sábado, 28 de mayo de 2011

SENNA

Director: Asif Kapadia
Web: http://www.paramountpictures.com.br/senna



En una de las grabaciones del documental de Asif Kapadia sobre el extraordinario tricampeón de F1, Ayrton Senna, el carioca grita exultante su victoria en el Gran Premio de Brasil ‘91, finalizado en una agónica sexta marcha. Esa épica de semidiós (dandy) recubre la vida (y este celuloide) del corredor. Desde su llegada a Europa y su formación en los karts hasta las circunstancias de su trágica muerte, todo en “Senna” se imbuye de una monumentalidad que no siempre se ve acompañada por la capacidad del realizador al justificarla. Apoyándose en expertos e imágenes de archivo, solo consigue su objetivo cuando abandona las macrodeclaraciones (“sentí como si, al morir, su espíritu volase”, majadería del doctor que le atendió tras su accidente mortal) y se centra en la microhistoria del campeón.

De esta hagiografía de gran producción y mayor distribución (he visionado los doscientos y pico minutos del montaje original, que seguro ganarán en su versión editada para cines), interesan (y, al ser pocos, mucho) los resquicios que adivinan claroscuros a Senna, esas grietas que permiten atisbar a un personaje poliédrico y de superiores dimensiones que las que busca (o le dejan buscar a) Asif Kapadia. Como ocurre en los documentales autorizados por Norman Foster (“¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?”) o Pasqual Maragall (“Bicicleta, cuchara, manzana”), juegan a su favor las contadas ocasiones en las que el filme se distancia de su retratado o en las que se aparca el montaje automático de antiguos “reels” informativos. Relativiza a ese personaje mesiánico (y asexual) el amor-odio superviviente de un Prost avejentado, su emoción al recordar lo salvaje de los karts (casi un paraíso perdido), su territorialidad animal de (cualquier) campeón, o esos gritos de felicidad al haber conquistado lo imposible en el 91, en sexta marcha, en un país entonces sobrepasado por el presente.

PEQUEÑAS MENTIRAS SIN IMPORTANCIA

Director: Guillaume Canet
Intérpretes: François Cluzet, Marion Cotillard, Benoit Magimel
Web: http://www.pequeñasmentiras-lapelicula.es/



Después del recomendabilísimo thriller “Ne le dis a personne” (“No se lo digas a nadie”, aún inédita en España), Guillaume Canet vuelve a la dirección con texto propio y unos cuantos de sus actores favoritos (Marion Cotillard, François Cluzet). Aunque, de arranque, ambas películas se distancien en temáticas, “Pequeñas mentiras sin importancia” comparte el suspense con su predecesora en una portentosa escena inicial que desafía al plano secuencia de larga duración. Un accidente de moto de un disoluto, éso son aquí los amantes de la noche y el copeteo, prologa el viaje purificador de sus amigos a una pequeña casita de playa donde aplacarán sus diversas sexualidades y sus filosofías new-age al calor de unas brasas.

Próxima a otros intentos de desgranar qué narices es eso de llegar a la cuarentena en la burbuja post-burguesa, su simplísimo guión le impide a uno acordarse de aciertos como “Los amigos de Peter” y, en cambio, le facilita rememorar lugares superficiales y bobalicones como “Las razones de mis amigos”. Los equívocos “gay” (vanguardia del humor), las inseguridades en las relaciones (especialmente, en aquellas que son “poco profundas”) y esa afición de Canet de machacarnos con una BSO obvia (“My way” en el funeral, “The weight” en una escena coral y, cómo no, Anthony and the Johnsons cuando estamos tristes), caracterízan a un metraje de elevadas pretensiones y mediocres resultados. Incluso su duración (casi ciento cincuenta minutos, un “rara avis” en películas de este tipo) nos obliga a pedirle a Canet que regrese a sus thrillers sin importancia pero, al menos, divertidos.

lunes, 23 de mayo de 2011

¡MANCHESTER REAL YA!

¡Os queremos, Manchester!

