lunes, 3 de mayo de 2010

CIUDAD DE VIDA Y MUERTE

Director: Lu Chuan
Intérpretes: Liu Ye, Fan Wei, Hideo Nakaizumi
Web: http://www.cityoflifeanddeath.co.uk/



Recientemente, el ideario “spielbergiano” de la guerra (deudor de Fuller, Kubrick, Coppola,... desmontemos su supuestas invenciones y aplaudamos sus válidas reinterpretaciones) ha desplegado sus ejércitos a lugares cercanos: a su filmografía (las series “Hermanos de sangre” o “The pacific”), a la de otros (auspiciadas por el propio Spielberg, “Banderas de nuestros padres” y “Cartas desde Iwo jima” de Clint Eastwood) o a islas indefensas, vacías de contenido (el videojuego “Call of duty”). En esta aldea globalizada nuestra, lo curioso es que su aproximación al enfrentamiento bélico contagie a un director chino, Lu Chan, que debería estar asfixiado bajo, según el imaginario occidental, el impermeable, unitario, alienante régimen comunista de la República Popular. Escribía en este periódico el psicólogo/lingüista Domingo Caballero que “nada existe en el hogar de los hombres que no sea conflictivo internamente, contradictorio y belicoso”. Resulta, por tanto, que aún hay ciertas grietas en el terrible sistema chino que permiten que una película sea criticada con violencia en su país de origen y en Japón a un tiempo; que la visión de un cineasta-capitalista-judío se infiltre una megaproducción comunista; que el horror de la guerra se reviva en un cementerio de piedra y destrucción; que no se obvie la tolerancia al nazismo del gobierno chino; o que no se eviten los claroscuros dentro del ejército japonés, responsable de la matanza (no se escandalicen, luego les apetecería a los mismos chinos y a los alemanes y a los españoles y a los rusos y a los...) de doscientas mil personas y la violación de casi treinta mil mujeres durante la ocupación de Nanjing, capital entonces de China, en 1937.

El largometraje agota su sentido fuera de los límites de esa ciudad. Ahí arranca la acción, con la entrada de los militares japoneses (una escena frontal, repugnante a nuestro siglo XXI de matanzas teledirigidas) y ahí termina, con varios personajes abandonando Nanjing. Mientras desgrana el horror en ciento veinte minutos, la bicromía domina al celuloide en dos facetas. Como, así lo manifiesta el cineasta, única manera de capturar la guerra, y como, así lo utilizó Spielberg en “La lista de Schindler”, manifestación muy íntima (con esa fuerza está ligado el norteamericano al judaísmo) de un trauma colectivo de su pueblo. Lu Chan desarrolla su punto de vista a través de microhistorias que esbozan la historia general (si quieren ahondar en este último propósito, busquen el documental “Nanking” de Bill Guttentag y Dan Sturman). Ubicados sus relatos en la “zona de seguridad”, un campo de concentración donde los japoneses encerraron a los supervivientes de la masacre, la cinta se encarga con distinto celo de ellos. Probablemente por la mano del gobierno chino, las subtramas no dan una sensación de uniformidad ni de haber sido engranadas con tiento. Aunque “Ciudad de vida y muerte” encuentre subterfugios a la dictadura (de todos modos, estamos seguros que desaparecieron escenas), estas imperfecciones en el discurrir del filme se agravan, por comparación, ante momentos de un valor fílmico considerable.

No cabe más definición que ésta última para describir las mejores etapas del metraje. Intensificadas por la fisicidad de cientos de extras, consigue Lu Chan que las masacres multitudinarias, las violaciones sistemáticas y las algaradas de la guerra sobre las ruinas sangrantes de Nanjing, no oculten los principales argumentos de su trabajo. Tan sólo la constatación de un par de certezas posteriores nos hace olvidar a ese pobre comerciante que espera que la guerra respete tratos y leyes o a ese soldado japonés que se enamora de lo único bello del infierno. Una, la ocupación japonesa duró hasta bien entrado 1949. Dos, el resto de humanos siguieron, seguimos, matándonos con tal de que la Historia avance.

No hay comentarios: