lunes, 29 de marzo de 2010

MÍCHEL DEBERÍA LLAMARSE MICHAEL

Josemi, palpando.

En una entrevista de 2004 en el “60 minutes” estadounidense, un tipo que se llamaba Robert Allen Zimmerman y que hoy se conoce por Bob Dylan declaraba: “A veces naces con nombres equivocados. Es tu deber llamarte como crees que te debes llamar”. Ésta ha sido una constante durante el siglo XX. Fernando Pessoa maquinó tres identidades poéticas con las que escribir: Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro. Allan Stewart Konigsberg suena menos gracioso que Woody Allen. Y, por supuesto, Issur Danielovitch no hubiese alcanzado el estrellato si no se escondiese bajo un Kirk Douglas.

Y el mundo del fútbol no se libra. ¿O piensan que Edson Arantes do Nascimento se deletrea “Pelé”? Imitando a un DJ de “techno”, José María Gutiérrez se ha apropiado de un “Guti Haaz” con tal de ser “cool”. Tampoco podemos pasar por alto al entrañable “Sietes”, D. José Manuel Suárez Rivas, que cogió su alias de su pueblo de Villaviciosa. Y nuestra última adquisición. ¿Quién querría bautizarse como “Nicolás Ladislao Fedor Flores”? Vaya lío: mejor buscar una identidad secreta, “Miku”, y jugar en el Getafe.

Al equipo madrileño le entrena un humano con ilustre historia madridista y nombre trastocado. José Miguel González Martín del Campo, “a.k.a.” “Michel”. Algunos periódicos se sorprendían el viernes porque el bueno de Michel había perdido los nervios con un asistente. “Maleducado”, dice Josemi que le soltó. Ay, parece que nos hayamos olvidado de las maneras del madrileño como jugador (ese pálpito escrotal a Valderrama, esos arranques de cabreo), su fracaso en el Castilla y sus reflexiones en los partidos televisados, al lado de De La Casa. Perlas grabadas a cascoporro, vamos: “no ha sido gol porque se ha ido fuera”, “no sólo está jugando bien, sino que además está haciendo un gran partido”, “en este partido puede pasar, incluso, cualquier cosa” o, su verdad definitiva del fútbol, “si meten un gol más que el rival, ganan”. Vaya filósofo.

Es curioso que, con semejantes credenciales, Michel se postule como entrenador del Real Madrid. Le respetamos por sus años en el club pero… déjenle lejos del banquillo. ¿No tuvimos bastante con Queiroz, Toshack o Luxemburgo? Sus indecisiones del jueves en aspectos básicos del encuentro (amarrar las pérdidas de balón, controlar el ataque de los blancos), quedaron empañadas por una tontería de un Casillas demasiado confiado últimamente. Míchel, con su “latin fury”, su pelaco, su soberbia y sus frases intemporales, debería retocar su nombre para honrar a otro mito de similares características: Michael Knight (“El coche fantastico”). De esta forma, podríamos soltar que Michel es un “maikelnai” con todas las consecuencias.

sábado, 27 de marzo de 2010

EL ESCRITOR

Director: Roman Polanski
Intérpretes: Ewan McGregor, Pierce Brosnan, Olivia Williams
Web: http://www.theghostwriter-movie.com/



Casi se empapan las películas de Polanski de una calma marciana y son pequeñas asperezas (un cadáver que se bambolea con las olas, unos ancianos con excesiva curiosidad) las encargadas de incubar una sensación perversa: adivinar cómo sus protagonistas son, en verdad, viajeros inocentes adentrándose en un mundo corrupto. Al igual que larvas ponzoñosas en este mal cuerpo nuestro (tal desasosiego produce celebrar la pureza para, más tarde, verla corromperse), habitan Rosemary en "La semilla del diablo" y Carol en "Repulsión"; unas diosas virginales (lo eran además sus encarnaciones, Catherine Deneuve y Mia Farrow) atraídas y preñadas (no necesariamente en este orden) por monstruos. Al mismo tiempo, la vida de Polanski ha recorrido, realidad y ficción tocándose, una travesía similar a la de sus personajes: ¿cómo, si no, se explica la aniquilación del arquetipo "flower power" (y su descendencia) en dos pantallas tangentes: la de los noticiarios y la del cine? En una, a manos de ese "break on trough" que había arrastrado a la familia Manson a un sitio demasiado lejano y, en la otra, a manos de un culto satánico con base en el edificio Dakota de Nueva York. El "pequeño polaco" (así le llama Gore Vidal) disfruta jugando con el espectador "voyeur" y demostrándole (moralismo polanskiano), al acompañarle en ese camino que va desde el deseo púber hasta la repugnancia, lo degenerado, lo "sucio" (con esa avidez desordenada come hígado crudo la nínfula Mia Farrow) de sus aficiones mironas. Y el trayecto se repite en diferentes destinos de su filmografía: la oscura París (cocaína, putas y ochenta) de "Frenético", la mansión del vampiro vírico en "El baile de los vampiros" o el escondrijo de lujo de un político en "El escritor".

Porque el laboratorio donde se corroe la inocencia, subterráneo al principio, Polanski lo sitúa en estancias teatrales, endogámicas. Incluso él, en "El quimérico inquilino", caminó por una comunidad de vecinos cerrada e incestuosa. En su nueva película, Ewan McGregor interpreta a un "ghost writer" (al español, un "negro", a la esencia, un "escritor fantasma") que transita las habitaciones y la memoria de una casa-cárcel para reescribir la biografía de un ex-presidente británico (Pierce Brosnan), acusado de torturar a presuntos terroristas en medio de una guerra ilegal. No duden: también el texto original, una novela de Robert Harris, refiere a Tony Blair. El biógrafo encubierto explora la mansión, metalizada e impermeable como el político, y el filme va desdoblando capas y capas que lo enlazan con una tradición de cine político olvidada (obligado, por tanto, recordar el monumental intento de Robert De Niro, "El buen pastor", sobre la CIA). Apoyado en un reparto árido (Brosnan consigue lo inesperado: matizar su papel), Polanski va materializando al ectoplasma/escritor mientras éste se empodrece en las miserias de otros, como el Dorian Grey de Oscar Wilde. Pero los fantasmas aparecen únicamente para revelar secretos y plantear dilemas a los vivos (ya lo sabían Dickens y Shakespeare). En el momento que un espectro se inmiscuye, éso era Ewan McGregor hasta bien mediado el metraje, renuncia a su condición y se torna mortal. Ahí el director marca su punto de no retorno y condena a un espectador “naif” al sufrimiento, al mandamiento polanskiano de que la verdad, por muy bella, inocente y seductora que se presente, conduce al horror.

Impagable en su retrato de una realidad negra, cínica y mezquina, "El escritor" refuerza la estrecha relación entre la historia del Polanski-hombre y la ficción que crea el Polanski-artista. Las pisadas de "El pianista" se perdían en el gueto de Varsovia de su infancia, los aquelarres malignos de "La semilla del diablo" invocaban al diablo de los Manson. Y, ahora, por pura coincidencia (la cinta estaba montada cuando ocurrió su incidente con la justicia suiza), se produce el paralelismo de su existencia actual (en arresto domiciliario) con la de su político enjaulado en el celuloide. Aunque el filósofo francés Bernard Henry-Levy haya cerrado los argumentos en su carta "A Roman Polanski" del pasado Noviembre, de justicia es apartarle del Adam Lang de Brosnan. Vale ya de admitir comparaciones del cineasta (como muchas voces enturbiadas han hecho y hacen todavía) con un criminal, con semejante miserable de impacto masivo.

lunes, 22 de marzo de 2010

FLASHFORWARD “ESPORTINGUISTA”

Éstos cayeron todos, de pronto, en un "flashforward" muy peligroso.

Sábado, 20 de Marzo de 2010. 21:02. Después del gol de Barral se produjo un suceso insólito en la historia de la Humanidad. Todos los sportinguistas cayeron inconscientes durante un minuto y diecisiete segundos. Ningún periódico regional, por miedo a publicar que “Tini” Areces también había sufrido esta extraña reacción, recogió ayer la noticia. En ese mínimo intervalo de tiempo, los rojiblancos contemplaron su futuro, seis meses más tarde, como ganadores en el Bernabeu. Manolín “El de Contrueces”, se vio colgando una foto de Preciado al lado de la Santina y gritando “¡Viva tu bigotaco plateado, Manolo!”. Germán, emocionado, descubrió su “merchandising” conmemorativo de “la noche mágica: Bernabeu 2010”. Y, claro, está Sandra, sorprendida en su sueño por un tatuaje en su “tetica” izquierda, dos líneas solamente, “0-1, Barral Forever”.