Una Copa del Rey barriendo al Barça. Ciento dos goles con un equipo «defensivo». Pichichi histórico de Cristiano Ronaldo. Un entrenador que ha revolucionado hasta a TR1 (Toñín el toRero). Vale. Muy bien. No nos basta. El orden del Universo todavía no está en perfecta armonía. Falta un detalle, amigos: que el Barça no gane la Champions. Compañeros de otras escuadras, no se me lancen al cuello y reflexionen. Si los «gremlins» azulgranas arramplan con este título se verán autorizados para darnos la barrila durante todo el resto del siglo con eslóganes que ya se han probado falsos: «Hacemos el mejor fútbol de la historia», «Messi es el mejor jugador de la historia», «Nadie, en la historia, conseguirá igualar los títulos de la época Guardiola». ¿A que les suena? Si queremos evitar esto y las llamadas de los culés y las coñas marineras con Guti y a Shakira cantando «Tot el camp» y a…, es imprescindible que el Manchester se lleve la victoria el sábado.

Sé que por sus cabecitas pasarán cosas del tipo de «Este Galán es un miserable», «¿Por qué no se alegra de que gane un equipo español?», «¡Con lo que molan los partidos del Barcelona!», o «What the F.A.C.! ¡Vaya panzón que tiene Álvarez-Cascos!» (en este caso es que aún no han superado la impresión de admirar la lozanía de D. Francisco al celebrar su victoria electoral). Se equivocan. Les reitero: el Barcelona y su concepción del fútbol es un mal superior a cualquier desacuerdo que tengamos, un mal que ha provocado esta crisis generalizada en el mundo del fútbol: las diferencias cada vez más pronunciadas entre los clubes, los altos números de temporadas sin títulos merengues, la incapacidad de nuestros dirigentes, o el caso islandés (como todo se origina en esa isla, es seguro que algo relacionado con el Madrid tiene que haber ocurrido allí).

A modo de inspiración, deben de recordar esos momentos históricos en los que varios pueblos se juntaron contra terribles amenazas al futuro de la Humanidad: rememoren la colaboración entre los rusos y los norteamericanos en la II Guerra Mundial o la alianza de los Autobots y los Decepticons al descubrir que el malvado Galactus había infectado Las Vegas de zombies. «Friens of de Llunaited», ya sé que nuestro último enfrentamiento en Europa acabó con victoria blanca, ¡no nos lo tengáis en cuenta! Me encantaría felicitar a los jugadores de Manchester, especialmente a los enormes Javier Hernández, Berbatov y Vidic, por su nueva Liga. Van der Saar, Giggs, Ferguson, no lo dudéis, los madridistas estaremos apoyándoos fuera del estadio, acampados por un mundo mejor, libre de barcelonismo.

SETENTA CANCIONES PARA LOS SETENTA AÑOS DE BOB DYLAN

(Escrito con Antonio Rico)


"Tangled up in blue", nuestro número 4

El próximo martes, 24 de mayo, Bob Dylan, el más ejemplar de los grandes compositores de canciones que ha producido la aparición de la música grabada a mediados del siglo pasado, cumple 70 años. Quizá a él ese día le pase desapercibido, aunque seguramente el público del probable concierto de esa noche le recordará su aniversario redoblando la pasión insana con la que habitualmente es recibido el viejo alquimista de estilos. Como si de un plan concebido hace cincuenta años se tratara, Dylan va volviendo cada vez más en sus discos y conciertos a las raíces más elementales de su obra y de la música popular norteamericana, dos conceptos cada vez más indistinguibles. Y así cierra un ciclo de blues, rock, folk y pop de una cantidad, calidad y densidad artística que no pudieron alcanzar ninguno de sus compañeros de generación. Setenta años de Dylan: es el momento perfecto para ensayar una de las setenta mil posibles listas diferentes con las mejores setenta canciones de Bob Dylan.

01. Mr. Tambourine Man (1965)

02. Like a rolling stone (1965)
Bruce Springsteen describió la sensación de escuchar por primera vez el trallazo de tambor con el que explota «Like a rolling stone» «como si alguien hubiese abierto la puerta de tu mente». Al Kooper, responsable de acarrear el Hammond en la canción, afina aún más la emoción: «Es como escuchar un golpe del martillo de un juez». En la composición, ese magistrado decide sobre el futuro de una chica pija caída en desgracia, quien, en una primera interpretación del texto, acaba siendo culpable. Los versos de Dylan producen una canción sin nostalgia, una epopeya de liberaciones: la de su protagonista, la del propio Dylan, o la de una generación hippie que la escuchó, amplificada y endiosada en los dedos de un (casi) cadáver llamado Jimi Hendrix durante la quinta jornada del Festival de Monterrey-67.

