lunes, 29 de agosto de 2011

EL DEDO DE M.O.U., EL EXTRATERRESTRE

 M.O.U. solo quería señalar a "Pito" su casa

Arranca la Liga y, un año más, lo que importa es machacar a Mourinho. La buena imagen de la Supercopa se evaporó en la prensa nacional entre ataques al Real Madrid. Su “dedazo” a “Pito” Vilanova eclipsó todos nuestros esfuerzos y, de la noche a la mañana, nos convertimos en unos genocidas. Que si íbamos a quebrar la selección; que por qué Florentino no se disfraza de Hulk Hogan e interviene; que por qué no se disculpa el “míster” (incluso Joan Gaspart, en el límite de la desfachatez, lo exigió). Si en esos días E.T. hubiese bajado a la tierra, a su índice rojo y prodigioso le prestarían menos atención. Estoy seguro que los culés dirían algo como “ese monstruo fecal podrá hacer volar a prepúberes y bicicletas y descubrir nuevos caminos a la ciencia, pero... ¿tú has visto la agresión del cerdo de Mourinho a “Pito” Vilanova? ¡Menudo sinvergüenza!”.

Mourinho ya ha pedido disculpas al madridismo, detalle que no han imitado “Pito” y sus “apandadores” azulgrana por sus provocaciones en el banquillo del Barça. Pasen página, señores, y recuerden que el bueno de José estuvo trabajando con ustedes durante ¡cuatro años! y no hubo ninguna queja por su personalidad, sobre todo cuando hoy le pintan como una mezcla de Gadafi, el malo de “Avatar” y Teddy Bautista. Aparte, me parece muy exagerado y ventajista llamar “agresión” a una acción que no inmuta ¡ni a un señor de bigote! (sí, ese tipo del fondo de la imagen igualico que Aznar).

Además, no se equivoquen, el gesto de Mou ha sido un servicio al madridismo más increíble que cuando E.T. conectaba sensorialmente con el chaval protagonista. Mi generación ochentera de merengues siempre ha estado marcada por un movimiento de dedo: el de Michel tocando el “paquebote” de Valderrama. No había un partido en el colegio en el que un niño azulgrana no te dijese “jugamos, vale, pero ni me roces la pilila”. Qué graciosos (y que imberbe es la palabra “pilila”) eran mis compañeros culés de una sola ceja. Nuestro profeta Mou ha hecho que, en la limitada memoria de nuestros enemigos acérrimos, el foco táctil de la vergüenza madridista se desplace de una parte del cuerpo a otra. Y, piénsenlo, por muchas tardes de triunfo que te dé esa bendita parte del cuerpo, para aliviar el escarnio infantil y juvenil siempre es mejor que se centren en la segunda y te suelten “jugamos, vale, pero ni me roces el ojo”.

sábado, 27 de agosto de 2011

EL PERFECTO ANFITRIÓN

Director: Nick Tomnay
Intérpretes: David Hyde Pierce, Clayne Crawford, Nathaniel Parker
Web: http://theperfecthostmovie.com/



Cuando te acercas a un festival de cortos (y en España hay muchos y, algunos, muy notables), observas que el “efecto sorpresa” es la principal adicción de los jóvenes cineastas en sus trabajos. Pocos medios, pocos personajes, actores “amateur” y un giro de guión. “Éste reamente no era éste”, “nuestro ángulo de cámara del principio no nos descubría dónde estaba realmente el protagonista”, “la conversación se basa en un doble sentido que realmente se revela al final”... una letanía de golpes de efecto que, aunque en contados casos funcionen (por ejemplo, el magnífico “Si o no” de Isabel Poveda Llanos), en la mayoría se diluyen por reiteración.