Todo era una conspiración. Mientras ellos se sumergían en la ensoñación, había alguien despierto. Se llama Van Der Vaart y sabíamos que era un tipo muy, muy, muy, muy, muy listo desde que admiramos el posado de su mujer en “MAXIM”. Colocó los brazos en triángulo y bajó el balón necesario para desperezar a otro aficionado rojiblanco, Alfonso, que en ese momento botaba inconsciente, ya pleno Septiembre en su sueño, al son de “así, así, perdió el Madrí”. Ay, amigos “esportinguistas”, como cantaba Eric Burdon en “The house of the rising sun”, “no hagáis lo que nosotros hemos hecho”. El Real Madrid vivió su “flashforward” particular a principio de temporada. Estuvimos criogenizados ocho meses en los que saboreamos el paraíso: una Champions, la Copa del Rey, a Kaká brillando por la gracia de Dios, a Raúl resucitando de la tumba…

Al final, un desastre. Uno no se puede fiar ni de los “flashbacks”. La liga ya no es lo que era y el Sporting y el Tenerife y el Valladolid y el Atlético y el Depor y… deberían darse cuenta de que los puntos oscilan entre dos dimensiones atemporales: la del Madrid y la del Barça. Ocurre, entonces, que cuando estos equipos se enfrentan al verdadero presente, fuera de la Liga, a dos partidos, cegados por un futuro maravilloso y por un pasado mitológico, se encuentran de bruces con el Sevilla y con el Olympique de Lyon. Y ahí, amigos, no hay “flashforward” posible. “The dream is over”, concluyó John Lennon.

domingo, 21 de marzo de 2010

EL LIBRO DE ELI

Director: Albert & Allen Hughes
Intérpretes: Denzel Washington, Mila Kunis, Gary Oldman
Web: http://www.sites.sonypicturesreleasing.es/sites/ellibrodeeli_site/



“No he venido a traer la paz, sino la espada” (Jesucristo en Mt, 10, 34). Con esta cita a los evangelios, nada bélica, aquí descontextualizada, arrancan Jordi Balló y Xavier Pérez su análisis del arquetipo mesiánico en su ensayo “La semilla inmortal” (Ed. Anagrama). La primera escena de “El libro de Eli” parecería una des-interpretación en cómic cinematográfico de las palabras de Jesús. Corren las cabezas y la sangre, la paz se aniquila a machetazos. Avanza Eli (Denzel Washington) por una carretera apocalíptica y las referencias se agolpan: desde el héroe motorizado de “Mad Max” (el presente ha sustituido el bien más preciado del futuro; en los ochenta, la gasolina, en el XXI, el agua) hasta el padre desesperado de “La carretera” de John Hillcoat.

Mientras que la novela de McCarthy y su adaptación fílmica apostaban por un porvenir reflejado en los ojos de un chiquillo, la película de los hermanos Hughes (ya lo descubre el malvado Carnegie durante el metraje, “nosotros, los de cincuenta, somos el futuro”) busca horizontes en un viejo “black prophet” (en Denzel Washington copula otro arquetipo con el “blaxploitation”) de versos ajados. Sus palabras hablan de trascendencia y de unas metáforas bíblicas que sólo unas pocas personas alfabetizadas pueden controlar. “Ese libro es un arma”, añade Carnegie (Gary Oldman), un sheriff en una ciudad sin ley. A pesar de que coloquen al texto sagrado la etiqueta de “instrumento de guerra” (siempre que se encuentre en manos malignas, claro), la gran lacra de los cineastas es su discurso burdo y simplón (hay una mujer que no encuentra el cuerpo del profeta en su “tumba”, hay un resucitado destinado a leer la palabra de Dios) a favor de la redención de un pueblo de elegidos mediante la Biblia.

