lunes, 26 de abril de 2010

¡HEIL JORGE!

“Ilegales” se despidieron el viernes de Madrid con un concierto vibrante en una sala Heineken a rebosar. (FOTO: ALBERTO CEÁN)

Que “Ilegales” haya adoptado la fórmula norteamericana del “Meet & greet” (entradas VIP con acceso a la prueba de sonido y a saludar al grupo), permite comprobar que la muchachada seguidora de Jorge & Co. ha evolucionado hacia una pandilla variopinta (en edad, en nacionalidad, en aspecto) de un único rasgo común: la veneración mariana del líder de la banda. En el “soundcheck” se evidencia que esta admiración está justificada; aparte de juguetear con ellos, sorprende la vigencia temas tan diversos como el “doo wop” de “La fiesta” o esa rareza de pop lisérgico titulada “Quántica”.

Utiliza el vaivén previo Jorge para tantear (y explicar) a los VIPs las particularidades de la sala y los instrumentos. Eso sí, aquello que media hora antes sonaba rugoso e inconcreto, en el estruendo del arranque del concierto madrileño de despedida de Ilegales, asalta al público con la limpieza y la rotundidad de un “Tiempos nuevos, tiempos violentos” ejecutado a un ritmo exacto. Este magistral “protest rock” de Martínez, un himno individualista frente al apocalipsis (¿neoliberal? ¿pre-23F?), asocia el directo de la sala al lejano debut de “Ilegales” ¡hace casi 30 años! De este LP (un álbum que se agiganta con el tiempo) caerán numerosos cortes (“Delincuente habitual”, “Hombre solitario”, “Caramelos podridos”…) y, según el respetable en los meaderos de la Heineken, se echará de menos uno, “Heil Hitler!”. A pesar de que ciertos analistas definan este trabajo como un simplista “resumen/final” de su carrera, la fuerza imponente de los tres ilegales, marciana a muchas bandas del momento, revive cortes que dan a entender la obra de Martínez en la figura de un todo maleable (impresionante revisitación de “Lavadora blues”), adaptable, profundo y, esencial, divertidísimo.

Ése quizá es el gran compromiso del cantante (incluso corta la melancólica “Hoy no hay sonrisas” con un sonoro “¡os dejo de dar la vara!”) pero, precisamente por ese “laissez faire, laissez passer” impostado (sólo necesitamos ver su preocupación por los detalles técnicos) ante su propio material, el esfuerzo creativo de Jorge puede ser considerado por observadores poco atentos de la misma manera que la felicidad de Jobim y Vinicius de Moraes: un ente fugaz y liviano.

Ponen su alma (y su discreción con un guitarrista/mala bestia semejante al lado) Alejandro Blanco (bajo) y Jaime Belaustegui (batería) para conceptualizar el cancionero del grupo en un “corpus” con sustancia más allá del simple envoltorio divertido que siempre trata de vendernos (¡menudo truhán!) su líder. Resulta asombrosa la interiorización del trío de composiciones que subrayan la escritura de Jorge, “Chicos pálidos para la máquina” y su “Chicos pálidos locos de rabia/ si no hay odio no hay rock´n´roll” o “Si la muerte me mira de frente, me pongo de lao” y su herencia de los Ventures. Por tanto, parece lógico que, olvidando discos individuales, su obra se ofrezca ahora en una caja con sus 126 canciones.

En “Chinatown”, John Houston declamaba que “los políticos, los edificios feos y las putas se vuelven respetables si duran lo suficiente”. Es curioso que Jorge Martínez (con su descontrol “punk”, con su dandismo rockero, con su nihilista “Destruye” cerrando el concierto) se haya tornado en solitario referente respetable de una generación aguada por el despropósito (revivals, LPs mediocres, majaderías varias). Su alegato final por recuperar, a través de “Jorge y los magníficos”, las bandas de pueblo de los pelmas habituales, suena a locura de Jerry Lee Lewis, a movimiento de cadera de Elvis, a “riff” de Chuck Berry, a quijotada de alguien muy grande.

