No se equivoquen: esta foto la sacaron el sábado a las seis de la mañana
“Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. No chiflen: ésta no es una frase de Esperanza “Darth Vader” Aguirre, amigos. Así se refirió el secretario de Estado estadounidense, Cordell Hull, al sátrapa nicaragüense Anastasio Somoza en la década de los cuarenta. Poco le importaban al gobierno de Estados Unidos los asesinatos o las conspiraciones. Somoza era un “buen dictador” que se declaraba anticomunista y, malditos rojos, por eso le adoraban. No se me justifiquen con sus golazos o con su lío pixelado con Paris Hilton: en verano no queríamos a Cristiano Ronaldo para nuestras hijas. Lógico, hemos sufrido a especímenes similares: Arturo de “Gran Hermano”, Lucas de “Andy & Lucas” (sí, el delgado) o el “chavalqueinterpretóaelBola”. ¿Han vomitado ya? Aunque quizá haya que perdonarle porque ¿del polígono naces o te haces?
Cantaba Leonard Cohen en “Tower of song”: “nací así/ no tuve elección/ nací con el don/ de una voz dorada”. La afición de Cristiano Ronaldo a Chimo Bayo, a las chandaleras y al “tuning” le viene de cuna, de la misma manera que Maradona heredó la locura de Villa Fiorito. Y no vamos a luchar contra eso. Como el anticomunismo que disculpaba las tropelías de Somoza, Cristiano posee, entre tatuajes y collares y pendientes y Audi chungo y quijada de percherón, el talento innato de una (mala) bestia futbolística. No se confundan, el portugués no habla en el idioma de Guti y su religiosidad molona y su “megustaríanohabersidofamoso”. Lo resumió Pipi Estrada en la zona de prensa del Bernabeu mientras charlaba con dos chiquillas monas y desencantadas del poligonero: “No os equivoquéis. Cristiano es potencia y velocidad, como yo”. A Pipi, mi filósofo de cabecera, sólo le faltaba añadir “y trabajo” (pero igual le fastidiaba la comparación).
A pesar de las expulsiones injustas, a pesar del acoso de la prensa rosa, CR9 se ha cargado el Madrid en su espalda tatuada. Sin el portugués, uno entiende la victoria frente el Espanyol o el Málaga o el Xerez. El problema surge cuando empiezas comprobar que, en su ausencia, la victoria en partidos “reales” (Champions, Valencia, Sevilla) se pone cuesta arriba. Si Pellegrini no despierta del coma, la dependencia de nuestro poligonero se puede tornar en adicción. Y, en este sentido, la discusión la cerró el músico errante, el vagabundo carnavalesco, Porter Irving en 1905. “Los médicos dicen que la cocaína mata/ pero no dicen cuándo”.
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