sábado, 28 de junio de 2008

LOS CRONOCRÍMENES

Director: Nacho Vigalondo
Intérpretes: Karra Elejalde, Nacho Vigalondo, Barbara Goenaga
Web: http://www.loscronocrimenes.com/



Para una generación, casi la primera nacida al lenguaje web en España, elegir el corto favorito de Nacho Vigalondo en Youtube suponía un pasatiempo cinéfilo con el que agotar el tiempo. Rondaban “7:35 de la mañana”, “Choque”, “Código 7”... y, por supuesto, el mordaz “Domingo” (sin que se me noten preferencias, por favor). Después de tan noble cometido, la pregunta que se repetía en esos ambientes era siempre la misma: “¿Cuándo hará Vigalondo una peli?”. Pues la respuesta se titula “Los cronocrímenes”. Héctor (Karra Elejalde) es un hombre corriente que se traslada con su mujer al campo buscando la tranquilidad perdida. En cambio, lo que se encuentra allí difiere bastante: un extraño asesino envuelto en vendas rosas, un ¿cadáver? de una chica y la sensación de que todo eso ya lo ha vivido.

Decía Mastroianni que para referirse a la interpretación le gustaba más el verbo anglosajón “to play” (jugar) que el “actuar” español. A Vigalondo le ocurre lo mismo con la realización. Si en “7:35” jugaba con un musical, en “Los cronocrímenes” se atreve a construir un mecano temporal. En una cirugía zigzagueante de tiempos (que repudia y adora a Hitchcock a la vez), Vigalondo nos pone en manos de un “voyeur” (ahí su “caja de Pandora”) que transita diversos planos de su propia existencia (véanla; esto no es un juego de palabras). El férreo compromiso del cineasta con el espectador (apoyando su transitar en ¿flashbacks?) solidifica un proceso empático que nos impulsa a obviar detalles (interpretaciones; escenarios) remediables con mayor producción. Además, como buen hijo del grupo (definido por Azcona) de directores que hacen “cine sobre el cine”, Vigalondo deja caer con talento múltiples homenajes: desde el Liam Neeson de “Darkman” o la canción de Blondie que parafrasea a “Atrapado en el tiempo” hasta probablemente su momento más emotivo; Karra Elejalde escoge su doble cuerpo y, sin la desesperación de James Stewart, con la omnisciencia de Bill Murray, espera una tormenta que sabe que va a llegar.

PERSÉPOLIS

Director: Satrapi, Paronnaud
Web: http://www.vertigofilms.es/persepolis/

Últimamente, y hay que dar el crédito que se merecen a Moore, Spielgelman y Miller, la novela gráfica se está volviendo un terreno perfecto para las adaptaciones cinematográficas. “Sin city” o “30 días de oscuridad” demuestran la transubstanciación coherente e inspirada de viñetas en acción real, una alquimia impensable hasta hace relativamente poco tiempo. En otra onda, “Persepolis” apuesta no tanto por un cambio de materia, sino por desbordar sus páginas y convertirse en película animada. El flashback a color desde un aeropuerto, siempre en estaciones de paso afloran los recuerdos, abre el blanco y negro sobre la niñez de Marjane Satrapi en el Irán de finales del siglo XX, marcada por el derrocamiento del Sha y la posterior revolución islámica. Su infancia, su adolescencia (irónico tránsito en el filme) y su posterior madurez se desarrollan en trazos monocromáticos pero contundentemente cálidos: las lágrimas del preso político, los pétalos de jazmín en el pecho, la soledad austriaca... transmitiendo emoción sin necesidad de efectos digitales. Bastan la imaginación, las líneas circulares y el juego con espacios y tiempos.

Además de su condición de cine adulto, “Persépolis” funciona como fábula animada con moraleja sabia y necesaria. La opresión del régimen (permanentemente representada por implacables pupilas de barba afilada) y la búsqueda de escapes a una realidad asfixiante (necesario escuchar y aprender) arman el fondo necesario para que el filme se sostenga con total dignidad en su faceta didáctica. Aunque, evidentemente, lo extraordinario de la cinta es su habilidad al agitar viñetas cual marionetas y retratar piel (dolorida, vivida) mediante un teatro, ese encanto olvidado guarda “Persépolis”, de sombras.

PASO DE TÍ

Director: Nicholas Stoller
Intérpretes: Jason Segell, Kristen Bell, Mila Kunis
Web: http://www.pasodeti.es/

Cuando a uno le ataca por primera vez el trailer de “Paso de tí”, la nueva producción de la “factoría Appatow” (“Supersalidos”, “Lío embarazoso”), se imagina que tras el aperitivo vendrá una película cargada de ironía sobre el estado actual de ese ente bicéfalo llamado “pareja”. Y la historia es que, al principio, esta impresión se confirma: ¿cómo aguantarían que su novia/o les dejase, literalmente, en pelotas? Eso sí, lo único atractivo del largo acaba en su presentación, William Baldwin mediante. El resto deriva en un conglomerado que carbura con situaciones extirpadas de otras películas “romanticogamberroides”; habitan todos los tópicos: las situaciones sexuales, la segunda chica maja, el novio idiota... demasiado en una sola toma. Aunque, quizá lo más molesto no se encuentre ahí sino en un discurso relleno de naftalina que aniquila el atractivo que, a priori, poseyese “Paso de tí”.

martes, 24 de junio de 2008

FUE NUESTRO HERMANO

GEORGE CARLIN (1937-2008)

Ateo, cocainómano, cómico, hippie, actor... de George Carlin (1937-2008) esperábamos que estuviese más tiempo con nosotros. Y nos agarrábamos a esa convicción, a pesar de sus múltiples problemas cardíacos, a pesar de una vida de excesos, porque en su último especial (último, último, resuena) “Es malo para ti” (2008) nos enseñaba las cuatro ventajas de ser un “jodido viejo”: te está permitido evitar las reuniones sociales diciendo “estoy cansado”; no tienes que levantar peso; no eres responsable de tus actos (¡viva el Alzheimer!); y, sobre todo, te puedes cagar encima sin problema. Él recitó, a principios de los setenta e inspirado por Aristófanes, las siete palabras prohibidas en televisión, y que todavía cuesta escribir en un periódico, “Cagar, mear, follar, puta, chupapollas, hijo de puta, tetas”.

Amigo de Lenny Bruce y maestro de Bill Maher, Carlin nunca creyó en Dios (“Sólo creo en Joe Pesci”) ni en el Cielo (“un bar de carretera en la autopista al aeropuerto”) pero siempre confió, bendito hippisimo, en el ser humano. Bien se podría homenajear a este sabio, a este genio, con las palabras que le dedicó Bob Dylan a Lenny Bruce: “Fue el hermano que nunca tuvimos”.

sábado, 21 de junio de 2008

MARGOT Y LA BODA

Director: Noah Baumbach
Intérpretes: Nicole Kidman, Jennifer Jason Leigh, Jack Black
Web: http://www.margotatthewedding.com/

La familia y sus claroscuros articulan el núcleo argumental de una generación de novísimos cineastas norteamericanos; Wes Anderson (“Los Tenembaums”), Tamra Jenkins (“La familia Savages”), Sofía Coppola (“Las vírgenes suicidas”)... y, por supuesto, Noah Baumbach. Una vez diseccionada su propia familia en “Una historia de Brooklyn”, notabilísimo debut, el director estadounidense deshoja las relaciones entre una mujer, Margot (Nicole Kidman), y diversos miembros de su raza (especialmente, su hijo) durante la boda de su hermana.

Existe, más que una conciencia “indie” (y por mucho que sus bandas sonoras les emparenten con esa tendencia), un indiscutible parentesco de estos creadores con el cine europeo pretérito. Mientras que en el viejo continente la experimentación reciente se diluye (demasiadas ocasiones) en lo formal, en USA se producen golpetazos literarios como la ya referida “La familia Savages” o esta “Margot y la boda” que piden a los espectadores europeos una mayor estima hacia trabajos que podrían firmar Truffaut, Bergman, Passolini o, en el caso de hoy, Rohmer. Baumbach y sus actores (sin excepción, incluso Jack Black disimula excesos) desnudan a las hermanas protagonistas (Kidman, una neurótica infantiloide; Jason Leigh, una pasiva agresiva) y las encaran a una multitud extraña que representa violencia (esos vecinos salvajes) y miseria (el amante de Kidman). En las ausencias presentes de las dos mujeres (ahí el marido perfecto y, paradójicamente, rechazado por Margot; ahí la madre y una tercera hermana fuera de campo) se encuentra lo más interesante de “Margot y la boda”. Ellas y ellos, los que están y los que no están, dan el alrededor necesario para enfocar al complejo (confesémoslo: en ocasiones, marciano) personaje principal y sus relaciones familiares. En medio de una confusión cuasipsicótica de roles (madre-amiga-hermana-amante) y viajes circulares, una Nicole Kidman adulta y jadeante, ¿habrá hallado su camino?, cierra la segunda película de Noah Baumbach en brazos de su chiquillo. Sin la solidez de “Una historia de Brooklyn” (en aquel metraje, cada acorde dolía por algo), “Margot y la boda” confirma una filmografía coherente, euronorteamericana, empeñada en dibujar seres humanos.

