lunes, 29 de septiembre de 2008

YOUNG (CROSBY, STILLS & NASH)

CSNY Deja Vú
Director: Bernard Shackey
Intérpretes: Neil Young, David Crosby, Stephen Stills, Graham Nash
Web: http://www.avalonproductions.es/csny/

En un corte de “CSNY: Deja Vú Live”, la película que documenta el tour de CSNY contra la guerra de Irak, Stephen Colbert le pregunta a Neil Young “¿No tuviste ya tu ración de protesta con la guerra de Vietnam?”. El cantautor responde contundentemente: “Lo intenté. Lo intenté hasta que cumplí los sesenta”. Con esa edad (2006) y con sus tres amigos (David Crosby, Stephen Stills y Graham Nash), Neil Young se embarcó en su gira más combativa desde finales de los sesenta. Combinando temas de “Living with war” con himnos antibélicos del repertorio del grupo (“For what it’s worth”, “Deja Vú”, “Wooden ships”), los conciertos de CSNY partían de una idea cristalina: remover conciencias norteamericanas. Mismo propósito alberga “CSNY: Deja Vu” mediante la imagen: solapar biografías de guerra (madres desgarradas, veteranos sin futuro) con las circunstancias del viaje (protestas, criticas negativas, burlas la edad del grupo…).

Bajo el pseudónimo de Bernard Shakey y ayudado por el reportero de guerra Mike Creed, Neil Young dirige un filme que sobrepasa al espectador “fan”. El metraje se rebela, en tono reivindicativo, cabreado y pacifista, contra los innecesarios tiempos de guerra en los que nos han obligado a vivir. Por eso, extraña que nuestra escena favorita atrape un momento íntimo: a punto de encarar (coraje, honestidad, compromiso) el escenario, los tres componentes del grupo abrazan a un Young emocionado por sus muestras de cariño. Todavía estamos aquí, parece que repiten.


Hemos estado aquí antes...

domingo, 28 de septiembre de 2008

AHORA, PAUL NEWMAN SIEMPRE


Te queremos, Paul Newman

Paul Newman (1925-2008) desapareció ayer de nuestras vidas de manera contrapuesta a cómo apareció en ellas. Mientras que su muerte fue progresiva, sosegada y discreta, ¿hay alguien capaz de sobrevivir a los primeros fotogramas de Paul Newman en el cine? Un revés de seducción y talento noquea al espectador en “Marcado por el odio” (1956), poco después de su debut en “El cáliz de plata” (1954). De golpe, el boxeador Rocky Graciano permite al actor, además de sustituir al fallecido James Dean, tocar la cima de Hollywood casi al llegar. Su considerable formación en series de televisión y teatro marca su siguiente rol: Ben Quick en “Un largo y cálido verano” (1958). Arrebatado de Faulkner, el texto le proporciona un personaje característico que Newman revisitará a lo largo de su carrera. Joven perdedor, sin hogar a dónde regresar y dispuesto a quemar su existencia. Ése también es Brick Pollit, bebedor profesional de “La gata sobre el tejado de zinc” (1958). Este hombre, enmarañado entre su padre y una mujer por la que siente rechazo, muta en su primera nominación al Oscar.

Contradictoriamente, la monumentalidad y las elevadas intenciones de “Éxodo” (1960) han envejecido tan rápido que sólo sirven de referencia previa a la modesta y definitiva “El buscavidas” (1961). Otto Preminger (y Dalton Trumbo) crean el papel decisivo de Paul Newman: Eddie Felson. El intérprete adopta a este jugador suicida de billar para arrastrarlo a través de callejones donde no valen los ojos azules ni el encanto de clase alta. “El buscavidas” abrasa el alma hasta más allá del cuerpo de Newman. Por eso, tras esta demostración inigualable por la que ¡no! gana el Oscar, era lógico que sus siguientes proyectos bajasen de nivel: la revisable “Dulce pájaro de juventud” (1962) o la divertida “El premio” (1963) valdrían de muestra.