UNA MORAL “LÓPEZ VÁZQUEZ”


López Vázquez en acción

En una de esas estampas sesenteras que definen los usos del macho ibérico, José Luis López Vázquez acecha a una hembra muy salada que toma el sol al borde de una mítica piscina cualquiera. “Hooolaaa, señorita, a sus pies. ¿Es usted de por aquí?”. La moza le mira detrás de sus enormes gafas de sol y le responde: “no, soy de fuera”. “Muy bien, señoritaaa. A mí me encanta la gente de fuera… mientras no sean chinos, ¡que me dan repelús! Esos ojos…”. Entonces la chica se quita las gafas y descubre sus rasgos asiáticos: “Pues yo soy china”. Rápidamente, López Vázquez contraataca: “nooo, mujer, me refería a los chinos del Japóooon, a los chinos del Japóooon”.

Para este Madrid bajito, feucho y calvo (sin Copa del Rey, sin Champions), la liga es esa moza imposible que hay que ligarse sobre una toalla de rebajas. Comprobamos en Zaragoza (y comprobaremos en semanas sucesivas) que nos toca tirar de los mismos recursos de rapiña “López Vázquez” al mantener el tipo al Barça. De inicio, la violencia a la que se alió el equipo de Gay no debería chocarnos. Suele ser habitual que los contrarios se animen a patadas y codazos (vaya pájaro el Contini, ¿cuántos partidos le caerán?) con tal de salir en la portada del “Marca” el lunes o recibir un jugoso maletín de Laporta (por si no han tenido ocasión, ojeen su último “shit-book”, “Un sueño para mis hijos”, un atentado literario comparable a “Al hijo que no tengo” de Pedro Ruiz). Lesionado Van Der Vaart, acabamos confiando en un Raúl que regresa al escenario del crimen. Dieciséis años después de debutar en La Romareda, el madrileño no sólo se emperró en sacar al once adelante (un palo y un gol) sino que convenció a Kaká de que la gracia de Dios estaba otra vez de su parte.

López Vázquez, Alfredo Landa, Fernando Esteso,… la historia del cine español está plagada de tipos mediocres, perfectos para identificarse con nosotros, espectadores mediocres, que rozaban, gracias a la ficción, las curvas de saladas impresionantes. Sabemos que el Barça es el Patxi Andión, el Máximo Valverde, el Espartaco Santoni de la Liga. El Real Madrid está obligado a currárselo (¡Pellegrini, no nos la líes!), a buscar chinas de Japón, a ofrecer respuestas veloces si queremos conquistar a la belleza del grupo. Imitemos al impolutísimo, caballerosísimo, limpísimo, buenísimo, guapísimo Guardiola. El pobre, “agobiadín” ya por el Inter, no tardó demasiado en denunciar a los árbitros (unos impecables César Muñiz, José Manuel Fernández y Rómulo Álvarez) nada más terminar su partido ¡contra el colista!

sábado, 24 de abril de 2010

QUE SE MUERAN LOS FEOS

Director: Nacho G. Velilla
Intérpretes: Javier Cámara, Carmen Machi, Julián López
Web: http://www.quesemueranlosfeos.com/



Analizar desde suelo patrio el estado de la cuestión humorística norteamericana o británica produce un "horror vacui" similar a la que experimentaban Paco Martínez Soria y sus gallinas al arribar a esa urbe (inhóspita y cachonda) de "La ciudad no es para mí". Mientras que, por esos lares anglosajones, el humor de "stand up", costumbrista, "neo-pop" (post-humor) o gamberro poseen sus cotos de caza, sus cruces interraciales y sus valoraciones artísticas correspondientes, en España nos hemos atrancado cual mojón subacuático sin escobilla, en una dicotomía trágica que muy pocos autores, nombremos a Cuerda y Berlanga, han intentado superar. Aquí, en nuestra cueva de toro bipolar, o te quedas con José Mota (aceptándole sus "sketches" disfrazado ¡de Larry King!) o con Joaquín Reyes (aceptándole su aparición en "Tensión sexual no resuelta"). Este dilema, cómo no, se contagia al cine (aunque Reyes no tenga demasiado espacio, problema de presupuestos y de públicos potenciales), a la televisión y al hábitat del monologuista (en el escenario del “stand up” nacional o tiras de "esquelasmujerestienencadacosaquenotepuedesimaginar" o te arremangas como sólo hacen hoy Ignatius Farray y Hovik).

Que Nacho G. Velilla se iba a decidir por un costumbrismo con fecha de caducidad y poco recorrido (chistes de tonticos, de "folladores", de feos, de viejas) lo intuíamos por sus trabajos anteriores: la serie "Aída" y su debut, "Fuera de carta". La única incógnita a resolver era si su éxito catódico se replicaría en las salas. "Que se mueran los feos" da indicios de que su propósito se va a cumplir. Porque, no nos engañemos, éste es el solitario objetivo del filme de Velilla: alcanzar a esas audiencias, a esas masas silenciosas a las que "Los bingueros" dieron tantas alegrías en los setenta. Y en un momento en el que uno no puede defender al cine español sin que te salga un indocumentado deletreando la palabra "su-ven-cio-na-os", ésa se convierte en una meta muy respetable. Ahora bien, en cuanto a sus méritos artísticos, la cinta del zaragozano no pasa (verdadera desgracia) de confirmar nuestra teoría previa: en este país la comedia (a lo grueso) continúa estancada. Combinada con una especie de fábula moral sobre la belleza “interior” (si es que tal cosa existe), "Que se mueran los feos" alimenta un matorral de chascarrillos chuscos y "gags" adaptados al gusto del público "Facebook". Una lesbiana y un cura, "Eres tú" de Mocedades, los mozos del pueblo, el pelo "Anasagasti", los enredos amorosos... un batiburrillo de recursos sobados que nos permiten una mínima diversión: poder apostar. Probablemente, "Que se mueran los feos" recaudará un buen dinero y, probablemente, con este plan, en España sigamos entre dos polos. Chistes de pedos o "Enjuto mojamuto". Mozas en tetas (en el metraje le toca a la infravalorada Ingrid Rubio) o Miguel Noguera.

lunes, 19 de abril de 2010

¡QUÉ VUELVA HUGO SÁNCHEZ!


¡Que vuelva Hugo Sánchez como jugador al Real Madrid!

Escribo esto el domingo por la mañana, sin saber qué pasará a las nueve contra el Valencia, con dos dilemas vitales agobiándome la existencia: “hoy necesitamos a la reencarnación de Hugo Sánchez” y “¿será bueno el Ibuprofeno para la resaca?”. Se acabó el “espíritu Juanito”, ¡nace el “espíritu HG”! Admiradísimo intelectual Toñín “El torero”, ¡tus rasgos ocultan tu impresionante inteligencia! Si tú acuñaste esa definición de alto valor lingüístico y moral, “la cofradía del clavo ardiendo”, ¡ésta es mía, jodido! ¡Ya me puedo presentar en la lista de Baldasano! El equipo blanco pide a gritos un “killer” del área. A Higuaín, un delantero que debería bendecir a nuestros cerdos vietnamitas por San Antón, le falta la tranquilidad que poseen esos depredadores. Hugo manejaba los tiempos del goleador en automático, como el experto jugador de póker controla sus gestos faciales. Requerimos a alguien que asuste a la defensa de orcos del Valencia: Marchena, Albelda, Alexis...


¡Que vuelva Hugo Sánchez como entrenador al Almería!

Vale, aceptamos que el Almería juega mejor, que ha abandonado sus formas de equipo hundido y ultradefensivo, y que casi está salvado. Me da igual. Exijo a la federación que readmita a Hugo y a la espléndida afición almeriense que se resigne, con las pobres tácticas del mejicano, a bajar. Un pequeño sacrificio de unos cuantos para evitar esa colonoscopia forzosa que significa aguantar a Lillo cada puñetero fin de semana. Domingo tras domingo, a los inocentes futboleros se nos obliga a sufrir su pelaco, su supuesto acento argentino, su agite en el banquillo cual gnomo en celo y, aquí es cuando convulsiono como el “Loco” Gatti al hablar de Raúl, sus frases baratas y rimbomantes (sólo superadas por los versos de otro maravilloso sinvergüenza, Manolo García). La cita de este premio “Púlizer” después del encuentro del jueves con el Real Madrid fue "el Madrid juega a golearte; el Barça te golea mientras juega". ¿Qué tipo de tumor me estará provocando? Sujeten los gases al leer su análisis de la victoria blanca: “"Cada vez que hemos dado cinco pases seguidos ha habido peligro en el área del Real Madrid, pero no lo hemos hecho en muchas ocasiones”. Una reflexión magistral ¡aplicable a cualquier partido en el que tu equipo pierda! Aúllo con el mismo jerol estreñido de mi maestro Tomás Roncero al terminar el Madrid-Barça: ¡vuelve ya, Hugo! A cambio, a Lillo le podemos destinar a un sitio idílico de Méjico: Ciudad Juárez.

