Director: Frank Miller
Intérpretes: Gabriel Macht, Eva Mendes, Samuel L. Jackson
Web: http://www.sonypicturesreleasing.es/sites/thespirit/
Hasta “The spirit”, las adaptaciones cinematográficas de la obra de Frank Miller han avanzado en paralelo a su creador. Por mucho que hayan recibido su bendición (“300”), por mucho que haya colaborado en ellas (“Sin city”), al espectador le quedaba la duda de hasta qué punto el propio Miller influía en la visión fílmica de su obra o si, por contra, eran los “adaptadores-homenajeadores” (Rodríguez, Snyder) los encargados de acercar sus películas al estilo de los “comic-books”. Definitivamente, vista “The spirit”, deberíamos pedir al cineasta que institucionalizase en un documento (como Von Trier con su “Dogma”) una opción formal “Miller” que combine todos los elementos en juego: la “voz en off”, la colorización del fotograma, los juegos de sombras, la creación 3D o la post-producción digital. Con esta guía, podría titularse “Frank Miller para torpes”, haría un favor inmenso a los siguientes directores que aborden su literatura.
Eso sí, tengan cuidado los que vengan detrás. Aquello que podía fascinar en “Sin city”, aquí comienza a notar un desgaste pútrido. Robert Rodriguez, cineasta de claroscuros, entendía perfectamente que para sostener una hora y media de cine se necesita algo más que una opción formal. Por eso, enganchó tres historias, tres cortometrajes y ensambló una película irregular que, probablemente, envejezca bastante mal. Este es el problema de “The spirit”: su envoltorio posee mayor entidad que lo que guarda dentro. Recuerda uno, mientras soporta a Gabriel Macht en la piel de superhéroe vacuo (y pedante), a ese filme fallido titulado “Sky captain y el mundo de mañana”. Poco tiene que tramar Miller (ni siquiera la tradición de Will Eisner le vale) y dedica su tiempo a reiterar esbozos de personajes (Johansson o Vega rozan el ridículo), a plantar chistes malos (los clones idiotas) o a engalanar un guión mediocre. Desde mi posición de pobre columnista de página par, cabrea reprochar a un contador de historias, a un tipo con talento, que no haga su trabajo. ¿Por qué, en lugar de imponer decálogos visuales, Miller no se dedica a narrar? Quizá sea menos lustroso pero, se lo aseguramos, es muchísimo más emocionante.
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