miércoles, 13 de junio de 2007

Y TONY SOPRANO SE FUNDE A NEGRO


Nueva Jersey. Un restaurante tan estadounidense que podría aparecer en un cuadro de Hopper. Lleno de gente made in América: un grupo de boy scouts, unas hamburguesas de vuelta y vuelta, un jukebox con Tony Bennett, dos teenagers enamorados, sus milkshakes, y en la mesa central, Tony Soprano. Desde allí pulsa K¿2? y suena su selección: “Don’t stop believing” de Journey. Llega Carmela. Entra un extraño de chaqueta gris y, detrás, A.J. Escogen su comida. El hombre gris les observa de reojo tras su café de barra. Fuera, Meadow Soprano intenta aparcar. Tres coca-colas rellenas de hielo. El tipo vuelve a girar levemente su cabeza. “Trata siempre de recordar los buenos tiempos”, un consejo de Tony que A.J. le devuelve. El desconocido se va al baño. Al pasar a su lado, sólo se gana un pequeño gesto del jefe mafioso. Dos negros estudian la bollería. Meadow consigue aparcar. Los Soprano devoran aros de cebolla. Tony manosea el jukebox. Lentamente levanta la vista, entre la inocencia y la sorpresa, a un punto que supera ligeramente a la cámara. Journey comienza el estribillo “Don’t stop…”
Y Tony Soprano se funde a negro. La música desaparece bruscamente. Se mantienen el silencio y la oscuridad durante diez segundos interminables, en los que montones de estadounidenses comienzan a lanzar objetos contundentes contra sus pantallas. Títulos de crédito. Fin de una de las series más importantes de la historia de la TV.
Si Orson Welles consiguió con “La guerra de los mundos” que varios miles de norteamericanos saliesen de sus casas atemorizados por una supuesta invasión alienígena, otro genio, David Chase, ha hecho algo parecido: ha perturbado a millones de personas alrededor del mundo. ¿Qué pasa aquí? Algo no funciona. ¿Se ha ido la imagen? Una escena donde se deja a la familia Soprano rodeada de posibles asesinos (un italoamericano que se va al mismo W.C. en el que se bautizó Michael Corleone, y una pareja de raperos, clásica arma de eliminación en “Los Soprano”), ¿es la última imagen de la serie? Pues sí.
Por supuesto, esta provocación de David Chase, el creador de la serie, ha impulsado una inevitable controversia en EEUU. El público y la mayor parte de la crítica, maleducados por las “sorpresas” y “giros” de la televisión y el cine actuales (ya la semana previa habían barajado soluciones rimbombantes: Tony informando al FBI, Paulie traicionándole,…), no asume lo literario y, sobre todo, lo atrevido de la propuesta de Chase. Peor para ellos. “This is the end, my friend”. Aceptémoslo. Por mucho que nos jorobe, termina la historia del jefe mafioso más importante de Nueva Jersey donde debía acabar: zampando grasosos aros de cebolla a puñados, rodeado por su familia y con Norteamérica de fondo (rock + violencia + estereotipos). Por muchas (malévolas e irresolubles) pistas que nos haya dejado Chase, plantearse porvenires hipotéticos tiene tan poco sentido como discutir si Elsa se reencontrará alguna vez con Rick o si Deckard, hundido su ascensor en negro, alcanzará la felicidad al lado de Rachel.
Y ahí se nos queda Tony Soprano, huérfano de final, atrapado por los siglos de los siglos en un presente absoluto, fotográfico, observando el infinito con incertidumbre. De su futuro nada podemos saber. Permanece para siempre su violento, glotón y fascinante pasado.

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