lunes, 7 de abril de 2008

IDIOCRACIA

¿Qué pasaría si, en un mundo feliz y libre de retos, la evolución se quedase obsoleta?

Razona Mike Judge que, en lugar de premiar a los más aptos, la balanza se inclinaría hacia los que más procrean. Ésta es, en dos miserables líneas, la idea de partida de “Idiocracia”. Por mucha sátira de ciencia ficción con la que esté revestido, el cabreo que arrastra el creador de “Beavis y Butt-Head” con la sociedad “new age”, “cool”, universitaria (o como se la quiera llamar) se nota desde el extraordinario arranque. Lo que deberían ser unos nuevos Adán y Eva, cultos y racionales, acaban convirtiéndose en una la pareja de profesores frígidos preocupados por si mismos (etimológicamente, los verdaderos idiotas del filme), que deciden aguardar al “momento adecuado”, a la “etapa perfecta” para engendrar unos niños que nunca llegarán.

Lógicamente, termina explotando la idiocalipsis. Mientras ellos esperan y esperan hasta el infinito, sus congéneres menos dotados intelectualmente (pero ansiosos por el folleteo) pueblan la tierra de gilipollas estratosféricos. En ese futuro, año 2505, despierta el perfecto norteamericano hibernado, Joe Bauers (Luke Wilson). Una realidad estúpida en la que los espectadores se dedican a admirar culos pedorreantes, en la que las tetas copan los rayos catódicos o en la que el presidente sale directamente del ring del “Pressing catch”. La reflexión, como suele pasar con todos los irregulares escritos de Judge (“Beavis y Butthead”, “Trabajo basura”, “King Of The Hill”…), emerge siempre al dejarlos reposar. Aunque sea cómica, citemos a Bradbury, la ciencia ficción refleja al presente antes que a un hipotético futuro. Por tanto, cada vez que volvemos a disfrutar la recomendable “Idiocracia” con sus culos pedorreantes, con sus tetas y tetas y tetas, con su presidente cachas, no podemos evitar una pregunta: ¿habla Judge de un mañana idiota… o de un hoy imbécil?

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