domingo, 19 de octubre de 2014

"Morir de pie. Stand-up (y Norteamérica)" ¡¡YA A LA VENTA!!



Mi ensayo breve "Morir de pie. Stand-up comedy (y Norteamérica)" ya está a la venta en:
MADRID: Librería Con Tarima (Calle Príncipe, 9)
BARCELONA: Librería Calders (Passatge Pere Calders, 9)
OVIEDO: Ojanguren, Cervantes
GIJÓN: Paradiso
AVILÉS: Librería del Centro Niemeyer
ONLINE: remayvive.com

RESUMEN
"Morir de pie. Stand-up comedy (Y Norteamérica)" reivindica la importancia del monologuismo dentro del arte que ese país generó durante la segunda parte del siglo XX, a la altura de sus representaciones musicales, cinematográficas o literarias. Y, además, tiene una historieta del dibujante Darío Adanti en sus páginas centrales.

CRÍTICAS

"El mejor libro que se ha hecho en español sobre stand-up" 
(Ignatius Farray

"Síntetico y deslumbrante"
(Jordi Costa, neupic.com)

"Un libro realmente imprescindible para todos aquellos amantes del monologuismo estadounidense (...) tan breve como doblemente brillante" 
(Fernando De Felipe, La Vanguardia

“Todo guionista de comedia debería leerlo” 
(Bárbara Alpuente, escritora)

"Lúcido, brevísimo y sobresaliente" 
(Raúl Minchinela, eldiario.es

"Formidable microensayo" 
(Adrián Esbilla, Asturias24

"Política, sociedad y, por supuesto, humor. Este ensayo de Edu Galán sobre monologuismo americano es estupendo" 
(Javier Ocaña, El País

"Una joya" 
(Jorge Ponce, cómico

""Morir de pie" es una rara avis. En un paisaje de ensayos pop que sólo son recitados enciclopédicos, este tío tiene una tesis" 
(Pedro Vallín, La Vanguardia

"Imprescindible" 
(Iván Gómez, crítico de cine

"Muy entretenido e instructivo" 
(Javier Gallego "Crudo", periodista)

"Si eres monologuista es necesario y obligatorio que leas "Morir de pie". Sabrás de dónde vienes".
(Iñaki Urrutia, cómico)

miércoles, 8 de enero de 2014

A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS

(Publicada en el diario La Nueva España el 4-1-14)
Director: Joel & Ethan Coen
Intérpretes: Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman


Hemos asistido a diferentes formas de abordar el revival folk izquierdista (tan pre-hippie, tan pro-derechos civiles) de finales de los cincuenta y principios de los sesenta en Norteamérica. La primera es desde dentro del propio movimiento, que intenta sobrevivir destrozando un cable, ese cable eléctrico que trató de cortar con un hacha Pete Seeger (1919), uno de sus principales representantes. Un esfuerzo vano de desenchufar al “nuevo” Bob Dylan (1941) quien, en pleno festival de Newport (1965), osó rebelarse contra el folk abandonando la protesta canónica y acústica de “The times are a’changin” para atacar con toda su banda ese blues eléctrico que lleva por título “Maggie’s Farm” (atención a la letra: “te dicen, “canta” mientras te esclavizan/ y yo ya estoy harto”). La segunda aproximación, mucho más festiva y desde lo lejos, es la que tomó el cómico Christopher Guest con su falso documental “A mighty wind” (2003), una reivindicación nostálgica y humorística a un tiempo en tono de revival noventero (fallido) de aquella época.

Y llegamos a los Coen, una tercera vía. A resultas de una mezcolanza de biografías, la de los folksingers Dave Van Ronk y Ramblin’ Jack Elliot, estos hermanos cineastas cuentan la vida del ficticio Llewyn Davis (Oscar Isaac) durante sus inicios como cantante protesta en el Greenwich Village. Este es el principio de los sesenta y el músico adivina la revitalización del género (que culminaría en la marcha sobre Washington por los derechos civiles, 1963) desde la peor de las situaciones: sin un dólar, sin casa, sin nadie que le apoye. De arranque, es “A propósito de Llewyn Davis” un potentísimo mosaico de la vida en el Village neoyorquino de la época. Empieza en el mítico Gaslight Café y se enroca en mostrar la lucha de un chaval por su arte y todos los obstáculos que se encuentra delante (ahí están los agentes y productores, encarnados en F. Murray Abraham o John Goodman; ahí están los locales; ahí está la nieve de la Gran Manzana). Empeñados en mostrar el alrededor con una delicadeza inusual en su cine, los Coen se recrean en el relato y en lo circundante. “Eso era así”, parecen decir una y otra vez mediante un recurso (la fotografía y la dirección de arte) que puede ser interpretado por espectadores menos dispuestos al sosiego como falta de solidez de guión. No, los Coen se paran y (de)muestran. Solo te piden que te pares con ellos.