03. Changing of the guards (1978)

04. Tangled up in blue (1975)
Si Bob Dylan hubiera grabado un único disco y ese disco hubiera sido «Blood on the tracks», ya estarían plenamente justificadas las celebraciones que a lo largo de todo el planeta conmemorarán la semana que viene el septuagésimo aniversario del genio, la concesión del premio «Príncipe de Asturias» y la estatua del músico que próximamente se levantará en Washington Square. En la mitad de la treintena, exactamente en la frontera que su divorcio de Sara Lownds supuso entre dos etapas completamente diferentes de su vida, Dylan compone un disco brutalmente honesto, cuya solidez y clasicismo se mantienen intactos tras ser escuchado a diario durante los últimos treinta y seis años. Se abre con «Tangled up in blue». Si Bob Dylan hubiera grabado una única canción y esa canción hubiera sido «Tangled up in blue», bla, bla, bla...

05. Desolation row (1965)

06. A hard rain's gonna fall (1963)

07. I want you (1966)

08. Idiot wind (1975)

09. Blowin' in the wind (1963)

10. I and I (1983)
Cuenta Leonard Cohen una deliciosa anécdota acerca de esta canción. Charlando tras un concierto, Dylan preguntó al canadiense cuánto tiempo le había llevado escribir «Hallelujah». «Dos años», mintió Cohen, porque le avergonzaba reconocer que escribir esa canción le había ocupado más de tres años. A continuación, le devolvió la pregunta: «Y tú, Bobby, ¿cuánto tiempo tardaste en escribir "I and I"? «Quince minutos», contestó Dylan. «Maldito Dylan», termina Cohen, «estoy seguro de que él también me mintió. Estoy seguro de que la escribió en diez minutos».

11. Gotta serve somebody (1979)

12. Every grain of sand (1981)

13. Dirge (1974)

14. If you see her, say hello (1975)

15. Señor (tales of yankee power) (1978)

16. Sad-eyed lady of the lowlands (1966)

17. Shooting star (1989)
La sequía creativa que ya amenazaba «Empire burlesque» en 1985 se prolongó durante el resto de sus discos de los 80. Hasta que en 1989 de nuevo los planetas volvieron a alinearse, el mejor Dylan entregó «Oh Mercy» y todos respiramos aliviados. «Shooting star» quedó inmediatamente incluida entre los clásicos de su discografía, y nuestro escritor de canciones favorito se permitió sumirse en otra crisis fronteriza. Habría que esperar hasta 1997 y «Time out of mind» para que renaciera Bob Dylan convertido en el anciano y sabio bluesman que es desde entonces. «Vi una estrella errante y pensé en ti».

18. Precious angel (1979)
Aceptémoslo: estas estrellas del rock extravagantes viven durante décadas y décadas en mundos extraños, con fans trastornados revolviendo en los cubos de su basura, cometiendo excesos que se prolongan durante años, contestando entrevistas pseudoprofundas con respuestas pseudomísticas ante las cuales los lectores quedan pseudoboquiabiertos. ¿Cómo no se les va a ir la olla? Y a Dylan se le fue, se le fue del todo. Una mala mujer aprovechó un delicado momento personal para convencer al aturdido Bobby de que Jesús tenía un plan para él que pasaba porque abandonara toda su vida pasada, ingresara en una iglesia de «renacidos» y comenzara a grabar discos bíblicos anunciando la inminencia del Apocalipsis. Dicho y hecho, el ahora septuagenario empezó entonces a grabar estremecedores discazos de rock y gospel amenazando a la audiencia con infiernos ardientes en caso de que siguieran fornicando como venían haciendo. Discos buenísimos, por cierto. ¿Qué pasa?, ¿nos va a dejar de gustar la Capilla Sixtina porque sea católica? No, ¿verdad? Pues igual podemos disfrutar de «Gotta serve somebody», «When he returns», «Saved», «Pressing on» o esta «Precious angel» de una belleza luminosa inaudita. La audiencia siguió fornicando como venía haciendo y a Dylan volvió a parecerle bien cinco años después.

19. Mixed up confusion (c. 1962)

20. Mississippi (2001)

21. Make you feel my love (1997)
Esta canción no supuso ningún avance significativo en la música popular del siglo XX. No cambió el rock, ni el pop, ni el blues, ni el folk. No inaugura una nueva forma de narración dentro del formato de las canciones ni trata sobre un tema inusual en el campo de la música comercial. Es, simplemente, la canción de amor más hermosa escrita en la década de los 90, y sobre ella cayeron como buitres gente tan dispar como Billy Joel, Adele o los aspirantes a entrar en «Operación Triunfo». «Cuando la lluvia golpee tu cara y todo tu mundo quepa en una maleta, yo te daré un cálido abrazo para que sientas cuánto te quiero». Así de sencillo.

