Mar Coll y su Goya
“Estamos aquí para celebrar nuestro derecho más preciado, el derecho que tenemos los famosos de felicitarnos unos a otros”. Así abrió los Grammys 2010 el cómico Stephen Colbert. Frente al norteamericano, Alex de la Iglesia lanzó una diatriba contra la afición que tiene el cine español a mirarse el ombligo en exceso. Paradójicamente, ése es el asunto de los Goya (y de cualquier galardón de la industria a la industria): poner en valor autorreferente y en traje de noche a su producción anual. Eso sí, al ombligo de la importante “Celda 211” hay poco que reprocharle. La alternativa de superior entidad, “El secreto de sus ojos”, se relegó a premios de anécdota por (de)méritos propios: la ausencia y la distancia de Campanella y sus actores no ayudó nada.
Aunque no se olvidasen de Almodóvar (y su mesianismo “gay” a lo Rufus Wainwright), sí lo hicieron de “Los abrazos rotos” y de “El baile de la victoria”. De todos modos, al tratarse de películas fallidas, a uno no le ocurre como con otros daños colaterales. Las creaciones del “pagafantas” Gorka Otxoa (cómico esencial del panorama español actual) y de Verónica Sánchez en “Gordos” podrían haber subido tranquilamente al escenario. Pero el mayor acierto de la entrega fue premiar a Mar Coll. Ella nos regaló uno de los largometrajes de la temporada, “Tres días con la familia”, extraordinaria antropología costumbrista de las relaciones familiares que también pedía el Goya a su protagonista, Nausicaa Bonínn.
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