M.O.U. solo quería señalar a "Pito" su casa
Arranca la Liga y, un año más, lo que importa es machacar a Mourinho. La buena imagen de la Supercopa se evaporó en la prensa nacional entre ataques al Real Madrid. Su “dedazo” a “Pito” Vilanova eclipsó todos nuestros esfuerzos y, de la noche a la mañana, nos convertimos en unos genocidas. Que si íbamos a quebrar la selección; que por qué Florentino no se disfraza de Hulk Hogan e interviene; que por qué no se disculpa el “míster” (incluso Joan Gaspart, en el límite de la desfachatez, lo exigió). Si en esos días E.T. hubiese bajado a la tierra, a su índice rojo y prodigioso le prestarían menos atención. Estoy seguro que los culés dirían algo como “ese monstruo fecal podrá hacer volar a prepúberes y bicicletas y descubrir nuevos caminos a la ciencia, pero... ¿tú has visto la agresión del cerdo de Mourinho a “Pito” Vilanova? ¡Menudo sinvergüenza!”.
Mourinho ya ha pedido disculpas al madridismo, detalle que no han imitado “Pito” y sus “apandadores” azulgrana por sus provocaciones en el banquillo del Barça. Pasen página, señores, y recuerden que el bueno de José estuvo trabajando con ustedes durante ¡cuatro años! y no hubo ninguna queja por su personalidad, sobre todo cuando hoy le pintan como una mezcla de Gadafi, el malo de “Avatar” y Teddy Bautista. Aparte, me parece muy exagerado y ventajista llamar “agresión” a una acción que no inmuta ¡ni a un señor de bigote! (sí, ese tipo del fondo de la imagen igualico que Aznar).
Además, no se equivoquen, el gesto de Mou ha sido un servicio al madridismo más increíble que cuando E.T. conectaba sensorialmente con el chaval protagonista. Mi generación ochentera de merengues siempre ha estado marcada por un movimiento de dedo: el de Michel tocando el “paquebote” de Valderrama. No había un partido en el colegio en el que un niño azulgrana no te dijese “jugamos, vale, pero ni me roces la pilila”. Qué graciosos (y que imberbe es la palabra “pilila”) eran mis compañeros culés de una sola ceja. Nuestro profeta Mou ha hecho que, en la limitada memoria de nuestros enemigos acérrimos, el foco táctil de la vergüenza madridista se desplace de una parte del cuerpo a otra. Y, piénsenlo, por muchas tardes de triunfo que te dé esa bendita parte del cuerpo, para aliviar el escarnio infantil y juvenil siempre es mejor que se centren en la segunda y te suelten “jugamos, vale, pero ni me roces el ojo”.
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