domingo, 18 de abril de 2010

DESDE PARÍS CON AMOR

Director: Pierre Morel
Intérpretes: Jonathan Rhys-Meyers, John Travolta, Kasia Smutniak
Web: http://frompariswithlovefilm.com/



Antes de escribir esta reseña, nos urgía resolver una duda: ¿Pierre Morel es un sinvergüenza? Vista su primera película, “Distrito 13”, y revisada su segunda, “Venganza” (con Liam Neeson de mamporrero), concluimos que el realizador francés pasa mucho de ruborizarse. “Garantizamos a todos un rato espléndido”, cantaba el John Lennon circense del “Sgt. Peppers”. “Distrito 13”, “Venganza” y “Desde París con amor” garantizan un rato espléndido a un solitario (y patético) grupo de humanos: los aficionados al cine de acción “kitsch” (un respeto: somos unos cuantos que aún conservamos acné juvenil). Toca recordar que ese subgénero alcanzó cotas de gran valía artística en los ochenta y principios de los noventa (ríanse, de eso se trata) con películas dialécticas (el filme marca al protagonista, el protagonista marca al filme) como “Comando” (Arnold Schwarzenegger), “Señalado por la muerte” (Steven Seagal), “El guerrero americano” (Michael Dudikoff) o “Red Scorpion, programado para destruir” (Dolph Lundgren).

A Quentin Tarantino y a John Woo les debemos una verdad tardía: que el ángel pseudovirginal Travolta (piensen en “Tal para cual”, con Olivia Newton-John) acabaría convertido en una mala bestia. “Pulp Fiction” lo insinuaba, “El castigador” y “Asalto al tren Pelham” lo confirmaban y “Desde París con amor” lo reitera. Si en “Venganza”, Liam Neeson monopolizaba el papel de “masacrador” autorizado (¡secuestraron a su hija, se lo merecen!), en esta cinta Morel crea un segundo rol de apoyo (un personaje débil, un acompañante habitual de “buddy movie” que evoluciona a balazos) para ofrecer un contrapunto a los desmanes de un Travolta con sobrepeso y habilidades imposibles (saltos de Spiderman, puñetazos en cámara lenta). A pesar de encargar el trabajo secundario (da igual, el norteamericano fondón se zampa la película) a un actor irregular, Rhys Meyers, la química entre ambos resulta y, asumiendo esa desvergüenza general (antológica escena en un restaurante chino), molesta del largometraje la acumulación poco inspirada de disparos, tortas, explosiones y vueltas de tuerca. En definitiva, hasta para rodar barbaridades de este estilo se necesita talento. Pero (y esto es lo que deben preguntarse al entrar en la sala), ¿qué importa? ¿No era lo que venían a ver, “palomitofílicos”?

lunes, 12 de abril de 2010

VAYÁMONOS CON GUTI A BANGKOK

Guti y la chavalada "cool"

Hoy envío mi columna desde un búnker antinuclear oculto bajo una panera de Sobrescobio. A mi vera se acurrucan Tiger Woods, Jaume Matas, Bigote Arrocet y Conrad Murray, el médico de Michael Jackson. ¡Cabrones! Nos acusaron de crímenes que no habíamos cometido. Ahora, buscados todavía por el gobierno, sobrevivimos como soldados de fortuna. Si tiene usted algún problema, quizá pueda contratarnos. Además, gracias a Matas, vendemos unas escobillas de baño que le encantarían. Muy triste la vida de los que creíamos que lo teníamos todo: un palmarés impecable en golf, un palacete que te cagas, el éxito en películas como “Brácula”, la posibilidad de inyectar a uno de los “Jackson five” o la esperanza de que el Madrid machacase al Barcelona.