Sus hechuras de western-comic a la manera de “Sin City”, su apuesta por Jennifer Beals y sus abrumadores planos secuencia, no rebajan sus desaciertos: una Mila Kunis desubicada y, sobre todo, ese discurso blando y peligroso que acaba aceptando en una misma estantería a libros enfrentados a muerte como el Torah, la Biblia o el Corán. El filme pide a gritos mayores rugosidades, mayores dobleces, justo las que posee esa voz rocosa de Tom Waits. Su pequeña intervención se zampa a este largometraje enorme en producción, enorme en intenciones, enorme en moralina, corto en resultado.

sábado, 20 de marzo de 2010

HERMANOS

Director: Jim Sheridan
Intérpretes: Jake Gylenhaal, Natalie Portman, Tobey Maguire
Web: http://www.brothers-hermanos.es/



Las consecuencias del regreso de la guerra salpican las filmografías de múltiples directores norteamericanos. No podrían haber seguido otro camino: su Estados Unidos ha vivido en un conflicto bélico sucesivo desde el nacimiento del séptimo arte. “El seductor” de Don Siegel (1971), “El regreso” de Hal Ashby (1978), “El cazador” de Michael Cimino (1978), “Nacido el cuatro de Julio” de Oliver Stone (1989), “Jardines de piedra” de Francis Ford Coppola (1987) o la reciente “En el valle de Elah” (2007) de Paul Haggis, documentan la vuelta de los soldados a casa, bien en un ataúd, en una silla de ruedas o atrapados en un síndrome postraumático.

Aunque sea irlandés, la carrera de Jim Sheridan ha virado hacia USA. Su trabajo, asociado a una Inglaterra endogámica (la magnífica “El prado”) y revolucionaria (“En el nombre del padre”), se ha tornado a los vericuetos de la emigración a Norteamérica (“En América”) y al mundo “hip-hop” (“Get rich o die tryin’”). De todos modos, Sheridan u otro, el filme danés “Brodre” poseía muchas papeletas para ser adaptado en Hollywood. El metraje narra el regreso del capitán Sam Cahill (Tobey Maguire), de Afganistán a una vida que no le reconoce. Su mujer (Natalie Portman) y su hermano (Jake Gyllenhaal), dándole por muerto, han continuado su existencia. De factura contenida, la cámara de Sheridan maneja con brutalidad soterrada los contrarios del cainismo: el bueno y el malo, el rebelde y el asimilado, el válido y el inútil,… con el fin de intercambiarlos sin piedad. Como el personaje de Natalie Portman, el espectador asiste incómodo e indefenso a un desdoblamiento esquizofrénico de roles.

Adopta el cineasta la discreción formal (Portman y su papel virginal también lo hacen) y deja a las consecuencias de la guerra que hablen sutilmente. En las escenas estadounidenses de la película, la violencia recorre la mesa de una cena familar, las miradas a una niña que no se está quieta o los reproches de un padre que no sabe qué aconsejar. Una sola vez toma carne la locura del soldado Cahill y Sheridan, en lo más flojo del metraje, la soslaya. Quizá por compasión a sus criaturas (una constante en su filmografía no reconciliable con esta cinta), el director recoloca ambos roles al orden primigenio con un movimiento incoherente, brusco, que desmerece a su original danesa y a sí misma.

lunes, 15 de marzo de 2010

5 (EXCUSAS) PARA 1 (ELIMINACIÓN)

¿Quién dices que es éste?

Compañeros y compañeras madridistas, el principal propósito de estas columnas de “Blanco radiante” es el de servicio mental merengue. ¿Cómo lleváis la semana? ¿Quizá en casa, atrincherados, lejos de las hordas barcelonistas? ¿Hundidos en un bar de carretera con Mandy, una prostituta de buen corazón? ¿Bramando por las calles “Pelleeeegrinniiiiiiii, maldiiiitoooooo”? Tranquilos. Os ofrezco cinco excusas que espero que os funcionen para sobrevivir el mal trago.

1) “¿Un señor chileno entrena al Madrid? ¡No jorobes! ¿un tal Pellegrini, dices?”. Métetelo en el tarro: no conoces al entrenador del Real Madrid, al igual que él no conoce los jugadores de la plantilla. Cuando veas una foto suya pon cara de sorpresa, un gesto que el propio Pellegrini no posee. En este sentido debes de ejercer la misma cabezonería comatosa que él tuvo al cambiar a Kaká por Raúl.

2) “El proyecto de Florentino Pérez está agotado y sin ideas”. Niega haber ido al Bernabeu a ver la presentación de Cristiano Ronaldo. Pensabas que era un festival “indie” al aire libre y que a Toñín el torero le apetecía disfrutar de Russian Red. Tampoco creaste un grupo “Iglesia florentiniana” en Facebook. Defiende que en verano ya lo sabías: ni Florentino ni Valdano eran la solución al Real Madrid de Calderón. Asegura que tú querías votar al candidato más bizarro de la historia madridista (un título difícil de conseguir), Eduardo García.