Pero, además de una recreación vívida y emocionante sobre un lugar y un tiempo de la Historia norteamericana, “A propósito de Llewyn Davis” también cuenta la pelea vital de un artista por encontrar su lugar. Después de que su compañero de dúo se suicidase, Davis busca una nueva voz; y una nueva mujer; y un nuevo objetivo; y, lo cantaba Dylan en “Tangled up in blue”, el próximo cruce de caminos. Esta lucha por reinventarse, que definió a buena parte de los músicos que transitaron desde el folk a la psicodelia, la reflejan perfectamente los Coen dándole el traje adecuado a un Oscar Isaac que lo modela y lo porta con una dignidad extraordinaria. Que esta búsqueda de la siguiente voz no se resuelva (o se resuelva en manos de otro cantautor, ese Dylan incipiente y destinado a romperlo todo en Newport) parece necesario para ejemplificar la visión de los cineastas, esta tercera vía de la que hablaba al principio. Al utilizar una primera persona total (aunque rota por flashbacks), los Coen nos permiten entender que esos tiempos que cambiaban eran unos tiempos que ni siquiera sus propios protagonistas comprendían del todo.

sábado, 28 de diciembre de 2013

NYMPHOMANIAC VOL 1.

(Reseña publicada en La Nueva España, 28-12-2013)
Director: Lars Von Trier
Intérpretes: Charlotte Gainsbourg, Stacy Martin, Stellan Skarsgard

La obsesión de Lars Von Trier por el porno y sus formalidades se ha hecho manifiesta en múltiples ocasiones a lo largo de su carrera, pero quizá la más evidente se produjo cuando asumió la producción de “All about Anna”, una película X, en 2005. “Nymphomaniac vol. 1”, su relato sobre la vida de una ninfómana y su despertar al ansia sexual, parece una consecuencia lógica de su carrera previa. Importante: anuncian que este es un primer volumen aprobado pero no editado por Von Trier (¿nos lo creeremos?) a partir de la la película original del danés, de una duración de alrededor de cinco horas. En “Nymphomaniac vol. 1” hay un hilo conductor potentísimo: el encuentro fortuito entre un hombre, Seligman (Stellan Skarsgard, ¿en un guiño a Martin Seligman, autor de la teoría de la indefensión aprendida?), y una mujer, Joe (Charlotte Gainsbourg), inconsciente por una paliza. Él le da cobijo en su casa y entonces comienza el relato: una serie de revelaciones terapéuticas de la chica y su ninfomanía y que incluyen deseo, culpabilidad, violencia, amor… Si recordamos que Freud, definidor de la terapia psicológica a través del psicoanálisis, fue considerado para el premio Nobel de Literatura, la película de Von Trier se engrandece porque lo que hace el cineasta es literatura filmada, una narración entre dos personajes que se adapta a imágenes subversivas, poliédricas, en off...; y que, además, va saltando desde este “presente” (una habitación con dos personas, la primera pregunta e investiga, la segunda responde, se cuenta a si misma y ¿miente?) hasta el pasado remoto. Una terapia, en definitiva.

De esta relación nace la otra historia entrelazada de “Nymphomaniac”, protagonizada por la Joe joven (extraordinaria Stacy Martin), que comienza con su niñez (con la fascinación por el padre), recorre su adolescencia (perder la virginidad y los primeros escarceos amorosos) y finaliza en alto con la muerte del padre, el reencuentro y la ¿sumisión? al amor. Con la primera parte de “Nymphomanic”, Von Trier vuelve a conseguir un hito en el (su) cine. Y todavía queda el siguiente capítulo. Combinando momentos de una brillantez asombrosa (esos tres amantes, esos tres tonos musicales), con otros que deben muchísimo a la buena comedia (un tren-campeonato de follar, el personaje de Uma Thurman) unidos a la potentísima estructura terapéutica desde la que navega, el largometraje consigue una rotundidad irreprochable.