Repleto de atractivo, Paul disfruta con “Harper” (1966), nuestro detective “mod” favorito, y con “Cortina rasgada” (1966), un Hitchcock mediano. De paso, enamora a las mujeres de medio mundo. La esplendida “La leyenda del indomable” (1967) podría considerarse su última película de juventud, un hecho que él mismo reafirma con su maduro debut en la dirección, “Raquel, Raquel” (1968).

Los setenta, entierro del sistema de estudios, aportan un sabor agridulce a la carrera del actor. Lo más característico de la década, su alianza con Robert Redford y el director George Roy Hill, genera “Dos hombres y un destino” (1969), un western “hippie” de libro, y la agradablemente engañosa “El golpe” (1973). Con ellas conviven proyectos “major” de relativa calidad como “El coloso en llamas” (1974), “El hombre de Mackintosh” (1973) o “El castañazo” (1978); aciertos como “Buffalo Bill” (1976), “El juez de la horca” (1972) o “Con el agua al cuello” (la vuelta de Harper); y la dirección de una apuesta hoy olvidada injustamente “El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas” (1972).

A partir de esa fecha, los proyectos cinematográficos van bajando ritmo y calidad. Tragedias personales, aficiones paralelas o trabajos benéficos provocan una menor vinculación de Newman con el cine. “Veredicto final” (1982), negrísimo de Lumet; “Creadores de sombra” (1989), un acercamiento a los padres de “la Bomba”, y la controvertida “Esperando a Mr. Bridge” (1990), son ejemplos de producciones estimables que no consiguen la altura de la obra anterior de Newman. No la roza tampoco con Scorsese y su personaje estrella, Eddie Felson, en la irregular “El color del dinero” (1986) por la que ¡sí! gana el Oscar.

Únicamente Robert Benton comprendió a Newman en su última época. “Al caer el sol” (1998), ese Harper envejecido en un país para jóvenes y, sobre todo, “Ni un pelo de tonto” (1994), probablemente la mejor película de Newman en muchos años, devuelven al actor las esencias de un pasado enorme. Su despedida de la actuación en cine, lo sobresaliente de “Camino a la perdición” (2002), predecía un lento adiós. Así, “Empire falls” (2005), una miniserie dirigida por Fred Schepsi, supone el epílogo del intérprete.

Su maldito deterioro, erosionando con saña a aquel joven que nos miraba desde el lienzo, ha alcanzado los títulos de crédito. Como si se tratase de un “vídeo-homenaje” de una gala de premios cualquiera, Paul Newman regresa hoy a nuestra memoria. Ahora, salta con Robert Redford a un río; ahora, zampa huevos sin parar; ahora, atraviesa estancias en silla de ruedas; ahora, tima a Robert Shaw; ahora, Melanie Griffith le enseña los pechos; ahora, sus ojos azules en blanco y negro; ahora, Paul Newman siempre.

sábado, 27 de septiembre de 2008

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS

Director: Mark Herman
Intérpretes: Vera Farmiga, David Thewlis, Asa Butterfield
Web: http://www.boyinthestripedpajamas.com/

Fíjense en las maravillas de la mercadotecnia: en un año, un novelista finiquita un texto; al siguiente, se dan salida a tres millones de ejemplares; y al otro, lanzamos la película. Esto ha sucedido con “El niño con pijama de rayas”, la novela del autor irlandés John Boyne. Al entregar el manuscrito a su editor, Boyne la definió como “un cuento para niños que puede gustar a los adultos”. Con ese carácter, el escritor desarrolla la relación de Bruno (Asa Butterfield), hijo del máximo responsable de un campo de concentración nazi, con Shmuel (Jack Scanlon), un niño judío encerrado en ese infierno. A cada lado de una verja electríficada, los dos chiquillos van progresivamente sufriendo el tiempo que les rodea.

No negamos a Boyne y, menos, a Mark Herman su honesta intención de sacar una buena película a partir de una novela. En el arranque, la obstinada despersonalización de los judíos da una cierta esperanza de que este propósito se cumpla. El “no son personas como nosotros, Bruno” que pronuncia la madre traza una pincelada (de acuerdo, gruesa) sobre alguno de los procesos psicológicos que funcionaron entre la sociedad nacionalsocialista. Junto a unos títulos inteligentes (Bruno “re-corriendo” la realidad), “El niño con pijama...” nos hace creer que podría ser algo más. Pues no. Lentamente, Boyne y Herman comienzan a confundir “infantil” con “simple”. Sus argumentos de situaciones y personajes planos (el sargento malvado, la preadolescente fascinada, el niño judío condenado,...) hacen flaco favor a su coherencia narrativa y a sus supuestas intenciones didácticas.