Alimentándonos únicamente con latas de conservas “Dani” (¡Espanyol, confiamos en ti!), los cinco asumimos que nuestras existencias han sido destrozadas por el Mal: unas “putucas” de Playboy, un velódromo cutre, la maldita Latoya Jackson o la filosofía de Valdano. Y ayer, mientras Tiger lloraba su desdicha (lógico, no hay mozas en el grupo), yo pensaba en el partido del sábado. La sensación de incapacidad, la inconsistencia del centro del campo (pobre Xabi Alonso), la contraposición Casillas-Valdes que permite a los “gremlins” azulgranas pedir selección para el catalán, el cambio-chiste de Pellegrini, la nebulosa mental de Sergio Ramos, la…

En medio de mi quemazo, Jaume gritó “¡Coyons, aquí está la solución!”, agitando una página que anunciaba la marcha de Guti. No contento con despedirse del Madrid ¡días antes del derby!, el majadero de José María “Jaz” declaraba que quería “vivir otra vida” y no descartaba irse “con la mochila a Bangkok”. A los cinco se nos iluminó el careto. “Cuateee, si resulta que no va a ser tan tonto”, soltó Bigote Arrocet. ¡Ésa era la idea! Evitar las llamadas de los barcelonistas (¡jamás pagarían la tarifa internacional!); soportar con unas bellas tailandesas la sospecha de una final de Copa de Europa azulgrana ¡en el Bernabeu!; reflexionar fumando opio si el “modelo Floren 2.0.” había sido el adecuado. Decidido. Destino Bangkok, con Guti, sus tatuajes y sus ganas de encontrar una luz deslumbrante que no sea la de cuando cortan la música en Pachá. Un momento… pican a la puerta del búnker… ¡es Pellegrini! ¡Que se viene con nosotros! Sólo, le exijo al cogerle por la pechera, si no vuelve.

domingo, 11 de abril de 2010

SOUL KITCHEN

Director: Fatih Akin
Intérpretes: Adam Bousdoukos, Moritz Bleibtreu, Birol Ünel
Web: http://www.golem.es/soulkitchen/



La importancia de la música en la carrera del cineasta alemán Fatih Akin ya era manifiesta antes de que su filmografía fuera deslumbrada por la esencial “Al otro lado” (2007). “Crossing the bridge: the sound of Istambul” (2005) retrataba la escena desordenada de los músicos de la capital turca. En ella se evidenciaban una gran parte de los motivos de su último filme: “Soul kitchen”. Dos hermanos (uno, trabajador y responsable, el otro, un ladrón de poca monta) tratan de sacar adelante su restaurante de las afueras de Hamburgo. Construido con el detalle de un mosaico vívido, feliz, la película de Akin defiende lo mínimo como motor de la comedia.

Levantada a partir de un esquema clásico (uno va recordando a Sturges, en sus perdedores protagonistas, a Allen, en su reivindicación del arte como solución a la vida, a Wilder, en su creación milimetrada del diálogo), la cinta se recrea sin rubores en lo previsible de dicho armazón. Es la interacción del eficaz Adam Bousdoukos (y su asombrosa vena cómica) con el paisaje humano circundante (hay secundarios antológicos, como el cocinero-artista o ese viejo marinero de garaje) y con la bellísima ciudad de Hamburgo, inmenso teatro donde jugar a los enredos, la que termina de elevar al largometraje sobre propuestas similares.

Dudábamos si Akin sería capaz de gestionar comedia (por ejemplo, Von Trier no lo consiguió con “El jefe de todo esto”), pero este estreno disuelve la incertidumbre. Con un afán visual que alterna el estilo “Stax” (su BSO, formidable), la discreción formal y el “videoclip-cine” británico (Danny Boyle, Guy Ritche), el encanto que desprende lo mínimo de “Soul kitchen” (esas miradas acogedoras, ese azar necesario para el “happy end”) no nos abandona hasta que la complicidad de unos amantes con el instante anticipa lo único desmesurado del metraje: los títulos de crédito.

