Si puede ser "bonguero", puede ser portero o lanzador de penalties
En nuestra postmodernidad molona, uno puede ser cualquiera o, en rebajas, tener la ilusión de parecer cualquiera. No hace falta más que lo comprueben en los realities en los que manadas de mastuerzos ansían ser bailarines sin saber bailar, novios de la Duquesa de Alba no habiendo cumplido la setentena, o humanos educados a la vez que sorben la sopa y gritan “¡esta mierda está que jode!”. Lo importante, amigos, son las etiquetas, las “tags”, que te cuelgan y si en la tele, y en la Wikipedia, y en un documental de Telecinco, repiten que eres la “princesa del pueblo”, a pesar de ser la ex vociferante de un torero, quizá acabes siéndolo.
Con esto intento resaltar varios detalles sorprendentes del partido del sábado en el que cenamos león con jamón (chiste chungo patrocinado por “Pollerías López”). Mourinho, por sanción, se transformó en espectador: un lugar adecuado a su carácter. ¿No les rondó la sensación de que el paisanín de su lado le podría haber rulado el bocata en cualquier momento? Sergio Ramos también participó en esta locura de cambio de papeles. De pronto, como Miki Molina en un “after”, se abalanzó hacia el mogollón del área. El penalti a Di María sirvió para cambiar dos papeles; Sergio se convertía en el primer defensa que lanza una pena máxima en el Madrid desde Hierro y Karanka fue el primer entrenador ¡de la casa! al que Mou increpaba: permaneció acongojado mientras el portugués le miraba con cara de mala leche. Te da la sensación de que, en este postmodernismo y en esta liga mediocre, uno ya puede hacer lo que quiera. Sería interesante que en uno de estos múltiples 0-8 que vivamos, Sergio ocupe el lugar del portero y pruebe a ver si Carbonero acepta su nueva identidad y se morrea con él.
Eso sí, hay actitudes que no cambian por mucho lío que inunde el estadio. El Athletic de Caparrós, aún con sus déficits en defensa y la soledad de un Llorente desafinado, interpretó el papel de siempre, macheteros a cascoporro. A partir del 3-1, se dedicaron a arrear a todo el que se moviese. Se entiende que Joaquín no quiera abandonar su concepción del fútbol, pero le vendría bien aliviarla un poco, del “level of macheterismo 1” al “level of macheterismo 3”. Tampoco, y esto sí que es una suerte, trastoca su papel nuestro poligonero favorito, que propició la declaración más inamovible de la jornada. Cabreado por la terapia a hachazos de los bilbaínos, cuando enfocó los vestuarios declamó los siguientes versos: “Vamos a ver si el Barça nos mete ocho goles”. Ahora, y este es un personaje que no me creía desde hace mucho tiempo, podemos ganar al Barcelona, podemos acabar con el imperio del Mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario