Director: Dennis Dugan
Intérpretes: Adam Sandler, Chris Rock, Rob Schneider
Web: http://www.sites.sonypicturesreleasing.es/sites/ninosgrandes_site/
En “Niños grandes” (y no descubro nada), se reitera la obsesión de la nueva comedia norteamericana por diseccionar al cuarentañero actual. Parecería como si una de las escenas de la película de Denis Dugan (aunque todo suene a Adam Sandler) resumiese el asunto: el personaje del actor, un productor de Hollywood, mira a sus dos hijos, híperobservados, híperprotegidos e hípergilipollas, mientras ellos se machacan en la Play y él, pobre de él, tamborilea con un antiguo juego de mesa de los ochenta, lanzando señales al vacío para que los preadolescentes le hagan caso. Esa distancia entre el Facebook y el “Hundir la flota”, entre Lady GaGa y George Michael, entre el email y el fax, entre Atari y Apple, instala en la generación viejuna una psicología muy particular, pastoreada por una sentimentalidad infantiloide y desubicada. Esta última, descrita en “Resacón en Las Vegas”, “Aquellas juergas universitarias” o “Very bad things”, se caracterizaría por la añoranza del pasado pero, he aquí la gran diferencia con el pasado, en un momento histórico en el que sí se permite (y se premia) al hombre de cuarenta comportarse como un chavalico de veinte.
Con irregular fortuna (a ratos, simula a una suma de “gags” independientes), el filme de Dugan se ocupa de cinco amigos (Sandler, Rock, Schneider, Spade y James) que se reúnen (a su vera, sus numerosas familias) con el objetivo de pasar un fin de semana juntos tras el funeral del entrenador que les acompañó hasta la pubertad.
No pretende “Niños grandes” seguir al “Beautiful girls” de Ted Demme y explorar nostalgias. Al otro lado de una pared granítica de “sketches” (los hay de mil colores), se empeña el largometraje en analizar la cuestión con una mirada antropológica, presente también en el anterior proyecto de Sandler, “Funny people”, y que se suele echar de menos en el sub-sub-género. Dentro de sus muchas asperezas (lo peor, algunas se hallan en su maneras cómicas), sí se valora la significación dolorosa, mediante la fisicidad de la contraposición en la cercanía de un fin de semana familiar, de la distancia entre el culo de una veinteañera y cinco cuarentones imbéciles. Sus esfuerzos inútiles, reforzados por la mercadotecnia emocional, para volver a esas nalgas prietas, para volver a esa vida, centran el discurso de Sandler y recuerdan a los cantares de Springsteen. Amigos, esos días de gloria, advertía el “Boss”, se ha apagado como el guiño de una joven.
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