martes, 20 de mayo de 2008

INDIANA MITOLÓGICO


El logo de “Lucasfilm” brilla y chispea, brilla y chispea. La montaña de la Paramount se disuelve en otro montículo (¡atentos!). Resumiendo, empieza un “Indiana Jones”. Resumiendo, empieza “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”. Spielberg rápidamente nos pone en situación temporal: estamos a finales de los cincuenta, lejos ya de los nazis, y todo rueda más veloz que Indy. Elvis Presley, unos adolescentes despreocupados en coche y un grupo de militares que se dirige hacia una base en medio del desierto. El presagio de la aventura en el horizonte e Indiana Jones no tarda en aparecer. Una de las siluetas del séptimo arte vuelve de la mano de un actor maltratado, Harrison Ford, que utiliza su crepúsculo para dignificar al personaje. Lucas & Spielberg (¡menos mal!) no nos dibujan a un Indiana inalterable por el tiempo: sus alumnas no le miran con ojos lascivos, su joven discípulo le llama “abuelo” y, como le recuerda el decano, la muerte comienza a acecharle.

De entrada, y tras haber revisitado el maravilloso “pulp” y cartón-piedra de las otras tres entregas, el principal temor del aficionado a Indiana Jones es que Spielberg le convierta en una de sus franquicias repletas de efectos especiales y explosiones. Armada con un sólido guión de David Koepp en el que aparece de fondo el “sci-fi” “spielbergiano”, el cuarto episodio de las peripecias del arqueólogo dista mucho de ese miedo. Una muestra mínima: el uso de los efectos digitales (desbordante persecución por la ribera amazónica), dirigiendo siempre el píxel hacia la fisicidad de la acción, el “Photoshop” hacia el cine.

Porque si de algo se aprovecha (en el mejor sentido de la palabra) “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” es de su desbordante mitología cinematográfica. Tan enraizada está en los espectadores que crecimos con la trilogia, que los detalles sutiles (por ahí pasa el arca; en esa mirada nostálgica regresa Henry Jones Sr.) y los evidentes (Karen Allen, la Universidad inmóvil) emocionan hasta la médula. Lógico; ellos nos devuelven a un pariente cercano, hoy añejado como nosotros, que ansiábamos ver de nuevo.

domingo, 18 de mayo de 2008

SENTENCIA DE MUERTE

Director: James Wan
Intérpretes: Kevin Bacon, Kelly Preston, John Goodman
Web: http://www.deathsentencemovie.com/

El novelista Brian Garfield se dio a conocer al gran público con la adaptación de una de sus novelas al cine: “Justicia callejera” (1974), de Michael Winner. En este taquillazo, Charles Bronson interpretaba a un padre de familia que se tomaba la justicia por su mano para vengar el brutal y aleatorio asesinato de su mujer. Pues bien, el nuevo escrito de Garfield en celuloide, “Sentencia de muerte”, trata exactamente lo mismo trastocando ligeramente la trama: no está Bronson, pues vale Bacon; no se cargan a su mujer, pues entonces a su hijo.

Si en muchas ocasiones se ha tipologizado a los maestros del terror como grandes moralistas, James Wan (“Saw”) no podría escapar a esta etiqueta. Su discurso, filmado con notable acierto, y su protagonista, un estupendo Kevin Bacon, no son capaces de disimular el tufillo rancio que queda al salir del cine. La contraposición grosera entre la bondad (casi monolítica) de una familia perfecta y el caos reinante de aquello que no encaja en ese núcleo, produce la sensación de estar ante un discurso bíblico con justiciero (Dios) de por medio. Eso que en las películas de Charles Bronson (hubo hasta cuatro secuelas) se disimulaba con un tinte de acción ochentera y reaganiana, aquí suena a monólogo peligroso por mucho que la espiral de violencia acabe convirtiendo al honrado padre de familia en uno de sus perseguidos. No despojándola de sus logros (espléndidos planos secuencia, por ejemplo) y asumiendo que este texto pueda basarse en (algunos) prejuicios, “Sentencia de muerte” incomoda no por lo evidente sino por lo escondido bajo sus fotogramas.

LA CIENCIA DEL SUEÑO

Director: Michel Gondry
Intérpretes: Gael García Bernal, Charlotte Gainsbourg, Alain Chabat
Web: http://www.vertigofilms.es/lacienciadelsueno/

“Hola, (…) hoy les voy a enseñar cómo se cocinan los sueños. (…) Una delicada combinación de complicados ingredientes es la clave. Primero, algunos pensamientos aleatorios. Después, añadimos recuerdos del día mezclados con memoria pasada. (…) Amor, amistad, relaciones… las combinamos con las canciones que has escuchado durante el día, las cosas que viste y también con… lo personal. ¡Perfecto! Ya sale uno”.

