¡Manos arriba!

¡Qué bien lo “estemos” pasando! Durante una mesa redonda con Jorge Valdano, el filósofo Gustavo Bueno nos recordaba que el fútbol se divide en dos partes; el núcleo, que comprende aquello que ocurre dentro del terreno de juego, y el cuerpo, que es el espectáculo que lo rodea. El primer problema filosófico, por tanto, radica en desenmadejar las relaciones entre ambos. Y, ¿a qué viene este rollo filosófico, Galán? No se me apuren, sólo intento introducir el gran problema de nuestra semana futbolística y, seguramente, el gran reto de toda la temporada: analizar los usos del verbo florido y fluido de nuestro entrenador portugués. La antepenúltima chifladura de nuestro míster (y que relaciona espectáculo y campo de juego) fue sugerir que Manolo Preciado manejó mal a su Sporting contra el Barcelona y solventó la labor de Guardiola. “Es un canalla”, le reprendió el bigote más poblado del fútbol español. “Si por mi fuese, no le colocaría en el palco, le sentaría con los Ultra Boys”, remató. Ay, qué talento innato tiene Manolo para insultar, pero esta habilidad no es compartida por muchos de sus colegas, tímidos y pacatos ellos (y no hablo de Pochettino, Guardiola o Caparrós), a los que Mou va a faltar al respeto sí o sí.

Hay varias normativas imprecativas en el fútbol que condensaré, por espacio, en cinco. Primera. Dele donde duele: en el Madrid, se titula acosar a los débiles de la plantilla; me refiero, claro, de Pedro León, Higuaín y Canales… un momento… eso ya lo ha hecho Mourinho. Empezamos mal. Segunda. No insulte con esdrújulas: aprendan de Preciado, hágalo siempre con palabras llanas o agudas (canalla, montón de mierda o calamidad), nunca esdrújulas (parafílico, parásito o aerófago). Tercero. Sea agorero; lleve el “Ahora está muy acostumbrado a ganar, veremos cuando pierda…” del preparador esportinguista a límites puteantes: “Ahora se cree muy guapo… veremos cuando tenga ochenta y tres años”. Cuarta. Sugiera una supuesta homosexualidad. De enorme efectividad en este deporte, fíjense en la teoría conspiranoide que unía a Guardiola y Manel Estiarte o ¿eran Ibrahimovic y Piqué? en los baños turcos de un búnker situado bajo el Camp Nou, justo donde Laporta celebraba sus “secret parties”. Quinta. La más importante y complicada de administrar: gradúe sus insultos. Si el partido ha alcanzado una temperatura aceptable (lo que busca Mou constantemente), con tal de que no se le vaya de las manos y que tampoco el de enfrente note la impostura tele-dirigida a calentarle, añada a sus tacos los sufijos “-uco”, “-in” o “-ito”. ¿No creen que al luso no le resultará hasta adorable que otro míster le llame “cabronzuco”, “mariconín” o “capullito”?

BERLANGA, BERLANGUIANO



Hasta en su fallecimiento, Berlanga ha sido berlanguiano. A pesar de tener a un golpe de “click” su obituario desde hace meses, el mejor director de la historia del cine español, ése que junto a Rafael Azcona tomó el testigo de Pío Baroja, Valle-Inclán o Jardiel Poncela y que ha proporcionado sustento fílmico al ente de fritanga, roña y griterío de nombre “España”, va y se nos muere en fin de semana, ausentes de las redacciones el personal necesario para apretar el botón de “publicar rememoranza”. El guionista y el director probablemente se descojonarían de la pomposidad de su funeral de Estado en la Academia de Cine, como ya hicieron con otros entierros (de variada calaña) en la trilogía “Nacional” o en “Todos a la cárcel”, observando en plano secuencia la danza, frente a su caja, de ministros, austrohúngaros y personal de diversa procedencia. Porque si algo reitera la producción berlanguiana es la importancia de deconstruir (de cagarse en, vamos) ritos patrios mediante el humorismo: los ritos de la ejecución (“El verdugo”), los ritos de la caridad (“Plácido”), los ritos de la guerra (“La vaquilla”), los ritos del fetichismo (“Tamaño natural”), los ritos de la política (“Todos a la cárcel”) o, y en este retrato puso extremo empeño, los ritos de la picaresca (“Bienvenido, Mr. Marshall”, “Moros y cristianos”, “La escopeta nacional”).

Prueba póstuma de la raigambre del arte berlanguiano, pareciera como si la comedia actual española tratase de canibalizarle. Sesenta años después del debut del cineasta valenciano, directores de generaciones tan diferentes como Borja Cobeaga (“Pagafantas”), Santiago Lorenzo (“Mamá es boba”) o José Luis Cuerda (“Amanece que no es poco”) recogen su herencia y su tesón en un esfuerzo, inconsciente y consciente a un tiempo, de mantenerle con vida. La sentencia “tengo miedo” clausuraba el plano final de “París Tombuctú”, la última película de Luis García Berlanga: ahora, gracias a su legado, el cine español puede sentirse más seguro, con menos miedo, al mirarse al espejo y otear futuros.

LOS OTROS DOS

Director: Adam McKay
Intérpretes: Will Ferrell, Mark Wahlberg, Eva Mendes
Web: http://www.sites.sonypicturesreleasing.es/sites/losotrosdos/



Al tándem Adam McKay & Will Ferrell hay que agradecerle el incontable número de partidas de culo que, en estados más o menos confesables, nos han regalado. Y, por si no teníamos bastante, con “Ron Burgundy”, “Hermanos por pelotas” o “Pasado de vueltas” se han dedicado al noble deporte de insultar a buques insignias del imaginario norteamericano (el “anchorman”, el piloto de NASCAR, ¿se imaginan lo divertido de rodar algo así sobre Fernando Alonso?, o la "American way of life"). Alguien diría, con un vistazo superficial al resto de sus trabajos, que la obsesión del dúo es la de desencajar rigideces a hostia limpia. A estas alturas, insuflan ya el inconsciente bastardo-popular con sus baquetazos testiculares, su interrogatorio policial a manos de una niña de 4 años (en “funnyordie.com”), o su bendición "protestantoide" a una mesa llena de comida basura, como armas potentísimas contra la peligrosa inmovilidad de la tradición "Texas ranger", contra las oscuridades de esos Estados Unidos mitológicos a los que quiere regresar una porción considerable del electorado yanqui.

Entonces, habituados a desmontar esencias, en "Los otros dos" tocaba el turno de cachondearse de las "buddy movies" (películas policiacas de compañeros) ochenteras. Gestadas en clave interracial por cintas como “Arma letal” o “Límite: 48 horas”, el subgénero buscaba dos metas: una más pastosa, demostrar que "America, the beautiful" ya podía aceptar una pareja de policías de diferente color, y otra más seria, demostrar que la justicia ¡norteamericana! terminaba funcionando, aunque fuese de la mano de un par de cabestros que arrasaban, sin excusas, con los criminales que se les pusieran por delante. Dos mastuerzos de ese estilo son los que retrata el inicio del largometraje; The Rock y Samuel L. Jackson atrapan a los criminales pero, ¿a qué costo? Como en las buenas comedias, la mirada de McKay no se detiene en ellos sino que abre campo hacia una pareja de inútiles (Ferrell y Wahlberg) que sueñan con ocupar su posición.

A partir de esta ilusión imbécil, casi tan imbécil como la serie de filmes a la que parodia, "Los otros dos" desarrolla argumentos cómicos notabilísimos. Tras algún que otro exceso, se demuestra que McKay y Ferrell han acunado su mirada gamberra al ritmo de películas "mainstream" (o las "mainstream" se han acostumbrado a ella) y que, por tanto, son capaces de domarla, balanceando el "gag" bestia con el desarrollo de una trama rutinaria, de la misma manera que Walhberg controla los excesos de su compañero. También se aprovechan en el filme de otra de sus habilidades, esencial para construir cualquier comedia, saber escoger a una estela de secundarios que, o bien son cómicos (Steve Coogan, en un inolvidable arquitecto de un esquema Ponzi), o bien han tanteado la disciplina (Michael Keaton), o bien son novatos en ese arte (Eva Mendes, The Rock). Si el humorismo se nutre de la incongruencia de términos, "Los otros dos" sabe aprovecharse perfectamente de ella: un oficinista aburrido que vuelve locas a las mozas o un policía duro que ejecuta ballet a la perfección. A pesar de que, como en casi todas estas funciones, el tercer tercio languidezca y caiga en una rutina que no se adivinaba en el arranque, uno se vuelve a rendir ante el inmenso talento de Will Ferrell, ante su compromiso inquebrantable con arrasar mitologías… mientras se descojona.