22. Lonesome day blues (2001)

23. Where are you tonight (journey through dark heat) (1978)

24. Subterranean homesick blues (1965)

25. Isis (1976)

26. Ring them bells (1989)

27. Forever young (1974)

28. Girl from the north country (1963)

29. Highway 61 revisited (1965)

30. Cold irons bound (1997)

31. Not dark yet (1997)

32. I shall be released (1975)

33. My back pages (1964)

34. Don't think twice, it's all right (1963)

35. Maggie's farm (1965)
«¡No me abucheéis más!», grita Dylan por la ventana de un taxi en el documental «Don't look back» (1966). En este metraje se registran las reacciones del publico británico al descubrir al Dylan electrificado. Ese chico ya no era el que les gustaba a los «folkies», ese chico era el Judas que soltó la guitarra acústica y nos jodió la protesta y los derechos civiles. Me han dicho que Pete Seeger intentó detenerle cortando el cable eléctrico con un hacha. ¿Y la paz mundial?, ¿dónde está la puñetera paz mundial en el «Maggie's farm» que (nos) arruinó el Festival Folk de Newport de 1965? Sí, compañeros, fue ese cabrón el que consiguió que Peter Yarrow pidiese disculpas a la congregación folk por su osadía de empuñar una Gibson con un bajista y un batería y cantar imitando con desgana al Dylan que todos esperaban escuchar.

36. Just like a woman (1966)

37. Knockin' on Heaven's door (1973)

38. Lay, lady, lay (1969)

39. Jokerman (1983)
Como una continuación de «Changing of the guards», Dylan inicia su grandísimo álbum «Infidels» con una avalancha de imágenes surrealistas, referencias eruditas y rimas inesperadas. Es imposible de agotar: no importa cuántas veces se escuche, cada vez sorprende con un detalle en el que antes no se había reparado. E, igual que ocurría en «Changing of the guards», la canción tiene una melodía demasiado hermosa como para que Dylan sea capaz de cantarla en directo. Y eso que a principios de los 80 el tenor todavía tenía algo de voz.

40. Love sick (1997)

41. Visions of Johanna (1966)

42. One too many mornings (1964)

43. Is your love in vain? (1978)

44. Mama, you've been on my mind (c. 1964)

45. When he returns (1979)

46. Wedding song (1974)

47. I threw it all away (1969)

48. Pressing on (1980)

49. Tomorrow is a long time (1962)

50. You're a big girl now (1975)

51. Shelter from the storm (1975)

52. The times they are a-changin' (1964)
El 11 de febrero de 2010 se celebró en la Casa Blanca un concierto que resucitó la banda sonora que acompañó a los manifestantes por los derechos civiles. Esta revuelta ciudadana tuvo su acto más representativo en «La gran marcha sobre Washington» de 1963. Organizada por agrupaciones religiosas a favor de los derechos humanos, y comandada por Martin Luther King y su «He tenido un sueño», lo que allí ocurrió convirtió a Dylan en uno de los iconos de la izquierda norteamericana. Cuarenta y siete años más tarde, en una lujosa sala de la Casa Blanca, frente a un presidente negro, Dylan obvió las tres canciones de la actuación original («Only a pawn in the game», «When the ship comes in» y «Keep your eyes in the prize») para aullar, con voz rasgada y esforzada, una versión emocionante, incomparable, de «The times they are a-changin».

53. Blind Willie McTell (1983)

54. Simple twist of fate (1975)

55. Stuck inside Mobile with the Memphis blues again (1966)

56. When the deal goes down (2006)

57. Just like Tom Thumb's blues (1965)

58. It's all right, ma (I'm only bleeding) (1965)

59. With God on our side (1964)

60. It's all over now, baby blue (1965)

61. Ballad of a thin man (1965)

62. Rainy day women #12 & 35 (1966)

63. Series of dreams (1989)

64. When I paint my masterpiece (c. 1970)

65. Foot of pride (c. 1983)

66. I'm not there (c. 1975)
En «No direction home», el documental de Martin Scorsese, se pueden ver las primeras imágenes del músico en el año 61. Su torpeza ante la cámara, basada en movimientos frágiles y desacompasados, remite a uno de sus héroes confesos, Chaplin. Esta fascinación infantil por el séptimo arte ha provocado que Bob probase suerte en el cine en diversas ocasiones y que, en casi todas, fallase. Hasta que un verdadero maestro como Todd Haynes consiguió rodar una obra maestra a la altura de Dylan. El filme «I'm not there» retrata las múltiples vidas del cantautor de Duluth con la iconoclastia debida a un músico poliédrico que, en una entrevista promocional por el estreno de «Renaldo y Clara» (1978), declaró a un periodista: «Podríamos hacer una película y tú podrías ser Bob Dylan».

