domingo, 23 de enero de 2011

EL DEMONIO BAJO LA PIEL

Director: Michael Winterbottom
Intérpretes: Casey Affleck, Jessica Alba, Kate Hudson
Web: http://www.ifcfilms.com/films/the-killer-inside-me



En cada ocasión en la que el cineasta Michael Winterbottom estrena una película, los aficionados al cine deberíamos estar de enhorabuena. A partir de 1995, el director británico nos ha regalado, fiel a su espíritu nómada y transgresor, un filme al año: desde necesarios experimentos cinematográficos (“El perdón”, “9 songs”, “Código 46” o “Génova”) hasta celuloides de una extraordinaria complejidad (“Tristram Shandy”, “In this world” o “24 hour party people”). “El demonio bajo la piel”, adaptación del “pulp” de Jim Thompson que ya fue llevada a la gran pantalla por Burt Kennedy en 1976, se adecúa a la perfección a la filosofía de Winterbottom.

Discurre la película a través de dos líneas que no paran de entrecruzarse. Por una parte se nos descubre, con violencia súbita y desbordada, a un mediocre policía (Casey Affleck) en su verdadero papel vital; el de un psicópata que se adentra en la oscuridad del mal con cada mentira, con cada asesinato. Es en el viaje desesperado de su (doble) personaje donde ejercita el director inglés su afición favorita: el cruce (y reversión) de géneros. En el guion de John Curran (“El velo pintado”) el “noir” y el cine de “psycho killer” se muestran entrelazados e, incluso, con sus arquetipos alter(n)ados: valga de ejemplo, la convivencia entre esa voz-en-off omnipresente, ajena a “Henry, retrato de un asesino”, y las escaramuzas del asesino para ocultar sus crímenes, justo el objetivo contrario al de Marlowe en “El sueño eterno”.

“El demonio bajo la piel”, atravesado por esa dualidad sexual y mortecina de Kate Hudson y Jessica Alba que entierra, feliz, a un imponente Casey Affleck, se debería celebrar como un logro más de la filmografía de Winterbottom. Quizá algunos tambaleos en la resolución (personajes, como el de Elias Koteas o Bill Pullman, poco pulidos) y ciertas incoherencias le alejen de sus mejores trabajos pero, retomando las reglas de su cruce de caminos, el filme recupera el pulso en sus últimos minutos con la resolución de un misterio resuelto (esto pasa por jugar con géneros) y la explosión junguiana de una violencia que cesa con violencia.

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