martes, 9 de noviembre de 2010

Charla "Cómo ligar realmente con gente virtual", el viernes en Oviedo‏

¿Cómo nos presentamos en redes sociales?

¿Por qué les molan unas redes más que otras?

¿Qué coño es eso del capitalismo emocional?

¿Me huele el pozo en Facebook?

¿Si quiero ligar, es bueno poner en mi perfil de match.com que me compré merchandising de "Come, reza, ama"?

¿Merece la pena apuntarse a "Ijustmadelove.com" si no trincas nada?

¿Y qué pinta Orson Welles en todo esto?

Responderemos a todas estas preguntas y alguna más en la charla "Cómo ligar realmente con gente virtual", este viernes a las 18 horas en la facultad de Derecho de Oviedo. Dentro del curso "Vaya gente más rara. Los desafíos de la interculturalidad", curso de extensión dirigido por los profesores Domingo Caballero y Julio Rodríguez, trataremos de descifrar algunos de los retos que desafían a la persona hum/urb-ana ante la aparición de una nueva manera en las formas de relacionarse, la web 2.0., que, defenderemos, trastoca sustancialmente al resto. Además, la imagen digital, la transubstanciación del carácter en caracter o la última portada de la revista "Cuore" serán temas de importancia en nuestra de-posición.

Os esperamos!!

Título: "Cómo ligar realmente con gente virtual". Por Eduardo Galán
Lugar: Aula L101 (Aula de audiovisuales), Facultad de Derecho - Relaciones laborales, Campus del Cristo, Oviedo.
Día y hora: viernes 12 de noviembre, 18:00.

lunes, 8 de noviembre de 2010

COPIA CERTIFICADA

Director: Abbas Kiarostami
Intérpretes: Juliette Binoche, William Shimell, Jean Claude Carriere



La reproducción y el original. El simulacro y la realidad. Las ciertas-desconfianzas-ciertas del postmodernismo anegan el prólogo de “Copia certificada”, ganadora de la Espiga de Oro en el reciente festival de Valladolid, mientras el ensayista James Miller (el barítono William Shimell, arrastrado a excelente actor) desmenuza al público italiano sus argumentos, una defensa de la copia artística como regreso a los orígenes del hombre, como una necesaria arqueología mimética y rescatadora del pasado. Entre los asistentes a su conferencia se encuentra Elle (Juliette Binoche), una mujer que regenta una tienda de antigüedades y que acompaña al escritor en las horas previas a su viaje de regreso a casa.

A lo largo de la primera mitad del largometraje, el director iraní Abbas Kiarostami explora los gestos de dos personas que compiten en el campo minado de la seducción. En las múltiples entrevistas promocionales de la película, el cineasta desvelaba que supo que Juliette Binoche era su actriz cuando, al contarle la historia de “Copia certificada”, observó los matices cambiantes de su cara. Ése es el cine de acción-reacción que pone en marcha su cinta y, especialmente, en el arranque de éste; una formalidad, marciana a la fílmica occidental, de detalles al fondo, de ausencias a cuadro y de contraplanos cortos, que se detiene en las respuestas de personajes enfrentados a narraciones, enfrentados la pelea lingüística que se (les) avecina. Entiende Kiarostami, y así lo demuestra su filmografía, que el lenguaje no sólo sirve para comunicarnos, sino para batallar: una madre que se desgañita ante un chiquillo indiferente, un intelectual sádico (y tierno) que seduce envileciéndose, una hermana que se mantiene fuera de cobertura (emocional) y una mujer, esa espléndida, delicada, abrasadora Binoche, que trata de dominar los límites del lenguaje, a Wittgenstein le hubiese encantado “Copia certificada”, para dominar su mundo.