Finalmente los títulos de crédito adelantan imágenes reveladoras, bestiales de “Nymphomaniac vol. 2” y uno, tras ver esta película o “Europa, Europa” o “Dogville” o “Melancolía”... sale del cine con la maravillosa sensación de ya no saber con qué próxima bendita locura le va a sorprender el director danés.

sábado, 18 de febrero de 2012

Críticas

Amigas y amigos, a partir de ahora mis reseña se publicarán exclusivamente en LA NUEVA ESPAÑA y CINEMANÍA, tanto en su versión de papel como online.

Os recuerdo sus webs:
lne.es
cinemania.es

Podeís manteneros informados de todo en mi twitter: twitter.com/edugalan

Un abrazo,
Edu Galán

lunes, 7 de noviembre de 2011

HABEMUS PAPAM

Director: Nanni Moretti
Intérpretes: Michel Piccoli, Nanni Moretti, Margherita Buy
Web: http://www.habemuspapam.it/



Nanni Moretti es un experto en destruir expectativas. Sus proyectos de mayor repercusión internacional le catalogaron entre el público como un sucedáneo italiano de Woody Allen, pero los paralelos con el director neoyorquino no sirven más que para una aproximación superficial a su figura. Continuador de sí mismo (“Abril”), explorador de géneros (“La habitación del hijo”) o indignado con Berlusconi (“Il Caimano”), Moretti no ha parado en estos últimos años de (re)buscar nuevos retos a su cine. A priori, con “Habemus papam” se esperaba una comedia crítica de un izquierdista en la corte de un Papa que no acepta su condición divina.

Nada es predecible en el mundo de este cineasta. Enfocada como una fábula amable (y, a ratos, muy profunda) sobre los papeles que nos obliga a asumir la vida, el filme hace filosofía y ejemplifica su teoría con un caso extremo: el de un anciano (Michel Piccoli) al que los azares le colocan al frente de una de las organizaciones más antiguas del planeta. Planeada en dos líneas argumentales, una menos potente y centrada en el psicoanalista que trata de arreglar las ansiedades del pontífice; y otra deslumbrante que espía al Papa en su divagar romano, “Habemus Papam” es una consecuencia lógica de alguien que se hace muchas preguntas y sabe responderlas con inteligencia. Capado de sus teorías freudianas (a su Santidad no se le puede preguntar por su madre, ¡faltaría!) y, por tanto, incapaz de encontrar motivaciones subconscientes al comportamiento de su paciente, al psicólogo protagonista solo se le permite una terapia en ese asilo multicultural que es el Vaticano: un partido de voleibol eterno que parece la única forma de organizar una existencia pacifica entre cardenales. Eso sí, en esta subtrama se echa de menos a la mala leche del Moretti de “Il Caimano”, especialmente al mezclar psicoanálisis y religión, un terreno abonado al humor.

Aunque todo se perdona con el Sumo Pontífice, (casi) integrado en una compañía teatral, que asume su condición de Sumo Actor ante su pueblo y que empuja, con ternura y descreimiento, la principal cuestión del largometraje. Aceptar o no aceptar el papel que Dios nos da, se repite Moretti en su imprescindible “Habemus Papam”.

TIBURÓN 3D. LA PRESA

Director: David R. Ellis
Intérpretes: Sara Paxton, Dustin Milligan, Katharine McPee
Web: http://www.iamrogue.com/sharknight3d/fullsite/index.html



En una de las escenas más celebradas de “Hermanos por pelotas”, a los hermanastros Brennan (Will Ferrell) y Dale (John C. Reilly) se les ocurre una grandísima idea para hacer negocio: un vídeo musical de “rap” con yates y prostitutas titulado “Yates y prostitutas”. El éxito comercial se asegurará, piensan estos majaderos, juntando conceptos que, por separado, son imbatibles: rap, prostitutas y yates.

Un fenómeno semejante se produce en “Tiburón 3D. La presa”. No se refiere el título (“Noche de tiburones” en el original) a una secuela de la película de Spielberg, sino a un bello arrejuntamiento de conceptos: por una parte, una serie de escualos en un lago y, por la otra, una conspiración psicopática y postadolescente. Un conjunto de elementos ¿independientes? con la que los productores piensan que van a ganarse al respetable. Pero el orden de los factores sí altera el producto final y sin el gamberrismo (y la inteligencia) de Eli Roth en la revisitación de “Piraña”, los intentos del filme de David R. Ellis no pasan de una anécdota de mal gusto.

FOOTLOOSE

Director: Craig Brewer
Intérpretes: Kenny Wormald, Julianne Hough, Dennis Quaid
Web: http://www.footloosemovie.com/



Uno todavía recuerda una tarde infame de los ochenta en la que aterrizó en VHS aquella cosa titulada “Footloose” (Herbert Ross, 1984). Con el regusto amargo de una prohibición bíblica del baile, el joven interpretado por Kevin Bacon se empeñaba en danzar en su pueblo híper-conservador y ¡lo conseguía! Esto, que ya sonaba ridículo a nuestras mentes prepúberes, se convirtió en uno de los taquillazos de la década y produjo que humanos como Foreigner, Kenny Loggins o Bonnie Tyler viviesen un momento de gloria con un impacto mundial inversamente proporcional a su talento.

Como el “remake” de “Fama”, todo lo malo no se hace esperar y algún ejecutivo hollywoodiense tuvo la bendita idea de resucitar la franquicia “Footloose” con un reparto de chavales majos y Dennis Quaid en el papel del pastor que defiende la prohibición del bailoteo. Videoclip de gran presupuesto, no hay nada reseñable en el intento de Craig Brewer por reubicar la saga fuera de un franquiciado en automático. Al final, inquieta profundamente que, bajo su apariencia “cool”, sus muchachas saladas y sus bailoteos con hits actuales, se encuentre una película cadáver, maquillada con mucho pote para la ocasión.

domingo, 30 de octubre de 2011

EVA

Director: Kike Maíllo
Intérpretes: Claudia Vega, Daniel Brühl, Marta Etura
Web: http://www.evalapelicula.com/



Con “Eva”, el debutante Kike Maillo prepara una receta inusual en el cine español, un cruce entre ciencia ficción y drama que se sitúa en un alternativo 2041 para contar el regreso del científico Alex Garel (Daniel Brühl) al pueblo donde trabajaba en sus investigaciones con robots. Allí le aguarda un invierno eterno y varias personas que formaban parte de su pasado: su antigua novia Lana (Marta Etura), ahora mujer de su hermano David (Alberto Ammann) y madre de una niña llamada Eva (Claudia Vega), y la casa en la que inventó algunos de sus ingenios mecánicos.

Nacida en la estupenda cantera de la ESCAC, extraña que esta propuesta empiece con tantas promesas, albergue tanto esfuerzo en su forma, y termine atrancándose en su desarrollo. Es admirable el empeño de la producción con su estética, un logradísimo mundo gélido de autómatas (humanos o metálicos) y artefactos que sobreviven moribundos al paso del tiempo, y es decepcionante que su narrativa se deslavace a medida que avanzan los minutos. De arranque, todos los elementos necesarios se encuentran en ese trabajadísimo imaginario de un porvenir imperfecto. La dificultad comienza cuando Maíllo los mueve por su puzzle y hay piezas que no acaban de cuajar (¿qué busca Daniel Brühl? ¿Por qué siente esa cercanía con Eva? ¿cuáles son las motivaciones del personaje de Alberto Amman?), dejando las verdaderas sorpresas de la película en manos de secundarios como un Lluis Homar robótico que, mimetizando su profesión de actor, gradúa su emotividad y se convierte en uno de los elementos más interesantes de la cinta.

Despeja dudas sobre lo que nos ofrece “Eva” el hecho de que, finalmente, confunda lo que importa con lo que es accesorio y desvele así su conservadurismo. Mientras que se aprecian sus momentos turbios y bíblicos (dos hermanos enfrentados, la mujer del prójimo, el sacrificio de un hijo), pareciese como si la producción basase su potencia en un giro narrativo al borde del abismo. Quizá ser proclive a la sorpresa y no a la construcción de una historia, abandona al filme en una posición incómoda: más cerca de la liviandad bien ingeniada que de esa impronta grave que corona cualquier buena ciencia ficción.

lunes, 24 de octubre de 2011

VARAS NO ES UN VARAS




No lo digo yo, lo pone el diccionario de la RAE en alguna parte que no he encontrado en “el Internel”. Asusta que estos señores que se llaman como un grupo de atracadores de banco (“Señor ñ mayúscula”) hayan validado la acepción de “varas” cuando se refiere a un ser humano muy cansino. Pero la verdad es que todos lo hemos utilizado. Lean mi pequeña antología del horror brasas. Un pariente de Córdoba que no para de referirse a “lo bien que se come en Asturias”. Un profesor que es impermeable a los “bueno…”, “creo que se me hace tardeeee”. Siempre me he preguntado qué es peor, un pesimista incansable o un pesado incansable. Amigos, mientras que el pesimista solo te puede dejar noqueado, el brasas te roba lo más preciado: tu tiempo.

Con tan malas connotaciones, uno siente en la superficie granulosa de sus pezones la tremenda injusticia de que se apellide así la bella persona que consiguió detener el robo barcelonista del sábado. Fíjense en el penalti fantasma, en la expulsión de Kanuté por culpa del ratonero Cesc y, coronando al horrible Iturralde, en los siete minutazos que descontó ese finstro arbitral al final. Vamos, “Layla” dura 7:13 y ya parece interminable. Compañeros merengues, piensen en las chanzas que tiene que aguantar el gran portero Javier Varas, en el resquemor cotidiano que corona su vida. “Ya está el Varas en el entrenamiento”, “Ya tuvo que llegar al estadio ese Varas”. Horrible descrédito, amigos, para un titán que aguantó las inclemencias de plantearle un partido al Barcelona basándose en el físico y que dejó al equipo hispalense más sudado que Falete en una sauna.

Creo que se debe formar un movimiento blanco que pida, en su honor, la eliminación de la acepción de “varas” del lugar tenebroso en el que se encuentra, justo entre los pesimistas incansables y los asesinos en serie. Movilicémonos con firmas, con manifiestos o, como hacen las indignadas de Nueva York, enseñando las téticas al respetable. ¡No puede durar esta tropelía con D. Javier! Y recuerden que el cambio comienza en uno mismo: cuando vean venir a la pesada de turno, no avisen a las personas cercanas diciendo “ahí viene Verónica, esa varas”. Si son madridistas agradecidos, griten “ahí viene Verónica, esa brasas”. Y por supuesto, eso no ha cambiado, echen a correr en dirección contraria.

LA COSA

Director: Matthijs Van Heijningen
Intérpretes: Mary Elizabeth Winstead, Joel Edgerton, Ulrich Thomsen
Web: http://www.quieneslacosa.es/



En algunas tardes tontas, la pregunta al final de la película no es "¿qué pasará después?", sino "¿qué pasó antes?". Por ejemplo, la reciente "El origen de el planeta de los simios" rellenaba, con irregularidades, el vacío existente entre la hecatombe de la civilización humana y el aterrizaje del astronauta Taylor (Charlton Heston). Ahora, le toca el turno a "La cosa", esa maravilla que John Carpenter rodó en 1982. Y la forma de abordar el proyecto no puede ser más interesante. ¿Cómo llegaron el extraño visitante norteño y ese (maldito) perro a la estación polar donde trabajaba Kurt Russell? El cineasta holandés Matthijs van Heijningen debuta en una superproducción norteamericana entendiendo a la perfección las coordenadas de la novela original en la que se basaba Carpenter, "Who goes there?" de John W. Campbell. Largometraje de ciencia-ficción y terror, esta "La cosa" también hereda la vocación lúdica de sus antedecesoras, con ese juego a "¿quién es el asesino?" que intensifica (y diversifica) sus valores fílmicos alrededor de una panda de semidesconocidos y la nueva "reina del grito", Mary Elizabeth Windstead. Así, el descubrimiento de una nave en medio del Ártico y la apertura de esa gélida caja de Pandora con monstruo dentro, se disfruta a medida que recordamos lo que nos gustaba de la original.

Asumiendo que Van Heijningen no posee la maestría de un Carpenter desatado, pero que retiene dotes de buen realizador, se echa de menos ese punto de atrevimiento bizarro que atesora la filmografía del director norteamericano. Quizá influido por remakes rutinarios o por sus productores, en determinados instantes (especialmente en los que se desentraña el misterio), se agradecería un poco más de mala leche. De todos modos, como en las buenas películas de criatura, siempre nos queda la criatura. Replicando humanos, ensamblando caras u ocupando perros, la monstruosidad amorfa del filme nos reitera (aún con cierta monotonía) el porqué nos encantan estos engendros. Solo la posibilidad de un mal mayor (la conquista del mundo), roba la ternura a un organismo huérfano de forma, que, pobre, trata de sobrevivir.