Además, éstas últimas se hunden definitivamente con una moraleja de profesor mediocre que busca el aplauso, el lector o el alumno fáciles. Los malos, falsifica Boyne, se llevan lo que se merecen (aunque este castigo se alcance únicamente a través de una ficción imposible). Sólo con la última escena de nuestro protagonista el filme recupera algo de dignidad. En ella, se agolpa lo realmente violento, malvado, miserable, triste... y, esperemos, didáctico de la cinta. Ahí, entre esqueletos corpóreos, se encuentra el infierno real, vergonzoso (recordemos, ¡cinco años!, de 1940 al 45) que los niños deberían descubrir, maestros, libros y películas cerca, en las escuelas.

TROPIC THUNDER

Director: Ben Stiller
Intérpretes: Ben Stiller, Jack Black, Robert Downey Jr.
Web: http://www.tropicthunder.com/

Las apuestas ganadas hay que celebrarlas con muchas cervezas. Que Ben Stiller haya dado en el clavo definitivamente gracias a “Tropic thunder” entierra una serie de calvarios de fan. “El del caaaableeee”, gritábamos en los noventa. Nadie nos entendía. Poco después, la “Escuela Derek Zoolander para niños que no saben leer chachi” dio sentido a nuestras vidas. Nadie nos entendía. Ah, su Greg Focker evidenciaba los peligros de los suegros cabroncetes. Nadie nos entendía. Y, finalmente, sus apariciones en “Larry David” y “Extras” confirmaban la capacidad de Stiller de autoflagelación.

Esta parafilia del actor norteamericano alcanza su climax con “Tropic Thunder”. En ella, sube el nivel de masoquismo al infinito para azotar a la industria que le proporciona alimento. Varios actores de Hollywood (tremenda presentación de Robert Downey Jr.), creyendo que están rodando una película, acaban perdidos en una jungla plagada de mercenarios. Con la excusa cómica perfecta (los actores llegan a “ser verdaderamente” sus personajes), Stiller y sus compañeros de guión ponen de manifiesto las infectas relaciones (comerciales y emocionales) que pueblan los “sets” y los pasillos de la industria hollywoodiense. En una parte, más sobada, se explora el “ego” de las grandes estrellas y la irrealidad que las acompaña (Stiller luchando en directo con sus batacazos de taquilla). En la otra, brillante acierto, el bombazo al Séptimo Arte (deconstruyendo, desmitificando, denigrando) es tal que contarlo en estas líneas se consideraría pecado mortal. Imagínense: con recordar a Tom Cruise de megaproductor alopécico ordenando por webcam collejas al director ya nos espichamos, un respeto, en silencio.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

POR FAVOR, MÁS HUMOR


La nave de "Plutón BRB Nero" aterriza en "La 2"

Si “Los crímenes de Oxford” supuso el debut de Alex De La Iglesia en el “british cinema”, el director vasco ataca en “La 2” sus primeras “british series”, emparentadas con “Doctor Who” o “La guía del autoestopista galáctico”. Según la define él mismo, “Plutón BRB Nero” es una “sitcom de ciencia ficción dirigida al público infantil”. La verdad, alcanzaríamos un acuerdo en dos de sus tres términos. Cierto, su apartado “sci-fi” funciona. Una nave trata de encontrar planetas habitables a una humanidad asfixiada por la sobreconstrucción (espléndido arranque) y liderada por un majadero llamado “Makulay Culkin III”. Cierto, su lado infantil carbura: múltiples “gags” visuales (el intercambio de cuerpos cibernéticos), algún monstruito gracioso (ese Roswell cabroncete)...