EXPOSADOS

Director: Andy Tennant
Intérpretes: Gerard Butler, Jennifer Aniston, Jason Sudeikis
Web: http://www.thepursuitbegins.com/



En una emisión reciente de su programa “Real Time” en la HBO, el cómico Bill Maher pedía a la industria hollywoodiense que no callase sus opiniones sobre la nueva Seguridad Social norteamericana ante las presiones de los nuevos movimientos del partido republicano (“Tea parties”, “talk shows” radiofónicos…). Razonaba Maher que si a alguien no pueden enmudecer estos defensores del libre mercado, ésa es a una de las industrias más importantes de Estados Unidos. En 2009, la maquinaria de Hollywood (recuerden “Avatar”, “Transformers 2”, “Luna nueva”,…) recaudó 35.000 millones de dólares en todo el planeta, aumentando sus ingresos en un 5% respecto al ejercicio anterior. Y en plena crisis mundial.

Uno de sus grandes aciertos ha sido ampliar el público objetivo de sus megaproducciones. Que no se preocupe esa pareja que va al cine. Ella le dice “¡otra de Stallone, no!”. Él piensa “Por dios, ¡Hugh Grant, no!”. ¡Tranquilos! Hollywood da respuesta a ese dilema: una pizca de cada ingrediente y contentos. Desde hace unos años ha aparecido un subgénero de marketing que revuelve cine de acción, comedia romántica y “screwball comedy”: la “action-romantic comedy”. De ahí surgen títulos, hasta ahora muy menores, como “El mejicano”, “Seis días, siete noches”, “El señor y la señora Smith”,… y “Exposados”, el estreno de esta semana con Jennifer Aniston y Gerard Butler. Un cazarecompensas está encantado con el encargo de entregar a su ex – mujer a la cárcel, pero quizá se le adelanten unos asesinos que tratan de silenciar una investigación que ella lleva a cabo.

Con tan mísero material, a uno le ocurre como a los republicanos radicales: ya no sabe bien a quien responsabilizar del jaleo. Si a Andy Tennant por su nulidad creativa (hay que ser osado de intentar un “gag” con Butler corriendo por un campo de golf a ritmo de “Stayin’ Alive”); si a la pareja protagonista (Aniston y su encasillamiento merecerían un estudio de Harvard; Butler chirría menos que en “Postdata, te quiero”); o si a la maligna industria cinematográfica hollywoodiense que, a base de anuncios en periódicos, en webs, en Spotify, en autobuses, en… nos ha empujado, sin remedio, sin piedad, a mi novia y a mí a pagar unos cuantos euros por verla.

sábado, 10 de abril de 2010

SÓLO ELLOS

Director: Scott Hicks
Intérpretes: Owen Wilson, Emma Booth, Laura Fraser
Web: http://www.boysarebackmovie.com/



Cada año que pasa, nos reafirmamos más los que considerábamos "Shine" una demostración abrumadora de dos actores, Geoffrey Rush y Armin Müeller-Stahl, dentro de una película olvidable. Ésto va por esos humanos (un cinéfilo funciona igual que un “hooligan”) que auparon a su director, Scott Hicks, a un papel que no le corresponde: el de alguien a seguir. Sus siguientes proyectos ocupan el lugar que se merecen. "Mientras nieva sobre los cedros", un Ang Lee desmejorado, "Corazones en Atlántida", un Frank Darabont desmejorado, y "Sin reservas", un Sandra Nettelbeck
(muy) desmejorado, bastaban para descubrir el verdadero rol del ugandés: un realizador esforzado de pantalla grande. Reconfirma Hicks nuestra teoría “freak” con "Sólo ellos" (eso sí, sin provocarnos la incapacidad sensorial de la ya citada "Sin reservas"). Después de que su mujer muera, un hombre de mediana edad (Clive Owen) decide criar solo al chiquillo de ambos (Nicholas McAnulty). La convivencia entre los dos y la irrupción de otro hijo de un anterior matrimonio, centran los argumentos del metraje.