EL INCREÍBLE HULK

Director: Louis Leterrier
Intérpretes: Edward Norton, Liv Tyler, Tim Roth
Web: http://www.sonypicturesreleasing.es/sites/hulk/

El gran problema de Marvel con el “Hulk” (2003) de Ang Lee saltó al poco de ser estrenada, reconfirmando a los altos ejecutivos los pases previos del “material”. Vamos, que al personal aquello no le gustaba. En esa ocasión, la indudable maestría del taiwanes (“Deseo, peligro”; “La tormenta de hielo”) se encontró de sopetón con que su cine no cuadraba en las tracas hollywoodienses. Aún realizando una de las mejores transmutaciones (madura, psicoanalítica, sabia) de un cómic a la pantalla, la Marvel decidió prescindir de Lee y producir una segunda relectura de este superhéroe desde un prisma jugoso para el aficionado medio. Por tanto, Leterrier y Norton, los responsables conjuntos de “Hulk”, conocían perfectamente su cometido antes incluso de haber iniciado el rodaje. Como prueba definitiva, cito a los humanos implicados: “queríamos alejarnos del estilo cerebral de Ang Lee y acercarnos a una película de acción”.

Pues vale, lo han conseguido. Su revisión de “Hulk”, con el pequeño detalle del “flashback” en los títulos de crédito (utilizado también por Raimi en “Spiderman”), nunca se escapa de nada que no hayamos visto ya. Con un casting más potente que el de Ang Lee (únicamente chirría Liv Tyler), el filme podría haber optado por incrementar el riesgo en lugar de volverse un franquiciado. No ha sido así y solamente podemos rescatar algunos detalles que demuestren que hay vida más allá de la corrección: esas sobreimpresiones al título marcando los periodos de abstinencia; el científico egomaníaco de Tim Blake Nelson; y la obsesión de Acab, Tim Roth, por su Moby Dick verde. Lo demás: monotonía, monotonía, monotonía... aunque pensándolo bien, si nosotros disfrutamos con Ang Lee y el resto del mundo no, nos tememos que con ésta ocurra a la inversa.

CAOS CALMO

Director: Antonello Grimaldi
Intérpretes: Nanni Moretti, Valeria Golino, Alessandro Gassman

Arranca “Caos calmo” como lo hizo “Match Point” de Woody Allen: con un partido de tenis (playa). La pelota se mueve de lado a lado y Pietro Paladini (Moretti) divisa a una bañista ahogándose. Raudo, junto a su hermano Carlo (Alessandro Gassman), consigue salvarla. Mientras tanto, en ese tiempo que ocupó rescatando a la chica, su mujer sufre un accidente fatal delante de su hija de ocho años. Ya entonces, tras dos escenas desde los créditos, se perfila de qué va a hablar Grimaldi en su película: la culpa. Encallado en un trastorno obsesivo-compulsivo, el viudo se dedicará a habitar el parque de enfrente del colegio de su niña para, en un intento irracional de control de azares (incontrolables), estar ahí siempre que ella lo necesite.