La trinidad de De La Iglesia únicamente cojea en su espíritu cómico. A pesar de albergar un montón de guiños a su público, el guión no acaba de regalarnos una sonrisa completa. Asumimos, cómo no, que el visionado de un primer capítulo no basta. Apuntalado por la inmensa capacidad de su creador, pediría “Plutón BRB Nero” un mayor recorrido. Ojala las semanas le aporten lo necesario para acercarse a los valores de “Acción mutante” o “Muertos de risa”: riesgo, originalidad, bizarrismo, talento y, por favor, descojone general.

domingo, 21 de septiembre de 2008

LOS EXTRAÑOS

Director: Bryan Bertino
Intérpretes: Liv Tyler, Scott Speedman, Gema Ward
Web: http://www.losextraños.es/

El 9 de Agosto de 1969, miembros de la “familia-secta” liderada por Charles Manson irrumpieron en una mansión de Beverly Hills con un objetivo: asesinar a todo aquel que se encontrase dentro. Y así lo cumplieron. Sharon Tate (embarazada de Polanski) y tres amigos fueron eliminados sin contemplación. El puro azar, Tate podría haber estado con su marido mientras éste rodaba en Londres, empujó a que en la casa hubiese gente y a que los Manson les ejecutasen siguiendo las supuestas “instrucciones secretas” de “Helter Skelter” de los Beatles.

Según confiesa Bryan Bertino, este suceso le fascinó desde niño. La posibilidad (invisible, maldita) de que aparezcan unos extraños a aniquilar tu existencia, se vuelve celuloide en su primera película tras una oportuna (y falsa) introducción de “basado en hechos reales”. Una pareja (Tyler y Speedman) ocupa una casa familiar aislada cuando descubren a un grupo de personas encapuchadas acechando sus vidas. Quizá la principal fortaleza del metraje de Bertino se halle en la reflexión alrededor de la aleatoriedad del mal, propuesta visualmente mediante un juego de sombras y capuchas que refuerza las intenciones del realizador. Contradictoriamente, su parte puramente comercial (suspense, terror y “gore”) se descubre como endeble. Aún reconociendo la habilidad formal de Bertino, no se revitalizan sus fotogramas rutinarios con un giro homenaje a “Psicosis” ni con sustos prefabricados. En suma, “Los extraños” no pasa de buena idea venida a menos.

ATRAPADO EN UN PIRADO

Director: Brian Robbins
Intérpretes: Eddie Murphy, Elisabeth Banks, Ed Helms
Web: http://www.meetdavemovie.com/

Eddie Murphy tiene un problema, aunque él no lo sepa. Está obsesionado con interpretar más de un papel por película. El diagnostico se presentaba preocupante: en "Bowfinger", lo intentó con dos personajes; en "Un vampiro en Brooklyn" y "Norbit", con tres; en "El príncipe de Zamunda", con cuatro; en "El profesor chiflado", con siete; en "El profesor chiflado 2", ¡con ocho! Tranquiliza a la comunidad médica que en “Atrapado en un pirado" únicamente dé vida a dos roles: el de un cuerpo humano controlado por unos extraterrestres minúsculos y el del capitán de dichos marcianos. A partir de su aterrizaje en la Isla de la Libertad (probablemente el más bizarro allí desde "Splash"), la adaptación del "alien" al hábitat terrícola merece tanto la pena como el "gag" en el que se ve envuelto. Dentro y fuera de la nave, las píldoras cómicas funcionan como microrrealidades. De esta forma, unas se vuelven nada frente a otras realmente afortunadas (la “expulsión” de dólares o el estupendo Ed Helms). Transcurrido el primer tercio del metraje, y con él la novedad y los mejores momentos, el filme muta a un vehículo comercial, aburrido y archiconocido.

Por eso, le pediríamos a Murphy lo contrario a lo que dedica su carrera. Eddie, haz sólo un papel: de tí mismo. Sí, amigo Eddie, nos partíamos cuándo eras tú. ¿Recuerdas "Saturday Night Live"? ¿Y tus "stand-up"?

