La actriz resalta sus orígenes asturianos en declaraciones exclusivas a LA NUEVA ESPAÑA tras la gala de los Goya.
Madrid, Eduardo GALÁN;
Nerea Camacho salta del altillo del “photocall” de premiados y atraviesa la omnipresente alfombra verde. Poco a poco, hordas de periodistas atacan a la actriz de doce años: “¿Qué se siente?”, “¿Pesa mucho?”, “¿Dónde lo vas a poner?”, “¿Cómo lo pasaste en el rodaje?”, “¿Crees que tienes futuro en esta profesión?”. Flashes y flashes iluminan su cuerpo diminuto mientras se acerca a la posición de LA NUEVA ESPAÑA en el pelotón mediático. A la derecha, los colaboradores de un portal web sobre cine le piden unas fotos con su logo en brazos: divertida, algo ausente, Nerea sonríe a los fogonazos y a las cuestiones clónicas de rigor. Nuestro turno. “Hola, Nerea. Somos del periódico asturiano LA NUEVA ESPAÑA”, recitamos. Y la chiquilla comienza a saltar. Pequeños gritos como los que su personaje daba cuando, en la película, bailaba al ritmo de Shakira. “Estoy encantada con Asturias. Me trataron muy bien en el pase que organizamos”, recuerda, “Allí tengo a mis abuelos y me hizo mucha ilusión ver todo el cine lleno de gente”. Con esta explosión de alegría inesperada tras escuchar el nombre de Asturias, Nerea nos confiesa que “se siente mitad almeriense y mitad asturiana” y que le gustaría dedicar el premio a “todos los asturianos que me han estado apoyando”. Admite que tiene “muchas ganas de volver de visita” pero que ahora “voy a tener que dedicarme a diversos viajes”. ¿Y el futuro? “Estoy con dos proyectos de los que todavía no debo hablar. Eso sí, espero empezar a concretar uno mañana”, nos revela.
Minutos antes, Nerea Camacho, Farah Hamed, Esperanza Pedreño y Ana Wagener miraban el escenario, pendientes de un sobre relleno con un Goya. Cuatro nominadas a “actriz revelación” en una pantalla dividida. “¡Nerea Camacho!, por “Camino””. Y la chiquilla en su vestido de encajes, muy diferente a su personaje en la película de Fesser, sube la escalinata del escenario del Palacio de Congresos. Emocionada, nerviosa, titubeante, Nerea se acordó de su familia que la seguía desde la platea, de sus compañeros de rodaje (“Javier, te quiero mucho”) y de su pueblo almeriense, Balanegra. Con un Goya gigante, casi tanto como ella, apareció en la sala de prensa para atender a los medios. Reviviendo el momento del anuncio, la chica repitió a los medios lo contenta que estaba y la enorme ilusión que le hacía haber ganado un premio tan importante.
El filme cuenta la historia de Camino, una niña que sufre una enfermedad degenerativa inesperada a la vez que su familia, perteneciente al Opus Dei, encara las circunstancias de la misma. Basado libremente en la vida de Alexia González Barros, “Camino” retrata cómo los fundamentalismos religiosos pueden transformar, primero, la visión de la enfermedad y, después, la forma de afrontarla. Dentro de un reparto impecable (Dauder, Venancio, Elías), Nerea Camacho sostiene con una interpretación jovial y trágica, inocente y adulta, el peso del texto de Fesser. Esto comprobaron, en el Diciembre pasado, los asistentes a la presentación asturiana del largometraje en el Teatro de La Felguera. Acompañados por Nerea, los espectadores comprobaron la contundencia del discurso de Fesser en uno de los trabajos cinematográficos sobresalientes del año.
El domingo, viendo a Nerea correr por las salas interminables del Palacio de Congresos, no se distingue muy bien si es una chiquilla metida a actriz o una actriz interpretando a una chiquilla. Eso sí, de pronto, cuando descubre a Penélope Cruz o Benicio Del Toro y echa a chillar como una preadolescente, intuimos la respuesta.
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