Francisco Nixon y Ricardo Vicente. Sábado 25 de septiembre. Lugar: La
antigua estación, Oviedo. 10 euros.
En uno de los encuentros que organiza myspace.com, el alma de los Beach Boys, Brian Wilson, charla con la actriz Zoey Deschanel, embarcada estos días en el proyecto musical “She & Him”. En un instante revelador, Wilson le cuenta a la cantante que le ha gustado mucho su disco, “Volume one”, y, especialmente, “el corte uno y el tres”. Al despiezar los LP, convirtiéndolos en una secuencia numérico-mecánica con sentido, entidad global y posibilidad de desmontaje, Wilson remite a algunas de las esencias de la (su) música: su conexión pitagórica y la concepción, tan olvidada, de la composición como artesanía, “craftmanship”, duro trabajo que requiere más de proletariado que de pose.
Fran Nixon y su compañero de armas, Ricardo Vicente, demostraron en la Antigua Estación de Oviedo que conocen los mandatos de San Brian Wilson y los ponen en escena. Únicamente desmerecidos por una sonoridad de ultratumba, la pareja revivió con solvencia inusitada hitos de sus tres etapas, la Costa Brava (“Adoro a las pijas de mi ciudad”), el proyecto Nixon (“Inditex” o “Vagamos por la calles”) y ese último cruce de talentos que se titula “Gloria y la belleza sureña” y que combina a partes iguales los esfuerzos de Francisco y Ricardo. Certificada la grandeza popular de “El perro es mío”, uno de los discos nacionales de la década, resulta chocante (y esperanzador) que el personal indie ventriloquee a Ricardo Vicente y sus estupendas canciones de subordinada (“Del lucero de la noche saqué lo que te digo, las adelfas de tu patio, el jardín de los ahorcados;/ los senderos se bifurcan en San Fernando”). Funcionan las coplas pop de Nixon como un mecanismo prodigioso que se adaptaría a una producción de Bacharach, a una velada acústica con el “Paul Simon Songbook” de fondo o a un concierto a doble voz (qué trabajo hay en las armonías de la pareja) en un sótano de un bar.
“Algunos no saben ni lo que significa la palabra “trabajo””, recita Dylan en “Working Man's Blues #2”. Cuando atrás se queda el músico pinchando en el “Supernova Bar”, después ya de su concierto, tres de la bendita mañana, uno recuerda lo que significaba la palabra “trabajo” para su abuelo, un lechero de Tiñana, y asume que es sinónima a lo que hacen Nixon y Vicente al cantar la extraordinaria “Erasmus borrachas” o colocar en el plato “You can call me Al” y, somos nosotros, ahora, los que cantamos.
4 comentarios:
Gracias por la nota, el concepto "And that was called love for the workers in song" de Chelsea hotel, es lo que más ilusión me ha hecho.
Una de las cosas por las que continuo en esto es porque fantaseo a menudo con esta frase.
un abrazo
richi
Yo suelo fantasear más con "You told me again/ You preferred handsome man/ but, with me, you'll make an exception".
Bueno, creo que mi vida gira alrededor de ese verso jajajajaja
sí la verdad es que en el fondo yo fantaseo con la canción entera,,, jejeje
Hola, entré a tu blog por casualidad, me pareció magnífico, no quería salir sin decírtelo.
Aprovecho la oportunidad para invitarte al mío que es de literatura.
Un abrazo desde Argentina.
Humberto.
www.humbertodib.blogspot.com
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