CUATRO VIDAS

Director: Jieho Lee
Intérpretes: Kevin Bacon, Julie Delpy, Brendan Fraser
Web: http://www.theairibreathemovie.com/

“Cuatro vidas”, título lamentable al lado del original “El aire que respiro”, retoma la (últimamente) habitual estructura narrativa de varias historias deconstruidas en tiempos y espacios. A partir de un hombre sin futuro; de otro hombre que ve el futuro; y de dos personas que buscan un futuro, Jieho Lee escribe un guión con excesivas irregularidades. Tantas que, más que sobre una historia coherente en temáticas y tristezas, el texto de Lee da la impresión de pivotar en una serie de cortos enlazados a calzador. Así, uno de los “trucos” a los que se ve obligado el cineasta para dar consistencia a la unidad de la película, es la repetición de estructuras narrativas en cada uno de los cuentos (“flashback” infantil, núcleo de la acción, desenlace). El problema radica en que esta armazón no siempre se adecua a lo que quiere contar. Lo justificado en el episodio del, qué pena, pétreo Brendan Fraser (hablamos de la escena donde adquiere conciencia de su “don”), suena a broma tonta en los minutos de Sarah Michelle Gellar (¡ay, la muerte de su padre!).

Aunque, buceando en la filmografía de Jieho Lee, no seríamos justos si no admitiésemos su corta experiencia en tratar con el cine y, menos, al nivel en el que debuta (dirigiendo estrellas de clase “A”: García, Bacon, Gellar, Whitaker...). Quizá, en vez de lanzarse al largometraje, Lee debería haber atacado varios cortos de “fogueo” con las mejores tramas de “Cuatro vidas”. Seguro que la desesperación de un doctor buscando cura a su amor imposible, seguro que el dolor de una mujer esclavizada, hubiesen brillado en “tempos” adecuados.

sábado, 13 de septiembre de 2008

EL REY DE LA MONTAÑA

Director: Gonzalo López-Gallego
Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, María Valverde, Pablo Menasanch

El miedo a una muerte inesperada, brutal y, aún más terrorífico, aleatoria es una emoción asfixiante que Bogdanovich explotó en su terrible debut “Targets” (1968). Con la misma excusa, un francotirador desconocido que arrasa vidas cruzadas, Gonzalo López-Gallego construye su recomendable tercera película, “El rey de la montaña”. Quim (Leonardo Sbaraglia) se encuentra atrapado en un bosque junto a Bea (María Valverde) cuando comienzan a dispararles sin motivo aparente desde el horizonte. Historia de supervivencia y dolor, de miserias y arrepentimiento, el filme carbura muchísimo mejor en su primera hora, recordando el costumbrismo embarrado y violento de cintas como “Deliverance”.

Desgraciadamente, al alejarse de esas referencias y adentrarse en un cine que requiere de armazón (citemos a Haneke), los minutos finales (y, sobre todo, su reflexión adjunta) difuminan la fuerza del arranque. Una pena que López-Gallego, también le ocurrió a Koldo Serra con su interesantísima “Bosque de sombras”, no cierre el círculo y nos abandone con un sabor de boca contradictorio.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

LAS DOS AMERICANAS Y EL AMOR (Sobre "Vicky Cristina Barcelona")



Ahora que ha cerrado su etapa europea con “Vicky Cristina Barcelona” y ha puesto en marcha su nuevo proyecto neoyorquino, “Whatever works”, es el momento perfecto para evaluar los años de Woody Allen en el viejo continente. “Match point”, golpetazo tras una sequía preocupante; “Scoop”, mínima comedia; “El sueño de Cassandra”, “noir” sucio e irregular; y “Vicky Cristina Barcelona”. En ella, el realizador estadounidense regresa, descartando la superficialidad, rebajando el ritmo cómico, a unos caminos que transitó en “La comedia sexual de una noche de verano” y que aquí se acercan al naturalismo didáctico de la “Nouvelle vague” francesa.

Reflexión sobre el amor (“fou”, contradictorio, pasional, marital, arrebatado, truncado, sexual, incompleto,…), “Vicky Cristina Barcelona” posee dos partes bien marcadas y especialmente afortunadas. El arranque, viaje a una Asturias desconocida e idílica, nos asalta con la posibilidad del romance desbocado de dos burguesas (una, reflexiva y a punto de casarse; la otra, impulsiva y a punto de enloquecer de pasión). Bardem, interpretación abrumadora, arrastra a las chicas a su mundo salvaje donde las leyes están para romperlas (un padre que se dedica a escribir sin publicar, una exmujer que le ama sin amarle).