Basada en la autobiografía del periodista Simon Carr, el propio autor declaraba en la nota de prensa que el objetivo de su libro era reivindicar a los padres en la familia porque “hemos sido retratados por novelistas y realizadores durante los últimos 25 años y siempre nos han dejado fatal. Ahora nos queda un arduo camino por delante para recomponernos y demostrar que podemos hacerlo. ¡Cómo si nosotros no tuviéramos sentimientos!”. Amigas, no se me acerquen a estos “gremlins”. Lo primero que hay que desmontar del texto/filme son sus supuestas intenciones transgresoras: al pintar al hombre de viudo ejemplar y en las costuras de alguien tan "cool" como Clive Owen, poco tenemos que objetar a que se quede con el niño (¡casi que le regalamos a los nuestros y a ver si nos salen del palo de Clive!). Esa provocación de cartón piedra (puestos a molestar, uno apostaría por un recién divorciado de gran corazón con la cara de Mickey Rourke y una ex-mujer del talante de Charlize Theron; a ver a quién escogería ahora el espectador) contagia al resto de la cinta. Sólo el pipiolo Nicholas McAnulty (un asombroso control del gesto) y la música de Sigur Ros ayudan a superar una historia inflada, plagada de planos (ese padre llorando en medio de la carretera, ese recurso sobadísimo de la madre-conciencia) con envoltorio de “melodramón”, con sabor a nada.

lunes, 5 de abril de 2010

CALAMARO Y LA TRISTEZA


"Nos arde" el derby

En su reseña de «La lengua popular», el séptimo disco de Andrés Calamaro (saldrá el 1 de junio su nuevo «Calamaro on the rocks»), el crítico Alfonso Goiriz da una pincelada de cómo el carácter del músico argentino determina su producción: «Parece como si la inspiración de Andrés Calamaro viniese de muy dentro de su dolor».

Lo apuntó también la maravillosa (y guapísima) escritora húngara afincada en España Alacsonyan Terület Játek, «"Crímenes perfectos" es completamente desesperada». Justo. De su desesperación por haber perdido emergieron tres de los LPs más importantes de las últimas décadas («Alta suciedad», «Honestidad brutal» y «El cantante») y una desmesura con perlas escondidas (el quíntuple «El salmón»).

Una semana antes del clásico, el Real Madrid se presenta como un equipo depresivo, dolido, recién dejado por la Copa de Europa y la del Rey. «No sé qué quiero pero sé lo que no quiero», canta Kaká al enganchar el balón y mirar al cielo de un dios ausente. «Quiero arreglar lo que hice mal», se empeña Higuaín al pensar el montón de ocasiones falladas. «Hoy no estoy adentro mío», reitera Raúl cada vez que salta al campo. Tampoco ayuda, en un equipo bajo de moral, que su entrenador cadavérico sea aficionado al blues: «No sé por qué imaginé que estábamos unidos, pero aquí estoy, tan solo en la vida que mejor me voy».

El jerbillo, un ratoncito muy gracioso, es capaz de copular 224 veces en una hora. Así anda el Barcelona: en permanente algarabía orgásmica. Empatar contra el Arsenal y ganar al juvenil del Bilbao les ha provocado una felicidad «jerbillera». Apostar por una tristeza creativa, por buscar la inspiración dentro del dolor, debería ser la primera opción del Madrid en el derbi.

Que Xavi Alonso levante la cabeza y vea «Los aviones». Que Casillas no se nuble y escriba a la Carbonero «Todavía una canción de amor». Que CR9 rocanrolee con «Me arde» y, ojalá, nos dé la certeza de saber que el Barça no va a volver (al Bernabeu, esta temporada).

LUCIÉRNAGAS EN EL JARDÍN

Director: Dennis Lee
Intérpretes: Ryan Reynolds, Willem Dafoe, Julia Roberts
Web: http://www.widepictures.es/luciernagaseneljardin/



Ojalá Iker Jiménez se deje de estudiar supuestos misterios (la «Sabanona» Santa o las caras de Bélmez) y explique cómo es capaz Dennis Lee de juntar a tal número de estrellas de Hollywood alrededor de un guión mínimo (sin ser amiguete de Woody Allen). He ahí el secreto de «Luciérnagas en el jardín»: a Willem Dafoe, Julia Roberts, Ryan Reynolds, Emily Watson, Carrie-Ann Moss, Ioan Gruffold y Hayden Panettiere se les encarga la supervivencia del filme. Pero ni así le sale de bien la jugada a Lee. La verosimilitud del melodrama, un género complicado de dominar, se le escapa desde el arranque. Es difícil mantener la coherencia (a ratos lo consigue con cierta dignidad) en un relato apoyado en un desencadenante muy forzado (un accidente de coche rocambolesco) y en una combinación de «flashbacks» arriesgada y simplona (los paralelismos tiempo actual / tiempo pasado carburan con grosería).

De las películas mediocres, ésas en las que se nos va la vida, únicamente permanecen instantes. En «Luciérnagas en el jardín», un total hoy olvidado, destaca la calidez innata de Julia Roberts. Ella, tan poco reivindicada, funciona como contrapunto a los desbocados Dafoe y Watson (parecía imposible que esta actriz se pasase de vueltas: aquí, la prueba) y regala los fotogramas más valiosos de la cinta. En su contradictoria cercanía a un hijo perdido y a un marido miserable, se encuentra gran parte de la valía de este celuloide. Admirar la belleza, la inteligencia y la templanza de la Roberts, impermeable a cualquier formato (incluso refulge en un granulado «Super 8»), justifica la entrada. Repito, ¿cómo la habrá conseguido Lee?

domingo, 4 de abril de 2010

FURIA DE TITANES 3-D

Director: Louis Lettelier
Intérpretes: Sam Worthington, Liam Neeson, Ralph Fiennes
Web: http://wwws.warnerbros.es/clashofthetitans



Con motivo del estreno de “Avatar” en 3-D y su éxito económico posterior, en diversas publicaciones especializadas se replicó un debate sobadísimo: ¿sería el séptimo arte relegado a un entretenimiento vacuo por esta tecnología? Se olvidan aquellos que se tiran de las barbas (estos sujetos suelen cultivar abundante pelo facial) de que el fenómeno de la acción que invade nuestra butaca (bien, por efecto de profundidad, bien, por efecto de relieve, bien, por el olor, ¡viva William Castle!) lleva con nosotros demasiado tiempo como para preocuparnos. Ya en “La llegada del tren a la estación” de Lumiére (1895), los espectadores se asustaban por la posibilidad de que la máquina abandonase el lienzo y les asaltase, la muy cabrona, en el cómodo café donde adoraban a ese nuevo mesías llamado cine. No caigamos en la egolatría 2.0.: la edad dorada del 3-D no la estamos viviendo con el taquillazo de Cameron y la subsiguiente amenaza gótica de Tim Burton y su “Alicia”. En los años cincuenta, películas pioneras como “Los crímenes del museo de cera” (1953), “Vinieron del espacio” (1953) o “Misión peligrosa” (1954), añadían extras tridimensionales a la experiencia cinematográfica. Y aunque ahora esté en boga, sería injusto no citar los proyectos (casi todos ruinosos) que, en los ochenta y noventa, intentaron reflotar la fórmula: “Tiburón 3-D” (1983), culpable de hundir la carrera a cualquiera, o “La pesadilla final: la muerte de Freddy” (1991), una terrible continuación de la franquicia Freddy Krugger.

Si el 3-D es un prodigio que nos acompaña desde hace sesenta años (la mitad de la historia del cine), ¿qué queda? Pues aquello que a “Furia de titanes” le falta. Un buen guión. La bizarrada menor en la que se basa, un largometraje de Desmond Davis (1981) con Harry Hamlin de prota (contempla tu futuro, Worthington), aún conserva un encanto: ser el último filme “mainstream” donde podemos disfrutar de la artesanía “stop-motion” de Ray Harryhausen. En esta versión de 2010, Harryhausen, un verdadero dios del Olimpo, es sustituido por una serie de enfrentamientos de videojuego con villanos, planos aéreos a montones y personajes cayéndose por un abismo al morir (¿existirán abismos libres para tanto humano?). El sustento (más o menos criticable en su ideología) que algunos otorgamos a “Avatar”, en la película de Louis Lettelier brilla por su ausencia. Espectáculo sin alma (determinados momentos, como la visita al oráculo, incapacitan el esfínter), sólo un detalle de la cinta remite a su predecesora. En ambas, cada uno de los secundarios de lujo (en la primera, Laurence Olivier, Ursula Andress o Maggie Smith; en el “remake”, Ralph Fiennes o Liam Neeson) tienen la misma cara de “¿cuándo se come aquí?”.