Kiarostami no se agota en palabras sangrantes, en verdaderas (ir)realidades; ellas funcionan de abono en su disección sutil, delicadísima, del amor. Pasea por un pueblo italiano nuestra pareja en potencia que, en un momento mágico posterior, se convertirá en pareja en acto, e, inmersos en hipótesis, apuntalan en su encuentro fugaz, en su tarde cualquiera, las maravillas de un futuro ideal. Porque justo a mitad de la película, simulando la impostura que Orson Wells maquinaba en su magistral “F for fake” (1973), Kiarostami concede a los primerizos su sueño: que esos extraños que están coqueteando se conviertan, de golpe (¿por un maleficio? ¿por una engañifa inocente que termina tragándoles?), en otra pareja, la de dos personas casadas desde hace muchos años. Miente la Binoche primigenia a la dueña de un café, asegurándole que Shimell es su marido y, finalmente, éste se transforma en él. “Es verdaderamente estúpido sentirse mal en el nombre de un ideal”, avisa la anciana a nuestra protagonista y, por arte del cine, ella alcanza este ideal (el matrimonio largo, habitual, burgués), descubriendo que las miserias (muy oportuna la aparición del coguionista de Buñuel, Jean-Claude Carriere), permanecen. Lo que en sus caminares de seductor y seductora observaban como promesa incólume de futuro (a unos recién casados, a unos ancianos queriéndose), se resuelve/se revuelve en idéntico espacio, con idénticos actores (he aquí lo extraordinario del filme de Kiarostami) a través de sus “alter ego”; dos miradas diferentes que, contrapuestas, se revelan como un continuo vital, pero evitando que se desarrolle dramáticamente el “impasse” de tiempo que las separaría. En definitiva, hay que nombrar a “Copia certificada” como una de las películas imprescindibles de la temporada, un manual complejo, un desafío al espectador, sobre los verdaderos discursos falsos (el de la seducción, el del amor “naïf”, el del amor-rutina…) que sustentan al amor.

ATLÉTICO, ¡AÑO 2000, LLEGA EL AÑO 2000!


Año 2000, llega el año 2000...

Este sábado, en el Palacio de Deportes de Madrid, dieciséis mil humanos compartimos con Miguel Ríos su despedida de los escenarios. Vale, es cierto que a nuestro alrededor pululaba personal de cierta edad (abundaba el calverismo y el taponismo, una prueba de que las generaciones futuras nos mejoran), que las canas monopolizaban la melena de Rosendo (no la de Ana Belén), y que, en determinados momentos, el chute de nostalgia (el “Himno a la alegría” es uno de los entes más pastosos de los últimas tres décadas) nos dejó temblando. Pero si hubo algo que nos recordó que la carrera de Miguel Ríos rondaba el cincuentenario fue cuando el granadino entonó su canción “Año 2000”… Año dos mil, año dos mil, el milenio traerá un mundo feliz, un lugar de terror, o simplemente no habrá vida en esta tierra…

Al único equipo en España que no le debe sonar anacrónica esta canción es al Atlético de Madrid. Desde el 30 de octubre de 1999 no gana al Real Madrid y, después del partido de ayer, así seguirán, en un estado de congelación permanente, como Mr. Freeze, Jordi Hurtado o Esperanza Aguirre, hasta el año que viene. Uno observa en el Atlético actual la misma inocencia con la que, post-adolescentes nosotros en aquella época, consumíamos Internet (¿recuerdan Terra u Ozú?) o idealizábamos a Britney Spears y su aspecto entre Disney y Playboy. Fíjense en el tremendo “¡haced lo que queráis, grandes!” que nos permitieron los colchoneros; incluso Carvalho se creyó que un robo de balón en el centro del campo le autorizaba para subir a línea de fondo, recibir un pase de Di María y ¡marcar gol! Menudo elemento el portugués: un jugador del siglo XXI, al igual que Özil o Agüero, si este último jugase en un equipo grande.