67. High water (for Charley Patton) (2001)
«Ayúdanos, Señor, porque conocimos lo peor siendo demasiado jóvenes», recita Dylan a Rudyard Kipling en una entrevista, apuntando una de las inspiraciones de su álbum «Love & theft», publicado el 11-S. Como escribe Sean Wilentz en el esencial «Dylan in America», Bob juega en este LP con «el pasado y el presente, la memoria y la historia». Después de revisar el cancionero norteamericano con «World gone wrong» y «Good as I been to you», Zimmerman compone con «High water (for Charlie Patton)» un puzle de referencias a una memoria capaz, entre el «High water» original del «bluesman» Charlie Patton y Robert Johnson y George Lewes y su amigo Darwin y el Diluvio Universal, de adivinar el (nuestro) futuro: «La gente pierde sus posesiones / la gente se va de la ciudad / Ella me dijo: "No trates de ayudarme, / ¿No ves que yo también me ahogo?" / Está jodido ahí fuera / Inundaciones por todas partes».

68. The lonesome death of Hattie Carroll (1964)

69. 'Cross the green mountain (2003)


70. Song to Woody (1962)
Invierno de 1961. En el psiquiátrico de Greystone (New Jersey) acababa sus días Woody Guthrie, el padre folk de todos los padres de la música norteamericana del siglo XX. Enfermo de Huntington, no está claro que Guthrie se enterase de las composiciones que un postadolescente llamado Robert Zimmerman le susurraba al lado de la cama. Poco después, recién instalado en Nueva York, Zimmerman escribió «Song to Woody», incluida en su elepé de debut «Bob Dylan», dedicada a su ídolo y todas las personas que vienen con el polvo y se van con el viento. Durante la primera entrevista para lanzar el disco, le preguntaron sobre las múltiples referencias de sus textos: «¿Dónde aprendiste estas cosas?». Tras una infancia y adolescencia en Duluth, Minnesota; de padres de clase obrera y sin un dólar, Dylan comenzó a inventarse a sí mismo: «Las aprendí con una feria ambulante. Estuve con ellos unos seis años».

TOKIO BLUES

Director: Anh Hung Tran
Intérpretes: Rinko Kikuchi, Kenichi Matsuyama, Kiko Mizuhara
Web: http://www.tokioblues.es/



La inclusión en la banda sonora de “Tokio blues” de diversas canciones de “Can”, ese grupo sesentero, psicodélico (y alemán), sirve para desvelar muchas de las intenciones de Anh Hung Tran en su adaptación cinematográfica de la novela de Haruki Murakami. A lo largo de 1967, año en el que arranca el metraje, en Alemania Occidental y en Japón alcanzaba la mayoría de edad una generación que había crecido bajo control norteamericano y que, en parte, se había educado bajo una serie de reformas (y rutinas) (tele)dirigidas por el gobierno estadounidense. La canción de los Beatles, “Norwegian Wood”, representante de un movimiento occidental (hippismo + amor libre) en conflicto con una cultura oriental, desencadena el recuerdo en Toru Watanabe (Kenichi Matsuyama) de un tiempo de posadolescencia en el que (sobre)vivió al suicido de su mejor amigo Kizuki, a la vez que establecía una relación amorosa con la ex-novia de éste, Naoko (Rinko Kikuchi).

