domingo, 17 de julio de 2011

BETTY ANNE WALTERS

Director: Tony Goldwin
Intérpretes: Hillary Swank, Sam Rockwell, Minnie Driver
Web: http://www.foxsearchlight.com/conviction/



“Aquí llega la historia de “El huracán”/ El hombre al que las autoridades culpaban/ De algo que nunca hizo”. En su canción “Hurricane” (Desire, 1976), Bob Dylan narra la historia del boxeador negro, Robin “Huracán” Carter, acusado de un crimen que no había cometido. Como la canción protesta (ésa de la que “Hurricane” hereda su narrativa), la cinematografía norteamericana se nutre de falsos culpables (“wrong men”) que son, casi siempre, “wronged men” (hombres engañados). Pero no solo Hitchchock y sus suspenses desarrollan esta figura; la épica del inocente ha sido explotada de las formas más variopintas: del telefilme estándar (“basado en hechos reales”), a variantes malévolas (y divertidas) que pertenecen al subgénero de “quién es el asesino” (“Testigo de cargo”, “Las dos caras de la verdad”) que tanto detestaba el maestro inglés.

Tony Goldwin, director de la insufrible “The last kiss”, nos presenta “Betty Anne Walters” con la proclama de una película consagrada al oficio de dramatizar el caso real de un acusado/engañado (Sam Rockwell) y la pelea titánica de su hermana (Hillary Swank), durante veinte años, para sacarle de la cárcel. Lo que deberíamos plantearnos es qué pretende un filme sustentado por una noticia periodística: si esta premisa se reduce a poses comerciales (aprovechar el tirón sensacionalista del suceso o certificar la mímesis de tal o cual actor con una persona pública) es muy posible que todo acabe en otro metraje efectista de sobremesa. Y a esto se asemeja el tercio inicial de la cinta de Goldwyn, una sucesión de imágenes convencionales que ya hemos visto muchas veces y con las que intenta ilustrar la vivencia de superación de la biografiada. Recorren sus primeros minutos, como si se tratase de un catálogo de estampas turísticas, el asesinato con una habitación ensangrentada; el juicio y el presidio; la hermana que se obsesiona con su liberación y el progresivo abandono de su vida personal con tal de evitar a su familiar la cadena perpetua.

Se salva “Betty Anne Walters” de su destino gracias a su reparto principal. Aunque Hillary Swank regrese a ese carácter sureño, de físico hosco, que ya la engrandeciese en “Million Dollar Baby” y sucedáneos, el polimorfismo de Sam Rockwell le ayuda a no caer en una revisitación rutinaria de su papel. Entre ellos y una terna de secundarios potentísimos (Melissa Leo, Juliette Lewis, Peter Gallagher, Minnie Driver) consiguen recuperar a la película de la realización cadáver de Tony Goldwin. Pareciera como si el arte se rebelase ante aquellos que quieren ficcionalizar la vida con tanta monotonía: todo les queda envarado, automático, carente de valor, hasta que llega Bob Dylan y escribe “Hurricane”, y nos demuestra que siempre existe una rendija donde la realidad se deja ver desnuda, contradictoria, indomable.

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