Pareciese como si la candidez de De Gea (¿se fijaron en su cara imberbe durante el segundo gol?) se contagiase al resto del equipo en cada una de las visitas del Atlético al Bernabeu. Por mucho que Forlán nos azuzase con un palo, nosotros teníamos a Higuaín (reitero que no está todavía en forma) y a Marcelo, en una de las mayores vaciladas a un jugador que se recuerda en el estadio madridista; Reyes parecía el chino Cudeiro de “Humor amarillo”: no sabía por dónde le venían. Fines de semana así, fallan Marcelo, Ramos y Benzema el tercero, producen paradojas espaciotemporales: ¿cómo es posible que se retire un tipo con la fuerza, el madridismo y el talento de Miguel Ríos? Y, ¿cómo es posible que el Atlético haya ganado la copa de la UEFA en 2010 sin haber llegado, aún, al año 2000?

lunes, 1 de noviembre de 2010

OS INVITAMOS A LA PRESENTACIÓN DE NUESTRO LIBRO "UNA RISA NUEVA" EN MADRID‏


Nausícaä Ediciones, Abycine y la Universidad de Castilla-La Mancha se complacen en invitarle a la presentación del libro "Una risa nueva. Posthumor, parodias y otras mutaciones de la comedia", que tendrá lugar el próximo miércoles 3 de noviembre en la librería Ocho y Medio, situada en la calle Martín de los Heros, 11. Madrid.

¿En qué libro críticos cahieristas, blogueros de combate, humoristas chanantes y dibujantes de tebeos post-underground se unen en la causa común de descifrar los secretos más escondidos de la Nueva Comedia?

¿Puede un chiste obsceno salvar a la humanidad?

¿De qué demonios se ríe un coreano (del Sur)?

¿Qué tienen en común Chiquito de la Calzada, Takeshi Kitano y Witold Gombrowicz?

¿Qué le pasaba por la cabeza a Bill Murray la noche de los Óscars en que estuvo nominado por "Lost in Translation"?

¿Puede sobrevivir un género cinematográfico a su auto-destrucción?

¿Qué tipo de humor puede surgir en la Zona Cero de la comedia?

Todas estas preguntas y muchas más hallan su respuesta en las páginas de "Una risa nueva", un libro con textos de Miqui Otero, Venga Monjas, Eduardo Galán, Carlos Losilla, Alvy Singer, Juan Agustín Mancebo Roca, Señor Ausente, John Tones, Roberto Cueto y Jordi Costa.

El único ensayo cinematográfico vitaminizado con 16 páginas de historieta firmadas por un auténtico cóctel de estrellas: Joaquín Reyes, Jorge Riera, Scalerandi&Souto, Darío Adanti, Juarma López, Jonathan Millán & Miguel Noguera, Albert Monteys, Bárbara Perdiguera y Guillem Dols.

Oficiará de Maestro de Ceremonias el cineasta Nacho Vigalondo.

El acto contará con la presencia de buena parte de los autores del volumen.

Recuerda: el próximo miércoles 3 de noviembre a las 19.30 h. en la Librería Ocho y Medio C/Martín de los Heros, 11. Madrid,

LA OTRA HIJA

Director: Luis Berdejo
Intérpretes: Kevin Costner, Ivana Baquero, Samantha Mathis
Web: http://www.laotrahija.com/



La carrera de Luis Berdejo ha arrancado de una manera inusual. Tras rodar algunos cortometrajes de raza (“La guerra” o la magistral “For(r)est in the des(s)ert”), al director vasco le ha topado la oportunidad de atacar un texto de John Connolly en Estados Unidos con Kevin Costner comandando el reparto. Se estrena en España “La otra hija” con todo el pescado vendido en USA: allí, su lanzamiento ha concitado tantas dudas en crítica y público que sus productores han decidido comercializarla directamente en DVD. Cuenta el largometraje el traslado a una casa de campo de un novelista (Costner) y sus dos hijos (Ivana Baquero y Gattlin Griffith) después de que su mujer les abandonase. A partir de ese momento, el filme desarrolla los cambios en el carácter de la post-adolescente que, aunque en principio parezcan propios de su edad, se irán revelando como motivados por otras fuerzas bien distintas.