La confrontación del ideario anarquista de Juan Antonio con la práctica amorosa del día a día (habitual materialismo alleniano), plagada de obstáculos, de trabas, de horizontes, de balazos, arma el discurso de la imprescindible “Vicky Cristina Barcelona”. Y, frente a otros filmes más conceptuales, esa batalla se vuelve carne: María Elena (una inspiradísima Penélope Cruz). Ella conjuga la pasión, el deseo, el amor y, a la vez, la locura, los celos, la muerte. En esa tormenta de contradicciones se abrasan los personajes; en ese guión con “voz-en-off” “á la Truffaut” (tan liviana, tan profunda, tan literaria) se hace muy, muy fuerte Woody Allen.

WOODY PONE ASTURIAS POR LAS NUBES

Un tercio de la película transcurre en el Principado, el nombre de Oviedo sale casi veinte veces y el personaje de Bardem es asturiano


Dos turistas estadounidenses, Vicky (Rebecca Hall) y Cristina (Scarlett Johansson), cenan tranquilamente en un restaurante barcelonés cuando descubren en una de las mesas contiguas al artista Juan Antonio (Javier Bardem). Ambas conocen las andanzas amorosas del español; Cristina no para de mirarle. El pintor se acerca y, sin rodeos, las invita a un viaje al norte de España. «¿Nos pides que volemos contigo a... Oviedo y volvamos?», pregunta la racional Vicky. «No, pasaremos el fin de semana. Comeremos bien, beberemos buen vino, haremos el amor», responde. «¿Y quién va a hacer el amor exactamente?», replica la chica. «Espero que los tres», concluye Juan Antonio.

Ésa es la segunda ocasión, de las casi veinte, en la que aparece el nombre de Oviedo en «Vicky Cristina Barcelona», la nueva película de Woody Allen a cuyo primer pase de prensa en España asistió LA NUEVA ESPAÑA. La cinta tendrá su primera exhibición al público el día 18 en el Festival de San Sebastián, 24 horas antes de su estreno nacional en salas comerciales.

De su hora y media de metraje, el Principado de Asturias ocupa un tercio. No se limita su presencia al «viaje de fin de semana» que realizan los tres protagonistas a la capital: algunas de las localizaciones asturianas (las escenas en el Naranco, un paseo en bicicleta...) son utilizadas por el director estadounidense para recrear escapadas a las afueras de Barcelona.

Pero empecemos por el principio. Extrañada y ofendida, Vicky está muy poco dispuesta (todo lo contrario que su amiga Cristina) a dirigirse a «una pequeña ciudad del norte de España llamada Oviedo». Además, ¿por qué querría Juan Antonio ir a ese sitio? Muy fácil: el artista necesita visitar una talla que le inspiró hace mucho tiempo: el Cristo románico de San Julián de los Prados, cosa que ocurrirá durante una escena en la que reviven los claroscuros del templo. Aterriza el avión tras un accidentado vuelo, y la «voz-en-off» omnipresente describe el paseo de los personajes alrededor de la ciudad. Fotos en las calles ovetenses; agradable comida en San Nicolás de Bari de Avilés (transportado al centro de Oviedo); pasteles en la deslumbrante Camilo de Blas (maravillosa fotografía de Aguirresarobe), y vuelta a su hotel, el Reconquista, en el que pasan un buen rato hablando del amor y sus consecuencias.

No termina aquí el idilio de «Vicky Cristina Barcelona» con Asturias. Al día siguiente, sin una convaleciente Cristina (Johansson), Juan Antonio muestra a Vicky las maravillas de Santa María del Naranco y del faro de Avilés, revelando que él «nació cerca de allí».

El mar soleado y las figuras de Bardem y Hall sentadas junto al oleaje reiteran la obsesión de Allen por descubrir una Asturias «de cuento», recordando las palabras con las que el propio director se refirió a Oviedo al recibir el premio «Príncipe de Asturias». Como el pintor no tiene suficiente con la compañía de la bella norteamericana, le propone ir a visitar a su padre, poeta, en una preciosa casa de Tiñana (Siero), a la que regresarán en otro momento, y a cenar en la Corrada del Obispo. Únicamente faltaba un concierto de flamenco a la luz de las velas en el parque de Ferrera avilesino y el enamoramiento de Vicky por el galán ya es completo.

