Director: Bart Freundlich
Intérpretes: Catherine Zeta-Jones, Justin Bartha, Kelly Gould
El imaginario de mujeres maduras que seducen a jóvenes dispuestos a ser seducidos, empapa al cine con la misma sudoración pegajosa de los chiquillos que no despegan ojo a la Mrs. Robinson de Anne Bancroft, a la Luisa de Victoria Abril, a la Mrs. Stiffler de Jennifer Coolidge o a la Saraghina de Eddra Gale. A este mosaico de féminas le salpicó en plenos noventa una nueva variación que venía encapsulada en las televisivas “Sexo en NY” y “Mujeres desesperadas”. Parasitando lo más profundo de las más miserables comedias románticas, ésas en las que un hombre maduro ideal y guapo, inteligente y rico, se trajina a una mozuca de clase baja, germina una versión en la que se intercambian los papeles: en “Mi segunda vez”, el desgraciado es el hombre (pero es joven, algo tenía que tener) y la glamourosa es la mujer (pero es una solitaria con un par de pipiolos, algo tenía tener). De esa salsa industrial, sale el filme de Catherine Zeta-Jones, acostumbrada a la majadería “Cosmopolitan”.
Lo intrépido de esta aventura en la que se embarca el director Bart Freundlich es la posibilidad espuria, artificiosa (y malintencionada) de una pseudocomedia romántica con una cuarentona súpermolona y jamelgosa (Catherine Zeta Jones) y un chavalín imberbe y “pobre/cool” de veinticinco años (Justin Bartha). Habrá que admitir antes de echarse a desbarrar como un mandril en celo, que quizá en la genética (en que, a día de hoy, soy un tío), se encuentre mi vergüenza ajena por una tontería con semejantes ínfulas. La historia es la de siempre: una mujer despechada que se escapa a la ciudad (NY, of course, que mola) para liberarse.
Allí, se le presentan las dos opciones de desmadre en este tipo de ficciones (me refiero las que marca la ultraconservadora “Sexo en Nueva York 2”): a) unos pretendientes guapos a la par que tontos (uno de los gags más lamentables de la década transcurre en un urinario de obra); b) unos pretendientes guapos a la par que inteligentes, sensibles y “bellos” interiormente (el pimpollo que interpreta Bartha). Sabemos todos con quién va a acabar, ¿no? Sí, han acertado. Con el guapo.
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