3) “Este desastre nos vale para echar a media plantilla”. En el fondo, créetelo, fracasamos en la Copa de Europa con el objetivo de echar a Guti, a Raúl y a Marcelo. Esto podríamos haberlo hecho el año pasado o después del ridículo de Alcorcón, pero preferimos tomar la decisión ahora que parece que caer eliminado contra unos franceses justifica un montón de cosas.

4) “El Lyon no eran tan buenos. Les podríamos haber ganado en cualquier momento”. Dilo seguro, aunque consideres que en la segunda parte, con el planteamiento de cartón piedra de Pellegrini y con la incapacidad del equipo, era imposible superar al Olympique. Probablemente te llamen “sinvergüenza” o “bastardo”. No te vengas abajo y repite “les podríamos haber metido siete”. Acto seguido, pide un vaso de colutorio.

5) “Queremos centrarnos en la Liga”. ¿Necesito añadir algo más?

martes, 9 de marzo de 2010

ALEC BALDWIN & STEVE MARTIN


Steve Martin y Alec Baldwin, en el arranque de los Oscars.

“Tediosa y larga”. “Sin gracia”. “Sólo Ben Stiller, con su disfraz de Na’ Vi, animó la gala”. Leñazos de esta índole plagaron ayer Internet y los digitales periodísticos. En cambio, en la edición de 2009, un esforzado (y desubicado) Hugh Jackman recibió aplausos alrededor del mundo. Entonces, ¿cómo se explica el pataleo? Antes de soltar parrafadas semejantes, lo primero que habría que plantearse es si esto se debe a la previsibilidad de los premios de este año (aun así, los galardones a “En tierra hostil” no se pueden reprochar) o al mal día/ mal guión/ mala combinación de dos de los cómicos más dotados de la actualidad.

Ni a Steve Martin ni a Alec Baldwin les es extraña la conducción de “shows” en directo. Alec ha dirigido catorce veces “Saturday Night Live”, su compañero, quince, y en el programa de Lorne Michaels han compartido escenas memorables. Si la carrera de Steve Martin se ha centrado en papeles cómicos (aunque necesitamos recordar su espléndido Jimmy Dell en “La trama” de Mamet), Baldwin está, con su nuevo físico fondón, redescubriendo esa faceta: hace dos meses, se llevó el Emmy por su Jack Donaghy de “Rockefeller Plaza”.

Les pediría que analizasen, con aburrida racionalidad, su aburrimiento: ¿esperaban que lo ganase Pe? ¿Únicamente saltaron con el (injustísimo) Oscar a “El secreto de sus ojos”? ¿Son “ultras” de “Avatar”? Escojan, pero no se engañen sobre la esencia de los Oscars: como dijo Steve Martin en 2001, “en estos premios nos reunimos blancos, negros, asiáticos, católicos, judíos, musulmanes… Todos juntos trabajando en armonía con un solo objetivo: publicidad”.

lunes, 8 de marzo de 2010

LOS HOMBRES QUE MIRABAN FIJAMENTE A LAS CABRAS

Director: Grant Heslov
Intérpretes: Ewan McGregor, George Clooney, Jeff Bridges
Web: http://www.themenwhostareatgoatsmovie.com/



“La inteligencia militar es una contradicción de términos”, afirmó Groucho Marx en el siglo XX. Ya en el XXI, Grant Heslow adapta a la pantalla un libro/reportaje del periodista Jon Ronson que bandea con otro término que repugna al militarismo: el hippismo. La historia oficial recoge la relación antitética de estos colectivos, en especial en EEUU durante los años de la guerra de Vietnam. Basten un par de muestras: los cuatro muertos a manos de la Guardia Nacional en la Universidad de Kent (1970) o la tensa calma de la marcha a Washington de 1967, que congregó a cerca de 100.000 personas. Curiosamente, una de las bizarradas de esta manifestación fue el intento de unos cuantos hippies de levitar el Pentágono “concentrándose” en el edificio. En esta línea de desmanes “new age”, tan adorables, tan propios de la época, Ronson relata la creación, a principios de los setenta, de una contradicción: un escuadrón militar “hippie” que basaba su ¿eficacia? en conceptos paranormales como la meditación trascendental, la energía “Jedi” y la transmisión mental. Y, al mando, aparece el soldado Bill Django (Jeff Bridges) quien, tras una experiencia traumática en Vietnam, propone al gobierno la investigación de “tácticas alternativas de combate” a partir de filosofías lisérgicas.