Alrededor de treinta minutos utiliza Woody Allen a Asturias con dos propósitos: mostrarla de una forma desconocida hasta la fecha (seductora, etérea, «a-lluviosa») y plantear los conflictos que se desarrollarán en la siguiente etapa barcelonesa del filme mediante la llegada de la tempestuosa María Elena (Penélope Cruz). Ella, Bardem y Scarlett Johansson atraviesan en bicicleta las «caleyas» y acaban en una merienda en el Naranco. Aunque, gracias a la magia del cine, Allen convierte la «caleya» y el Naranco en un «camí» y un «forest» catalanes. Aun así, no se puede dudar del compromiso del neoyorquino con el Principado: no sólo porque el nombre de Oviedo se repita una y otra vez a lo largo del metraje, una promoción impresionante, sino porque Asturias, con sus calles, su mar, sus campos, constituye la esencia de esta aproximación naturalista al amor titulada «Vicky Cristina Barcelona».

sábado, 6 de septiembre de 2008

CHE, EL ARGENTINO

Director: Steven Soderbergh
Intérpretes: Benicio Del Toro, Demián Bichir, Santiago Cabrera
Web: http://www.cheelargentino.com/



Cuando acabe la Revolución, voy a meterte en una jaula y llevarte alrededor de Cuba cobrando entrada. Seguro que me haré de oro”, bromea uno de los guerrilleros con el Ché (Benicio Del Toro). En los previos a la entrada al cine, la sensación es la de acomodarse para asistir al enésimo manoseo de la figura del revolucionario. El germen de ese, seguramente, prejuicio no se genera en el vacío: numeren las biografías y las películas; las camisetas y calzoncillos; los pósteres y las gorras; las referencias políticas y las referencias de bar, que han pasado por sus vidas. Ernesto Guevara aparece en nuestra educación consumidora a la par que la Coca-Cola o, ajustando la mira, John Lennon. En definitiva, penetramos en la sala desvirgados por el argentino de una u otra manera: quizá le consideremos un terrorista o un liberador de la patria, pero venimos aprendidos de casa.

Soderbergh, consciente de este proceso, deconstruye de forma metódica (y objetiva, comprueben el metraje clásico), la visita de Guevara a Nueva York en el invierno de 1964. Con su discurso frente a la ONU y su entrevista en la CBS, el director norteamericano homenajea en áspera monocromía a los documentalistas de los años sesenta (D.A. Pennenbaker o Murray Lerner) y aprovecha para recuperar algunas de las históricas intervenciones del Ché político. La veracidad del tramo en blanco y negro deja claro que esa suerte de resurrección de la carne revolucionaria nada sería sin Benicio Del Toro. Frente a la sobreactuación de Demián Bichir del, por otra parte, eternamente sobreactuado Fidel Castro, el actor puertorriqueño vampiriza al comandante gracias a un físico mimético y a una interpretación que se engrandece cuando Soderbergh la encuadra en los “impasses” de su verdadero documental falso.

En cambio, al trasladar la acción al “flashback”, a los tiempos de la revolución (1955-1958), y regresar el color a la pantalla, y regresar el guión de ficción, el proyecto de Soderbergh se tambalea. Con un escaso desarrollo dramático, las diversas escaramuzas de los combatientes en pos de recobrar la isla no interesan nada. Enrocada en un Ché de camiseta y no en un personaje con matices, la figura principal del filme pierde atractivo al descubrir que el esfuerzo titánico de Del Toro es lo único que la mantiene en pie. Así, la sucesión de discursos del Ché a sus hombres tras la conquista de otra villa tras una buena acción del comandante tras otro discurso del Ché, demuestran que “El argentino” no escapa nunca (repetimos; salvo en su vertiente “documental”) de la corrección insulsa de una biografía para televisión. Sólo su ágil tramo final, interrumpido abruptamente, da esperanzas de encontrar algo más en su segunda parte, “Guerrilla”, a estrenar estas navidades.