Hung Tran, director de las imprescindibles “El olor de la papaya verde” y “Cyclo”, traslada el texto de Murakami con el mayor respeto posible en cine: asimilándolo a su visión filmica. El cineasta aplica su tempo, pausado y detallista (disfruten la fotografía de Pin Bing Lee), a la inestabilidad de lo retratado; un cúmulo de emociones soterradas durante la iniciación de unos adolescentes a un mundo adulto que, reitero, (a)parecía aún más incierto en el Japón de 1967. En ese mosaico surge la sexualidad, la locura, el suicidio (diseccionado durante una escena inicial fuera de plano) o la enfermedad, todo a revoluciones súbitas que remarcan las intenciones del director para con su proyecto. “Los tiempos están cambiando”, cantó Bob Dylan cuatro años antes de lo que ficciona la película. El metraje basta como evidencia tangible de la afirmación del cantautor, describiendo con fuerza las contradicciones de una época que dejó enmedio a una nueva tipología masiva: la de la mujer liberada (y sus despresurización, especialmente, en una sociedad como aquel Japón). No deben de extrañar, y de esta manera están contadas en el filme, algunas de las consecuencias de la asimilación de lo norteamericano en el país imperial: la progresiva occidentalización de los trastornos psicológicos (incluso integrados en un sistema de curación como el que sugiere la cinta) o la expresión de (ya) nuestra variopinta sexualidad (“necesito ver porno, algo perverso”, ordena una de las mujeres del filme). Asumimos alguna cadencia excesiva y alguna hípermetafora en “Tokyo blues” solo porque posee méritos notables: adaptar un “best-seller” muy ligado a la memoria sentimental actual (casi tanto como “Norwegian wood” a su protagonista) y, además, por hacerlo con voz autónoma, casi proponiéndonos que nos olvidemos de, que matemos a, Murakami.

lunes, 16 de mayo de 2011

COMO EL PORNO DE BIN LADEN


Cuando entraron los SEALS, el porno todavía estaba en la habitación de Bin Laden.

Según parece, al tipo que consideraba la música como “la flauta del diablo”, le gustaba bastante el ritmillo. Pero, en su descargo aparte de sus descargos, recordemos que ¡llevaba cinco años metido en una puñetera habitación! Encima, con la única compañía de sus tres esposas. El infierno. Ni un mal amigote que invitar a casa a ver el fútbol y compartir su riquísima marihuana; ni un día sin oír, con diferentes voces, eso de “Osama, ¡da asco cómo tienes el armario!”. Sinceramente creo que fue él quien acabó filtrando su escondite a los americanos: mejor un cielo con chopocientas vírgenes que un antro (tri)familiar de Abbottabad. Eso sí, lo curioso es que un humano que afirmó en 2002 que USA “explotaba a las mujeres como productos de consumo” y que “exponía a sus hijas desnudas en vallas publicitarias para vender”, guarde un botazo de vaselina en la cómoda y se haya comprado una colección de pelis del estilo de “Desert girls III” o “En el harén sin sostén”.

Se va cerrando la temporada y, al igual que los vídeos de Bin Laden, aún tendremos que aguantar unos cuantos discursos culés sobre lo inmaculado de su fútbol y lo marrano, infernal, asqueroso, insoportable, del nuestro. A pesar de que, a estas alturas, hemos ganado los mismos títulos que ellos (la Supercopa me vale tanto como el Pichichi histórico de CR7), seguirán apelando a ese bien esencial, metafísico, llamado “el buen fútbol”. Ellos, cómo no, son los poseedores, conocedores y certificadores de su patente, y el resto somos la basura que explota a nuestros jugadores como productos de consumo y a nuestras novias desnudas en vallas publicitarias para vender. Con una liga en sus manos y una Champions en la que continúan gracias a las ayudas arbitrales, se permiten el lujo de etiquetar al Madrid de “equipo machetero”. Mascherano, el balonazo de Messi a la grada, las declaraciones de Guardiola, las tontunadas de Piqué o ese Busquets tan conciliador son ejemplos de su especial concepto de la limpieza.

Además de desgranar los mecanismos del pensamiento integrista, “Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón”, estupendo ensayo del filósofo Hubert Schleichert, termina admitiendo que los fundamentalistas son impermeables a cualquier razonamiento lógico, ya que sus proposiciones están corroídas por la no falsabilidad. O sea que, madridistas, relájense: apoyen estos partidos a Mourinho (nuestra gran apuesta) y olvídense, nada se puede hacer por ellos, de los impermeables sermones hipócritas de los azulgranas desde sus habitaciones aisladas del mundo.

lunes, 9 de mayo de 2011

¡BIN LADEN Y MOURINHO SIGUEN VIVOS!


El posmodernismo ha traído tiempos de relativismo y conspiranoia, camaradas. No nos basta con ver un vídeo con Massiel bailando descocada, que si no vemos delante a Massiel bailando descocada, ¡no nos cabe en la cabeza que la cantante le dé al «drinking»! Ya que María Teresa Campos se lleva ex famosos a «¡Qué tiempo tan feliz!» para que comprobemos que aún viven, considero que es mi deber periodístico repetir su gran labor de investigación con Bin Laden y Mou, dos castrones que resurgirán en cualquier momento. Los paralelismos son evidentes y, si uno todavía respira, no me jodan, ¡el otro también!

