lunes, 21 de diciembre de 2009

DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS

Director: Spike Jonze
Intérpretes: Max Records, Catherine Keener, Mark Ruffalo
Web: http://www.wherethewildthingsare.com/



Escarbando el tono fabulario de su anterior producción (“Cómo ser John Malkovich” y “Adaptation”), no extraña que el tercer largometraje de Spike Jonze como director sea la adaptación de un cuento ilustrado de Maurice Sendak, “Donde viven los monstruos”, publicado en 1963. Ya en el arranque (disfruten los títulos de crédito), cabría analizar no tanto si la versión de Jonze es fiel al original (incluso Sendak actúa de productor), como si mantiene la esencia infantil (amable, inocente) con la que el ilustrador plasmó su obra.

En una de las primeras críticas de la película, escribía Manohla Dargis en “The New York Times” que “hay tantas formas de interpretar “Donde viven los monstruos”, desde un prisma freudiano o colonialista, como de arruinar esta delicada historia de un niño solitario”. Entendemos que Dargis se niegue a olvidar las intenciones originales de Sedak, pero lo que importa aquí es la interpretación de Jonze (que tampoco “arruina” el cuento) y ésta se revela desde el asfixiante prólogo, con su cámara en mano vomitando planos detalle. Un niño sin padre, Max (estupendo Max Records), sufre un día de constantes frustraciones (¿a quién no le aterroriza, por vívida, por vivida, la escena del iglú?) que le llevan a estallar de ira y escapar de casa hacia un mundo de monstruos que le nombran su rey. Desterrados los elementos infantiles (una nebulosa BSO de la deliciosa Karen O y una liviana presentación de los monstruos), el filme opta por la política (creación de una polis) y por el psicoanálisis.

Aunque a ratos se pierda por veredas innecesarias, su sombría reflexión sobre el grupo salvaje (en su hábito, los monstruos no difieren de una tribu) y su organización (conflictiva, violenta, como exigen los cánones) de una sociedad confieren a “Donde viven los monstruos” de una entidad adulta, propensa a la indefensión, a la que sólo aliviaría la sopa caliente de una madre misericorde.

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