De partida, la propuesta es irreprochable. Y lo es porque sigue, alargada sombra, los designios del cine de Nanni Moretti. Por mucho que el filme se base en una novela de Sandro Veronesi, la presencia desbordante de Moretti (y de su forma de enfocar la existencia) modula momentos inolvidables (“¿qué aerolíneas he cogido en mi vida?”; aparición de Polanski), devolviendo a la memoria esas dos obras maestras tituladas “Caro diario” y “Abril”. Sobre el Giovanni de “La habitación del hijo” (y sus limitaciones como actor), el italiano crea un personaje ensimismado por la culpa que sólo acaba afrontando su vida gracias a una metáfora vital de su pipiola: los palíndromos (obtener distinta panorámica de un mismo hecho). Únicamente se puede renegar de “Caos calmo” cuando abandona el “laissez faire” de Moretti y se enquista en vicios de galería (BSO mal conceptualizada; escena de sexo impresentable), probablemente por su carácter de obra a dos manos. Dentro de un conjunto impecable estas irregularidades chocan aún más, aupando lo que de Moretti hay en “Caos calmo” y hundiendo lo que de Moretti no hay en “Caos calmo”.

domingo, 15 de junio de 2008

LA VIDA SIN GRACE

Director: James C. Strouse
Intérpretes: John Cusack, Alessandro Nivola, Shelan O’Keefe
Web: http://www.graceisgone-themovie.com/

Ya sabíamos de la implicación de John Cusack con las organizaciones opuestas a la guerra de Irak gracias a sus columnas en el diario electrónico “The Huffington Post”. Entonces, no nos debería extrañar que dos de sus proyectos de 2007 se centren en dicho conflicto bélico, una vez que las matanzas han abandonado las noticias. El primero, titulado “La vida sin Grace”, llega hoy a nuestras pantallas y el segundo, “War Inc.”, lo hará en cualquier momento.

En el debut en la dirección de James C. Strouse, el actor norteamericano encarna a un viudo que trata de asimilar la muerte de su mujer, una soldado en Irak. Ocultando el fallecimiento a sus dos hijas, el hombre las conduce a través de Estados Unidos sin saber dónde terminará su viaje. Con este largometraje en el bolsillo, Cusack se empeña en predicar a sus compatriotas el drama fabricado en Irak y no encuentra mejores armas de concienciación masiva que las de una típica película “sensible” (ejemplo práctico: “Campeón”). Valorándola en su (grosero) plano pedagógico, “La vida sin Grace” resulta un filme demasiado consciente de sus objetivos cuando muestra (burdamente) las consecuencias de la Historia en una pequeña familia de Minnesota. Ok, todo sea por “con-mover” a un personal poco dispuesto a “En el valle de Elah” y similares puñetazos en el estómago. Ahora, juzgando su valor cinematográfico el asunto da pánico: quinceañeras rebeldes, matrimonios perfectos, música blandísima de Clint Eastwood… e, incluso, una escena de abrazos generales en ¡una casa de juguete! Por tanto, si sustraemos el público al que se dirige, el resto nos marchamos fríos. Da igual; tampoco creemos que al bueno de John Cusack le importe.

VENUS

Director: Roger Michell
Intérpretes: Peter O’Toole, Leslie Phillips, Vanessa Redgrave

Peter O’Toole pertenece a esa clase de actores por los que siempre algún indocumentado pregunta: “Pero, ¿no había muerto?”. Esto sucede en el momento que se produce su enésimo advenimiento desde el olvido de la serie “B”. Porque O’Toole ha habitado el averno (recuerden “Supergirl”) y se ha recompuesto mil veces (primero, de sus problemas de salud, segundo, en “El último emperador” o “Troya”). A pesar de todo, “Venus” se erige en el filme esencial de la vejez del intérprete irlandés. Obviamente se debe al extraordinario talento de un actor malgastado, no aquel chaval rubio que protagonizó “Lawrence de Arabia”, capaz de logros tan distantes como cazar la piel de un emperador romano o, en “Venus”, arrancarse la suya a tiras. Maurice, su alter ego en pantalla, sólo podría haber florecido en el cuerpo de O’Toole. Sus circunstancias (películas malas, olvidos), sus aficiones (mujeres, bebida) y ese pálpito constante por convertirse en otros (soberbia escena en un auditorio invernal), construyen un personaje inseparable de la persona que lo lleva puesto. Recita los sonetos de Shakespeare, O’Toole; resucita mediante unas tetas jóvenes, Maurice; bebe whisky a golpes, O’Toole.

