¿Este tipo se llama Bond, James Bond?
El lío más grande de la carrera de Albert R. Broccoli, mítico productor de las películas de James Bond, fue buscar un sustituto a Sean Connery después de que éste anunciase su abandono tras su quinto metraje interpretando al agente británico, “Sólo se vive dos veces” (1967). Intentando que todo cambiase para que todo siguiese igual, Broccoli escogió a George Lazenby, un modelo australiano cuya principal experiencia como actor eran unos anuncios de chocolatinas. “Al servicio secreto de su majestad” (1968) fue su único filme dando vida a Bond; bien parecido (y majete), Lazenby cumplió una de las premoniciónes que, con ironía, soltaba en el transcurso de la cinta: “esto no le hubiese ocurrido nunca al otro tipo”.
“Esto no le hubiese ocurrido nunca al otro tipo”, seguro que se ha repetido Karim Benzema a lo largo de la temporada pensando en Van Nistelrooy. Salvo en determinados momentos de verdadera demostración de clase, no se nos puede olvidar ese golazo en Sevilla o el tanto frente al Mallorca, al francés le vence la apatía, el fallo, el desapego ante la portería. ¿Adebayor es la solución? En lo poco que ha jugado, la solidez del africano es destacable. Aunque su currículum se encuentre a años luz del galo, sería justo reivindicarle como un posible reemplazo de Benzema en el once titular, al menos, hasta la vuelta de Higuaín. Se veía venir con el discurrir de los fichajes de verano: nos faltaba y nos falta todavía un “killer”, un delantero centro que socorra a CR7 con la responsabilidad del gol. Lo que en el Barça compone Xavi o Iniesta y ejecuta Messi, en nuestro equipo recae sobre Cristiano. Cuando falta alguno de sus proveedores (en la derrota en Pamplona, Xabi Alonso arrancó en el banquillo), él se ve desbordado por multiplicarse y por soportar a públicos de guerrilla como el del Osasuna en el Reyno de Mordor.
Valdano y Florentino tendrían que haberse leído la historia de Broccoli antes de hacer el ridículo con el regreso de Van Nistelrooy. El productor, al comprobar el fracaso de la saga con el experimento Lazenby, ofreció a Sean Connery un (con)trato inmejorable si reemplazaba al australiano y protagonizaba “Diamantes para la eternidad” (1971): 1,3 millones de dólares y un 12% de la taquilla. Con sus (imposibles) demandas económicas, el Hamburgo nos hizo un favor. Connery solo aguantó una aventura más de Bond, el personaje que le había aupado a la fama y que ya le lastraba, y aterrizó Roger Moore, que encarnaría al espía en siete películas consecutivas. En esas está el Madrid aun: buscándole un Roger Moore a Van Nistelrooy.
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