1.- A los dos les emboscaron en una residencia de lujo. A Bin Laden, en un complejo «cool» y semivacío de Abbottabad. A Mou, en un hotel carísimo de Barcelona, donde lo había confinado la UEFA durante la vuelta de Champions.

2.- Los dos utilizaron un escudo humano. Bin Laden, a una de sus esposas; Mourinho, a Karanka.

3.- A los dos les formó el enemigo. Se ha revelado que Bin Laden, en los ochenta, realizó varias traducciones a la CIA. Asimismo, todos sabíamos que Mourinho era el traductor de Robson en el Barça.

4.- A los dos les mola verse en vídeo. Este fin de semana se han emitido unas grabaciones en las que aparece Osama disfrutando ¡vídeos de sí mismo! No es difícil pensar que José tenga semejante vicio y le diga a su niño: «¡Vaya si es guapo papá!, ¿eh?».

5.- Sus captores son premios Nobel de la Paz. Bueno, Obama sí, y Guardiola no, pero igual el calvo se lo merece por controlar un vestuario con «futbolistos» como Piqué, Puyol, Mascherano o, en el pasado, Eto'o.

6.- Los dos parecen pakistaníes. No me lo nieguen, si Mou se pusiese un chándal morado y acarrease unos mecheros de bar en bar, lo echarían de su mesa. Por eso, no es muy razonable que se oculte en Finlandia del linchamiento al que está sometido.

7.- A los dos les guía un profeta. Mahoma y Florentino, vidas paralelas.

8.- Cuando se mueran, a los dos les enterrarán con un ritual. Al terrorista, lanzándolo al mar, como manda la tradición islámica; al entrenador, anunciando su destitución en portada del «Marca», como manda la tradición madridista.

9.- Los dos se sustentan por unos radicales. A Bin Laden lo financia Al Qaeda y el mulá Omar, ese hombre que hizo una peineta al satélite norteamericano. A Mou, le pagamos el sueldo los madridistas y el mulá Roncero, ese extraordinario ser que hace peinetas a los barcelonistas en «Punto pelota».

sábado, 7 de mayo de 2011

CARTA BLANCA

Directores: Bobby y Peter Farrelly
Intérpretes: Owen Wilson, Jason Sudeikis, Jenna Fischer
Web: http://hallpassmovie.warnerbros.com/



El humor ha sido uno de los métodos preferidos del cine para estudiar a ese nutrido grupo de humanos y humanas que, llegada la cuarentena, intentan (re)volver(se) a sus años juveniles, purificados estos por la memoria y por nuestra sociedad de consumo. Los “fortynagers” o las “cougars” pelean por ese paraíso perdido de tal manera que ya, según explica “Carta blanca”, en algunos matrimonios se ha establecido un “todo vale” momentáneo, un descanso en la rutina del guerrer@ ajado, que permite, de mutuo acuerdo (no nos pasemos), un ratico de locura infiel, inconfesable y “teenager” a los cónyuges.

En esa entente cordiale se basa la nueva película de los Farrelly, dos cineastas que, haciendo cuentas, realizaron sus mejores trabajos en los noventa (las esplendorosas e inmaduras “Algo pasa con Mary”, “Dos tontos muy tontos”, “Vaya par de idiotas” y “Yo, yo mismo e Irene”). Asumiendo que toda la última comedia gamberra acaba abismándose en el romanticismo (cómo echamos de menos cosas como “Very bad things” o “Porky’s”), “Carta blanca” invierte las tornas y lo “punk” alivia el total amoroso. En “Carta blanca”, los hermanos Farrelly dejan atrás las contradicciones de rigor y aplican a pies juntillas lo que propone en el arraque la maravillosa (y mujer) Joy Behar (“ésta práctica ha ayudado a mi matrimonio”). Quizá sea esta filosofia la que provoque que aquellos que tan solo buscan sexo y no una prueba de amor, no encuentren ni lo uno ni lo otro, y que aquellas que buscan una prueba de amor y no sexo, encuentren lo uno y lo otro. Hay que celebrar, como ese comatoso que ejercita el esfínter de súbito, los mínimas victorias de la marranada primigenia durante el filme: ese gran Richard Jenkins en el paroxismo del patetismo ancianojuveniloide, y esa apología del pene afroamericano, aquí en manifiesta desventaja con el miembro nasal de Owen Wilson.