La explicación inicial de Gael García Bernal sobre gastronomía onírica serviría de prólogo-resumen de la cinta de Gondry. Disimulando barnices filosóficos o psicoanalíticos, el cineasta francés centra sus esfuerzos en resaltar lo soñado como parte inseparable de su cine. Esta obsesión, sugerida en videoclips (Foo Fighters, “Everlong”; Paul McCartney, “Dance tonight”) o en la anterior “Olvídate de mí”, se vuelve primordial en “La ciencia del sueño”. Más que preocuparse por ensamblar una historia para el público, Gondry se centra en poner de manifiesto los ingredientes de su forma de narrar (siendo groseros; “nouvelle vague”, realismo mágico, estética de videoclip…) gracias a un proyecto pequeño que controla completamente. Y este propósito lo maquinará a través de una figura recurrente en su filmografía: el hombre solo e incomprendido. Así, el Stephane de García Bernal, una suerte de “clown” keatoniano, no tiene claro nada: ni en qué idioma hablar, ni de qué manera alcanzar a su reverso (lógico, llamado “Stephanie”); ni, por encima de todo, cómo distinguir entre vigilia y reposo.

Nosotros, pobres espectadores, nos tornamos aquí en personajes de Gondry. ¿Acaso parece menos real la visita a una estación de esquí de trapo que la fiesta presentación del calendario del protagonista? Aún con su etiqueta menor (¿qué película no lo sería frente a “Olvídate de mí” o “Por favor, rebobine”?), “La ciencia del sueño” funciona dignamente en su papel de cocina de estilo, de laboratorio de talento visual. Intentar ir más allá es soñar… ¿o no?

SULTANES

Director: Alejandro Lozano
Intérpretes: Tony Dalton, Jordi Mollá, Ana Reguera
Web: http://www.sultanesdelsur.com/

¡Cuánto daño ha hecho Tarantino! ¡Qué cantidad de realizadores, armados con cámaras lentas, historias fragmentadas y musicota soul, han malinterpretado el cine del tejano! A ellos y a sus buenas intenciones habría que recordarles varias cosas: a Peckinpah, a Fuller, a Kurosawa, a Kubrick, a Leone... y, sobre todo, ¡que hacen ya catorce años de la Palma de Oro de “Pulp Fiction”!

Y esta aburrida diatriba viene a que durante el fin de semana entra en cartel “Sultanes”, una película dirigida por Alejandro Lozano. Cuatro ladrones cometen el atraco perfecto sin esperar que el momento de la entrega del dinero se convierta en una emboscada. De las triquiñuelas para recuperar la pasta se ocupa el filme con bastantes más ínfulas que sustancia. Al igual que Tarantino multiplica su talento formal cuando existe un guión sólido debajo (“Jackie Brown”), “Sultanes” se hunde en su intención de levantar una historia flaquísima a base de recursos replicados. A pesar de un inicio prometedor (la entrada y salida del banco están rodadas con inteligencia), el resto se muestra tan vacuo, tan insulso como Jordi Mollá haciendo de duro susurrante.

NO TAN DURO DE PELAR

Director: Steven Brill
Intérpretes: Owen Wilson, Leslie Mann, David Dorfman
Web: http://www.drillbittaylor.com/

En una de las memorables escenas de “Bowling for Columbine”, Matt Stone (creador de “South park”) recuerda sus penurias de “nerd” (empollón) en el “highschool” y cómo los matones que le martirizaban han acabado en la absoluta mediocridad. Los tres imberbes protagonistas de “No tan duro de pelar” (horrible título) viven todavía en el pasado de Stone. Un mafiosillo de la clase les acosa sin descanso y necesitan protección “profesional”: ¿quién mejor que Drillbit Taylor (Owen Wilson), un vagabundo que se hace pasar por militar?

En los últimos años descubrir el nombre de Judd Appatow asociado a un proyecto es sinónimo de buenas ideas. En este caso así se agota en eso: en una buena idea. Quizá gracias a John Hughes (también emparentado con el filme), la recreación de la rebelión “nerd” y, esencialmente, de la existencia “nerd” merece un capítulo aparte. Los hábitos (chicas, siempre chicas), las amenazas (ese miedo irracional), las relaciones paternofiliales o las filias “hip-hop” podrían haber convertido a “No tan duro de pelar” en una digna extensión de la sobresaliente “Supersalidos”. La presencia de un actor repelente (Owen Wilson) y las circunstancias de su personaje ablandan el resultado final hasta extremos insostenibles. ¡Qué pena que esto no se consiga chorreando líquidos seminales y biliosos en vez del habitual azúcar líquido!