No esperen en “Los hombres que miraban…” la comedia que vende el tráiler. Su radio de acción se atrinchera entre la sátira política y el desacato “punk” al más puro estilo Coen. Reivindica el filme una amalgama de títulos: “Teléfono rojo” (Stanley Kubrick, 1964), “Tres reyes” (David O. Russell, 1999) o la reciente (y extraordinaria) “In the loop” (Armando Ianucci, 2009) se mezclan, en un pote postmoderno, con travesuras del carácter de “El gran Lebowski” (no es coincidencia que compartan protagonista) o “La guerra de las galaxias” (no es coincidencia que compartan protagonista).

La apuesta de Heslow no cae en saco roto. En su desvergüenza de arquetipos (George Clooney mimetizando al Bob Hope de “Camino a…”; Stephen Lang cachondeándose de su general perversísimo de “Avatar”), en su “what if” descontrolado, en su locura “toon” de Bagdad centro, “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” se regodea como contradicción machacona, como “performance” de unos “Merry Pranksters” de uniforme, como plato para (muy) pocos gustos.

APRENDA A PROTESTAR COMO GUARDIOLA

Cada uno, a lo suyo.

“No te enteras de nada”, reprochó Guardiola al árbitro asistente del Almería-Barcelona. Se acercó a la oreja “desenauricularizada” del linier y le soltó esa perla con la suavidad de un chaleco morado sobre una corbata de Armani. Hasta para protestar, Guardiola es admirable (no nos olvidemos que posee el récord de rojas en el Barça como jugador). Lo gracioso: en ese instante, quien no se enteraba era él. ¿Se extrañan? Suele ocurrir con el Barcelona. Te repiten que la “caverna mediática” condiciona a los trencillas mientras, qué coincidencia, Guardiola les grita desde la banda. En un encuentro con expulsiones justísimas (a Ibrahimovic le caerán un par de partidos, ¿no?), con faltas de gol regaladas, el entrenador culé consideraba que le iba todo mal: lógico, está muy acostumbrado a que le vaya todo demasiado bien.

A Pellegrini, en su estado comatoso, le sucede lo contrario. Uno tiene la sensación de que al chileno no le altera ni una sesión de fotos de Natalia Verbeke. En su monolito (y por mucho que asegure que Van Der Vaart y Guti no aguantaban los 90 minutos), su reacción ante los dos goles del Sevilla tardó una barbaridad y nos obligó a pensar que se nos escapaba la liga. Aceptamos apelar a la cacareada épica, pero el Real Madrid no puede convertirse en un Osasuna de millonarios. Se nota, cualquiera lo nota, que las presencias de Lass y Marcelo deberían gestionarse entendiendo a qué juega el rival de enfrente. En un momento inmóvil del Madrid, justo cuando Dragutinovic buscó el bote (no comment, Casillas), nuestro entrenador miraba al cielo, como si Pep le recitase eso de “no te enteras de nada”. Suenan a chiste las declaraciones de Pellegrini en rueda de prensa: “La entrada de Guti y Van Der Vaart dio más aire al equipo”. Menuda novedad, ¿por qué no te animaste con el 0-1?

En el fondo, el choque con el Sevilla fue una protesta. Con un equipo inferior delante (sólo tiraron dos veces a puerta, el Madrid ¡treinta y tres!), los blancos se reivindicaron, frente al fútbol desquiciado azulgrana, como campeones de Liga. Lo que pasa es que, en vez de la chunguez ilustrada de Guardiola, nosotros apostamos por el “protest” norteamericano, por el “We shall be free”, ¡aleluya!, del Barça.

martes, 2 de marzo de 2010

AL LÍMITE

Director: Martin Campbell
Intérpretes: Mel Gibson, Ray Winstone, Danny Houston
Web: http://wwws.warnerbros.es/edgeofdarkness/



Hay cosas que tienes que hacer bien: cuidar a tu familia, trabajar cada día, hablar claro, no hacer daño a nadie que no lo merezca y no aceptar nada de los malos” (Thomas Craven, interpretado por Mel Gibson en “Al límite”).