NO LO LLAMES AMOR, LLÁMALO X

Director: Oriol Capel
Intérpretes: Paco León, Kira Miró, Julián López
Web: http://www.nolollamesamorllamalox.com/



El uso del “falso documental” como carburante de una (cierta) comicidad postmoderna permite, por esa ilusión de estar viendo una ficción rodada con una formalidad “real” y “veraz”, la introducción de la vergüenza ajena en el humor, un sentimiento este, en principio, contrapuesto a la risa. Este descojonarse huérfano de la fisionomía del descojone ha construido, gracias al pudor intermediado, un doble discurso: el de algunas formas de primera línea cómica (“Four lions” de Christopher Morris, “The office” de Ricky Gervais o “A mighty wind” de Christopher Guest) y, a su vez, el de un “mainstream” ansioso de nuevos estímulos (higienizados en preproducción) para excitar a las masas.

El problema de “Llámalo X” es que utiliza el “falso documental” o “mockumental” como una más de las excusas deslavazadas que componen su metraje. En realidad, probablemente todas se (re)suman en una: el enmascaramiento formal de esa, nuestra comedia costumbristo-nacional (la pareja con enredos, los dos feos que se quieren, las situaciones de equívocos) que se niega a desaparecer (aún menos con el éxito de “Que se mueran los feos”, la interminable “Aída” o el trash sociológico de “La que se avecina”). Siguiendo los mandatos marketinianos del proyecto, la multitud de intérpretes se pierde en desigualdades: ninguno de ellos es capaz de aguantar (todavía) un filme a sus espaldas, por mucho esfuerzo que le pongan. Del debut de Oriol Capel decepcionan promesas que se revelan fiascos: que su “El alzamiento nacional” haya mutado en “Llámalo X”; que Javier Cansado desemboque en Paco León; y que sus mezquindades cómicas terminen en un pastel hípercauchutado de dramatismos (y moralismos) de saldo.

martes, 3 de mayo de 2011

YONQUIS DE MOURINHO



“Estoy rellenando el agujero/ por donde entra el agua”, cantaba Paul McCartney en “Fixing a hole”, una de las grandes composiciones del gran “Sgt. Pepper’s lonely hearts club band”. Al Madrid le ha ocurrido con Mourinho como al adicto a una droga dura. Pasado el subidón de la Copa del Rey, llega el periodo de abstinencia y la fiebre alta y los pies pesados y los huesos de ganso, que (d)escribía John Lennon en “Cold turkey”. ¿Va a ser siempre así? ¿Qué vamos a hacer si se pira Mou? ¿Regresaremos a la tristeza, sobrios e impolutos ellos, de Pellegrini o Valdano? Fíjense que hasta Guardiola, animando a los orcos barcelonistas, adoptó el papel del portugués cuando se refirió a él como “el puto amo”. Un tipo con estilo, este Pep, que se asemeja más a nuestro míster de lo que a él (o a los que le siguen) les gustaría admitir.



Sabemos que, ahora, a los madridistas nos toca vagar los aparcamientos de los supermercados para que nos saquen en algún “Callejeros futboleros”. Ya le vale a nuestro entrenador de no rular los gramos que queremos: ojalá se terminen estos tiempos de “No podemos remontar la eliminatoria” o “La culpa de que el equipo no entrara bien contra el Zaragoza es mía”, que tanto recuerdan a la metadona que homenajeaba Warren Zevon en “Carmelita”. No necesitamos cuelgues de esa basura, José; no nos has enganchado a tus espléndidas rajadas o a tu espíritu ganador durante toda la temporada para que nos dejes con medias tintas al estilo de Emery (esta semana me he despertado en medio de la noche, sudado cual mono salido, después de soñar con su patético “he sentido vergüenza” tras perder en el Bernabéu).



Advertía el clásico norteamericano “Cocaine Blues” que “el doctor dice que (la cocaína) te matará/ pero no te dice cuándo”. El madridismo aún desconoce si el estilo Mourinho es lo que le está matando o lo que le mantiene vivo. A estas alturas del campeonato, cuando las cabeceras deportivas cuestionan incluso que el vestuario apoye al luso (los futbolistas, siempre los primeros en abandonar), hay que comenzar a redactar el balance del trabajo del míster. Parece lógico, viendo la persecución arbitral, la búsqueda de un estilo, los avances en el juego (y el machaque reiterado de los poderes establecidos), pedir que Mourinho continúe con tal de que Sergio Ramos siga tirando las copas, endrogado el pobrecico por la victoria inesperada, delante del autobús.