UNA NOCHE PARA MORIR

Director: Nelson McCormick
Intérpretes: Brittany Snow, Scott Porter, Jessica Stroup
Web: http://www.sonypicturesreleasing.es/sites/unanocheparamorir/

Los espectadores deberíamos reclamar el derecho de poder meter un susto de tres pares de narices a los productores de las películas de terror que no den miedo. Gracias a esa ley no escrita, nos veríamos con la capacidad de achantar libremente a los responsables de “Una noche para morir”. Qué gusto, qué regocijo observar cómo se ponen blancos, se acongojan, gritan... en definitiva, lo que ellos no consiguieron con nosotros. Porque, al final, ¿qué sentido tiene pagar por admirar a una chavala rubia chillando? En suma, de esta manera se resume el filme de Nelson McCormick: un malote barbudo acuchillador, una serie de “güajes” de buen conglomerado y no demasiada sangre. Vamos, un tostón que avergonzaría al bueno de William Castle si resucitase.

sábado, 10 de mayo de 2008

SPEED RACER

Directores: Andy & Larry Wachowsky
Intérpretes: Emile Hirsch, Christina Ricci, John Goodman
Web: http://speedracerthemovie.warnerbros.com/

Tras exprimir (bien exprimida) la trilogía de “Matrix” y supervisar “V de Vendetta”, los hermanos Wachowski deciden ahora adaptar una serie de dibujos animados japonesa, “Meteoro”. En un mundo futurista y colorido, Speed Racer (Emile Hirsch) es un prometedor piloto de carreras automovilísticas. Siempre acechado por el recuerdo de su hermano fallecido en la pista, la nueva promesa tendrá que superar ese miedo y ayudar a su familia a desenmascarar la conspiración del malvado Royalton (Roger Allam).

Aficionados a crear mundos paralelos (esto no es un juego de palabras), los hermanos Wachowski apuestan por un cosmos pastel y molón para los imberbes. Eso sí, seguro que muchos cinéfilos, como ya pasó con “Matrix”, intentarán encontrar vueltas de tuerca al largometraje: algunas pictóricas, otras fílmicas y la mayoría filosóficas. Pues, pensándolo mejor, probablemente ésa sea la mejor tarea a la que se pueda dedicar un adulto maduro con un filme así, a buscarle las entrañas. Y allí están, escondidas entre “flashbacks” infantiles y John Goodman vestido de Super Mario: las carreras intracibernáuticas de “Tron”, el recargo “manga” de la serie original, las postales a medio camino entre Gaudí y Warhol, la inocencia de los superhéroes de Marvel...

El gran problema de “Speed racer” aparece cuando nos damos cuenta de que es inadmisible justificar un celuloide a base de referencias. Aún con la etiqueta petarda de “cine infantil” colgada, a cualquier humano que pague una entrada por sufrir ¡unas carreras de bólidos coloreados! los cineastas responsables le deberían dar una cosa muy sencilla: entretenimiento. Pero a los Wachowski, ensimismados desde su impecable debut “Lazos ardientes”, eso les importa bien poco. Como buenos aficionados al cine de Almodóvar, prefieren meternos un buen chutazo de “kitsch” en cada plano, un montón de guiños “cool” en cada escena y que todos aquellos seres racionales que sobrevivan a su aburridísima tontería se pregunten mil veces qué narices acaban de ver.

AUSENTE

Directores: Kimberly Pierce
Intérpretes: Ryan Phillippe, Timothy Olyphant, Abbie Cornish
Web: http://www.stoplossmovie.com/

Doce años después de su debut en “Boy’s don’t cry” (“Oscar” para Hillary Swank incluido), la realizadora Kimberly Pierce vuelve al cine con un tema de actualidad: la utilización del recurso legal “Stop Loss” en la guerra de Irak. Según la medida, un soldado que ha regresado recientemente de un escenario bélico puede ser obligado a reintegrarse en ocasiones excepcionales. Esta artimaña, recurrida en los tribunales por diversas asociaciones pacifistas, ha sido aprovechada por Bush en aproximadamente 8.000 ocasiones durante sus intervenciones en Afganistán e Irak.