El australiano es feliz cada vez que se enfunda el arquetipo de justiciero solitario: “Mad Max”, “Payback”, “Rescate”,… Incluso en su faceta de realizador ha cultivado ese personaje, pidiendo justicia ciega para Jesucristo, los mayas o los escoceses. En la película de Martin Campbell, adaptación de una serie de la BBC, el detective Thomas Craven busca una justicia (personal e intransferible) que subsane el brutal asesinato de su hija a manos de una maligna corporación. Como el dios del Antiguo Testamento, Mel Gibson persigue una compensación moral, violenta y pasada de vueltas que, ya se manifiesta en otros filmes suyos, sólo encontrará en la trascendencia. Hay que reconocerle al actor, eso sí, su desvergüenza en determinados tramos. Quizá sea su confianza en la metafísica la que haga que se preocupe menos por la biología: cansado, hastiado, “cartoniano”, los planos de Martin Campbell golpean a un actor al que no agobia el tiempo, la decadencia física del héroe.

Pero aparte ¿qué ofrece “Al límite” que no hayamos visto? Ray Winstone. A quien no le suene este actor, que compre la mórbida “Sexy beast”. Él, con su papel sombrío, altera el metraje de Campbell. Se agradece su pulso constante, se valora esa trama político-ecologista, se obvia a un Danny Houston sobreactuadísimo. Con eso se toparán en “Al límite”. Con eso y, claro, con las enseñanzas del ajado tío Mel.

lunes, 1 de marzo de 2010

MOVIDÓN EN TENERIFE


El Madrid y los Butabi, vidas paralelas.

Podréis quitarnos nuestros móviles y podréis quitarnos nuestras llaves, pero no podréis quitarnos nuestros sueños” (Steve Butabi en “Movida en el Roxbury”). Los madridistas cada vez nos parecemos más a los hermanos Butabi. Noche tras noche, estos dos majaderos incansables (Will Ferrell y Chris Kattan) salen en busca de discotecas y mozas con ilusión insana, con adicción al fracaso. El sábado me sentí parte de la familia Butabi cuando marcó Valdo. Puse “What is love” de Haddaway y comencé a menear el cabezón: éramos casi líderes, “I have a dream”, Martin Luther, ¡se acaba la dominación oscura azulgrana!, grité agitando mi réplica del diente de Raphael en señal de victoria. Alegría comprimida en tres minutos, como una buena canción, como un buen sueño.

Puñetero Xavi… El problema de sublimar la energía es que se va a sitios insospechados. Lo lógico hubiese sido que los madridistas no pensásemos en el Barça. Lo lógico hubiese sido que estuviésemos acojonados: ¡viajábamos a nuestra “Shutter Island”! Pues nada. Aunque, la verdad, yo ya sabía que nuestras obsesiones habitarían en el Nou Camp. Me lo habían revelado esas extraordinarias declaraciones de ese extraordinario futbolista que ha jugado en extraordinarios clubes. ¿Maradona? No. Pier.


Alternativamente, a lo largo del día, Pier ve este gol y se lava las manos

El bueno de Luigi Querubino dijo esta semana: “veo casi todos los días el gol que le metí a Buyo”. Ha regresado el dadaísmo. Me imagino a Pier como Bill Murray en “Atrapado en el tiempo”, levantándose y, en lugar de escuchar el “I got you” de Sonny & Cher, apretando el botón del mando y viendo el jerol pétreo de Buyo una y otra vez. ¿Que estalla la guerra en Zimbawe? ¡Toma gol a Buyo! ¿Que ha muerto el periquito? ¡Toma gol a Buyo! Lo dicho, hay que sublimar energía, amigos. Actitudes así sirven para probar varias cosas: que el último Howard Hughes no estaba tan loco y que la maldición de Tenerife, por pasada, por caduca, ¡porque es lo único que ve Querubino en la tele!, se ha disuelto como un terrón de azúcar en la baba de un zíngaro.

Después del gol de Messi, asumí la realidad. El Madrid está al lado de los Butabi, en una cola de discoteca eterna, a la espera de entrar en el fiestón de los de Guardiola. Proponían los hermanos una revolución: que la cola fuese la discoteca y que la discoteca fuese la cola. Lo complicado es que, de momento, eso no depende de nosotros. Depende del dueño de la discoteca, depende de los dueños de la liga.