Eso sí, tranquilícense, parece que este mal es global. Así, no extraña que “El perfecto anfitrión” descienda de un corto de su director, “El anfitrión”, multipremiado en Australia. Producción modesta con el añadido de David Hyde Pierce (Neils en “Frasier”), la cinta desarrolla el encuentro entre un ladrón a la fuga y un conocido que le acoge en su casa. A pesar de que su estructura recuerda, a ratos y en la distancia, a “La Huella” de Joseph L. Mankiewicz y a “Hard Candy” de David Slade, la película se pierde en sus obviedades (quizá la más sangrante sea el mostrar, mediante un montaje grosero, que la cena solo está en la mente del anfitrión) y en su obsesión por dejar al espectador boquiabierto. Quitando sus imposturas y sus excesos (esa escena en la que se corta el cuerpo, casi humorística), la interpretación de Hyde Pierce acaba por capitalizar lo bueno del filme de Tomnay, ya aburridos de un director que confunde un recurso de guión, con un argumento; una sucesión de sorpresas, con un largometraje.

DINERO FÁCIL

Director: Daniel Espinosa
Intérpretes: Joel Kinnaman, Matias Padin, Dragomir Mrsic



Con “Dinero fácil”, Daniel Espinosa propone un terceto de historias que transcurren en ese microcosmos de marginación y delincuencia que crece en paralelo a la existencia cosmopolita, de revista de viajes, de Estocolmo. Un taxista y su hija, un hombre que se ve envuelto en tráfico de cocaina, y un inmigrante latino, componen el cuadro de relaciones que, capital sueca (sí y no) de fondo, funcionan con doble filo: por una parte, un “thriller” interesante y, por otra, un drama mediocre. Es en sus episodios de robo donde la película brilla con mayor intensidad, en especial, al cruzarse los tres personajes con un propósito “noir”: escamotear dinero a un capo mafioso. De aroma al reciente “thriller” norteamericano (“Ciudad de ladrones”), se atranca Espinosa al manejar más elementos genéricos que el estrictamente policiaco. Ninguno de sus actores termina convenciendo porque “Dinero fácil” no les facilita bien alcanzar sus objetivos. De todos modos, es justo aceptar que, aún no siendo su combinación de elementos la mejor para el filme (irregularidad de historias, poca agilidad en su último tercio), sí se nota la labor de alguien que sabe hacer cine, de alguien que puede regalarnos una alegría en cualquier momento.

sábado, 20 de agosto de 2011

MANUALE D’AMORE 3

Director: Giovanni Veronesi
Intérpretes: Robert De Niro, Michele Placido, Monica Bellucci



Giovanni Veronesi es, en Italia, al amor pastoso lo que Santiago Segura es, en España, a la roña y el cutrerío. Cuestión de prioridades nacionales. Con su primera “Manuale D’Amore” el director azzurro recaudó 15 millones de euros en su país y ese pequeño impulso le ha ayudado a crear una saga de historias entrelazadas (esta entrega se divide en tres trozos: “juventud”, “madurez” y “vejez”) que amenazan con extenderse hasta el infinito. (Bien) enterradas en la memoria sus dos predecesoras, de “Manuale D’Amore 3” resultan sorprendentes unos cuantos elementos. El más notorio es el protagonismo de Robert De Niro en su tercer capítulo. Salvo por la oportunidad de ligarse a Mónica Belucci (en la ficción), no se entiende cómo el actor norteamericano se ha prestado a un texto de enredos que podría firmar cualquier guionista novel de teleserie española. Tras una voz en off que reflexiona sobre las emocionalidades basura de su personaje, De Niro incurre de nuevo en esa especie de maldición que somete a su carrera a vejaciones indecibles con tal de seguir trabajando.

Pero aunque la incoherencia en el asunto De Niro sobresalga por motivos marketinianos, ésta no nos debe ocultar el fondo de los argumentos de Veronesi. Bajo sus tonos de novelón y bajo el prepúber que abre cada sección del filme, arcazo en mano (no nos vaya a quedar claro que es Cupido), se esconde un retrato del amor tan carca, pringoso y conservador que chirriaría a Franco Zefirelli. Quién nos iba a decir que añoraríamos a semejante cineasta hoy, en estos terribles tiempos berlusconianos, cuando Veronesi y el insoportable Moccia nos trepanan, por lo menos, una vez al año.