Leído en su habitual formato de artículos, párrafos y subsecciones, cualquier texto legal carece de emoción (y más aún aquellos que se oponen a él). Intenta Kimberly Pierce entonces trasladar sobre la pantalla las consecuencias (sentimentales y sangrantes) de determinadas acciones “legales” en la microhistoria de un soldado norteamericano (Ryan Phillippe) relevado de su labor en Irak. Próximo al Ashby de “El regreso”, “Ausente” plantea con armas de telefilme didáctico (¿no era eso la guitarra de Woody Guthrie?) la necesidad de rebelarse contra las injusticias. Por tanto, la esencia del filme de Pierce sólo se puede valorar, como pasaba con las recientes “Leones por corderos” o “Redacted”, desde un prisma de “protest film”. Si (estúpidamente) le despojamos de su carácter, el largometraje se descubre como algo nimio. Casting irregular (Phillippe es mejor reclamo que actor), historia predecible, recursos dramáticos sobados, envejecimiento prematuro... ¡qué leches importa! Con que a un joven de Tejas, Wichita o Maryland le afecte “Ausente” y no vaya a la guerra, seguro que los implicados se darían por satisfechos.

sábado, 3 de mayo de 2008

TRISTRAM SHANDY

Director: Michael Winterbottom
Intépretes: Steve Coogan, Gillian Anderson, Naomi Harris
Web: http://www.tristramshandymovie.com/

Antes de estrenar “Camino a Guantánamo” (2007), Oso de Oro en Berlín, y “Un corazón invencible” (2008), encargo hecho propio, Michael Winterbottom se atrevió con una de las obras claves de la literatura inglesa, “La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy” (1760-69). Ningún otro cineasta había tratado de filmar una novela tan complicada. Dividida en 9 tomos sin estructura, sin trama, sin cronología, sin protagonista, sin final… ¿cómo plantear un largometraje que haga justicia a esta base?

El británico lo tiene claro: apostar a lo mismo que el autor, Laurence Sterne, y desechar cualquier adaptación rigurosa. Si el literato del XVIII aprovechaba un reto formal para diseccionar su mundo, Winterbottom utiliza ese texto como “McGuffin” (en suma, un reto formal), con el objetivo de describir la realidad que habita. De esta manera, las peripecias de Tristram Shandy sirven como fondo de las relaciones entre los actores (algunos interpretando a su supuesto personaje, como el gran sinvergüenza Steve Coogan) o la tormentosa producción de un guión complicadísimo. Y este malabarismo, este habilísimo truco de manos funciona impecablemente a través del celuloide convirtiendo a “Tristram Shandy” en una de las películas más importantes de lo que llevamos de siglo.

Con la colaboración de Minelli, Wilder, Allen o Altman, Michael Winterbottom se propone revelar (por tanto, desmitificar) aquello que existe tras la cámara. Intérpretes miserables (magnífica obsesión de Coogan con Gillian Anderson), rodajes caóticos, escaramuzas nocturnas… ¿qué queda del cacareado propósito de crear una obra de arte? El cineasta inglés reafirma su confianza en la intervención “divina” del azar. De entre tanto despropósito, sólo la suerte permitirá dar a luz a un decente “Tristram Shandy” cinematográfico (y del que vemos escenas sueltas). Pero lo esencial es que, mientras dilucidamos el futuro de la película dentro de la película, Michael Winterbottom utiliza su enorme maestría y nos descubre, parapetado en un traje de época con playeros, al Séptimo Arte y a sus puñeteras circunstancias.

CHANTAJE

Director: Mike Barber
Intérpretes: Pierce Brosnan, María Bello, Gerard Butler
Web: http://lionsgate.com/shattered/

A priori, hasta el cartel promocional de “Chantaje” echa para atrás: un Pierce Brosnan forzando el papel de malnacido profesional, un director mediocre como Mike Barker (“Un plan perfecto”, “A good woman”) y un guión de “thriller” reconocible (padres de clase media secuestrados; recuerden “37 horas desesperadas”). En cambio, lo bueno de este filme (asumiendo sus abundantes limitaciones, claro) es que el desarrollo aguanta, sostenido por una sucesión de pequeños golpes de efecto y una discreta habilidad al construir un mecano previsible. Con una historia que puede convencer a la mayoría del público, los actores sólo necesitan estar ahí, tirando de roles prototípicos. De esta forma, Gerard Butler se esfuerza, María Bello fascina siempre y Brosnan, últimamente arriesgado en sus papeles, defiende la piel de un personaje monocromático.

Aunque nos lo esperábamos, lo imperdonable de “Chantaje” se descubre en su último recodo. La exigencia cutre y barriobajera de un final “inesperado” desmerece a un “thriller” aceptable, perfecto para que una noche cualquiera fluya en un cine cualquiera.