Al igual que Stephen King en “El resplandor” (no es gratuita la profesión del protagonista, ni la soledad del paraje, ni la asociación con cementerios indios), está interesado Berdejo en la figura del doble, de ese reverso oscuro que, si tiramos de Freud, todos escondemos dentro. Con el imponente Kevin Costner sobrellevando el peso de los minutos, el metraje habla de desamparos (de un hombre con respecto a su mujer, de una niña con respecto a su padre) y de oscuridades, obviando la fuerza del resto de la obra del realizador. Ivana Baquero enreda con ser actriz feral (sus escenas en contacto con la tierra así lo prueban) en lo indeleble de una película que se va ocultando bajo capas de corrección formal y previsibilidad.

Lo que decepciona de “La otra hija” es, en contraste con la interpretación de Baquero, su falta de riesgos. A veces, vale más un debut fallido que una presentación cauta. En las potencialidades de la cinta (las ambivalencias punzantes entre adolescencia y madurez, entre salvajismo sexual y virginidad, entre amor paterno y repugnancia), se marcan a fuego sus decepciones. Aún su briosa última parte (lo notable del filme), con ese terrible dilema al que Costner se ve obligado a enfrentarse, evita escaparse al trabajo de Luis Berdejo de aquello que sus anteriores producciones no evidenciaban: la comodidad, el automatismo, la ausencia de ese algo que te hace revolverte en la butaca.

MARCELO YA NO ES UN MIERDAS

Marcelo, ese hombre

Este domingo las portadas de los periódicos madridistas (ésos que hay que leer, no los cómics de los de enfrente) amanecieron repletas de fotos de nuestro poligonero favorito: que si va a alcanzar a Hugo Sánchez, que si podría haber repetido “hat-trick” (el fallo en su última oportunidad fue monumental)... Y, en parte, llevan razón. No le debemos quitar a él ni a Mou su gran porción de responsabilidad en la victoria del sábado y se lo pagamos de la forma que más les pone a estos portugueses: con fotos de su careto (pensativo, en el caso del míster; y sonriente, en el caso de CR7). Tranquilos, madridistas, dentro de nuestro equipo hay, al menos, dos hombres a los que jamás Arturo Pérez-Reverte podrá llamar “mierdas”.

El caso de Marcelo es bien distinto. Nosotros lo teníamos claro: hace un año le bautizamos como el nuevo Terminator, el M.A.R.C.E.L.O. (Mechanical Armoured Robot Capable of Eliminating Lots of Objects), pero no estábamos tan seguros de que el novelista más macho del panorama ¡español! compartiese nuestra opinión.

Probablemente, para él, el brasileño era todavía aquel fiestero, un mierdas, que no conseguía que ningún entrenador le comprendiese y que, ¡menudo blando, Arturo!, uno se imaginaba llorando en la soledad del vestuario como un concursante cualquiera de Gran Hermano. Regresemos al pasado: Juande Ramos y Pellegrini, ese dúo que repartía diversión en las ruedas de prensa, decidieron que Marcelo era extremo izquierda. A pesar de que en el Fluminense su carrera se había centrado en el carril lateral de la defensa, en España nos obsesionamos (por las limitaciones de nuestra plantilla, no nos engañemos) con reinventarle a imagen y semejanza de Roberto Carlos.

Lo maravilloso es que, por obra y gracia del esfuerzo titánico del carioca, Marcelo se ha (re)convertido en uno de los referentes del ataque del Real Madrid. La jugada previa al segundo gol del Madrid en Alicante da una pincelada del extraordinario futbolista que se nos puede venir encima. Con una internada impresionante (¿cuántos de ustedes exclamaron “¡Redondo!”?), el chaval (¡calza 22 añitos!) reivindicó un lugar en el “hall of fame” del equipo. Sólo falta que se mantenga y que, si le cae una lágrima en la celebración de alguno de los títulos que ganará el Real Madrid este año, no le pille Pérez-Reverte.