Aunque resumir “Venus” en el trabajo de O’Toole sería una injusticia. La dirección de Roger Michell (un tipo con argumentos: “El intruso”) y el apoyo de un férreo casting (la Redgrave, Jodie Whittaker) ayudan a resaltar, con mucha ironía, con cierta nostalgia, la época donde comenzamos a darnos cuenta de que somos epílogo. En “La silla de Fernando”, el documental de Trueba y Alegre sobre Fernán-Gómez, el maestro español mostraba sus sentimientos alrededor de la muerte de sus amigos: “Surge el llanto, porque tengo la extraña sensación de que no les veré nunca más”. La tertulia de actores viejos, enormes Leslie Phillips y Richard Griffiths, observa la foto de un Maurice/O’Toole joven, cigarro en mano, cuando una camarera les dice: “Sí que era guapo”, casi como si se refiriese a un hombre diferente al anciano que conoció. Ambos, mientras cuentan las columnas del obituario, tienen la extraña sensación de no le verán nunca más.

AN AMERICAN CRIME

Director: Tommy O´Haver
Intérpretes: Catherine Keener, Ellen Page, James Franco
Web: http://tommyohaver.com/anamericancrime

Definitivamente, hay que cuidarse muy mucho del habitual uso peyorativo del término “telefilme”. Impulsados por la bendita HBO, durante los últimos años se han estrenado maravillas como “Ángeles en América”, “Poodle Springs” o la recentísima “Recount”, que desafían al mediocre pasado de las producciones televisivas. “An american crime” (Showtime), aún estando lejana a las anteriormente citadas, podría añadirse a esa terna.

Los motivos refulgen: una historia negrísima que ennoblece el típico “basado en hechos reales”; un duelo de actrices protagonistas que reafirma a Ellen Page como una de las promesas del cine hollywoodiense y una media hora central que brilla sobre el filme. Sirven de poco un discreto arranque, quizá por atropellado, y un sobado desenlace, quizá por trilero, cuando los comparamos con los fotogramas que reflejan el descenso a los infiernos de una familia del Medio Oeste americano. La fascinación por el dolor ajeno, ésa que también sintieron los Manson o Hickock & Smith, es rodada por O’Haver con una habilidad tan admirable que deja a las otras partes de su trabajo en evidencia. ¡Ay, si solamente las musas hubiesen estado a su favor la película entera!

NATURALEZA A LO BESTIA

Director: Fred Wolf
Intérpretes: Steve Zahn, Jonah Hill, Justin Long
Web: http://www.strangewildernessmovie.com/

Con esto no se bromea: hacer comedia gamberra es muy difícil. Aunque a una gran tropa de aficionados al cine el asunto les parezca una tontería, escribir “Supersalidos” o “Movida en el Roxbury” o “Aquellas juergas universitarias” debería considerarse mérito suficiente para entrar en la lista de candidatos a los premios Príncipe de Asturias. Aún así, como admitía Larry David, cualquier tipo de humor pierde su efecto si se tensa en exceso. Un extra de sal puede fastidiar una sopa, ¿no?; pues un chorrazo de más en una gamberrada puede jorobar el metraje final. En “Naturaleza a lo bestia”, el pasazo alcanza la estratosfera. Cierto, ocasionalmente pasan el corte sus homenajes bizarros (Harry Hamlin), sus homenajes merecidos (Ernest Borgnine) y alguna marranada que otra (¡vivan los “gags” con galliformes!). Pero, como ocurre cuando un grupo de amigos cuenta un chiste común frente a un extraño, la sensación del espectador es que se trata de conseguir el mayor cachondeo posible entre, y sólo entre, los implicados. Compruébenlo en el último minuto de la cinta.

domingo, 8 de junio de 2008

ELLA ES EL PARTIDO

Director: George Clooney
Intérpretes: George Clooney, Renee Zellweger, John Krasinski
Web: http://www.leatherheadsmovie.com/

Frente al director George Clooney, hay que quitarse el sombrero. Su corta (y provocadora) filmografía se compone por películas de esencia común: un emocionante homenaje al séptimo arte. “Confesiones de una mente peligrosa” y su ambiente de vodevil “neo-noir”; “Buenas noches y buena suerte” y su humo de clásico moderno; ahora “Ella es el partido” y sus aires de “screwball comedy”.

Rendir pleitesía a a Capra, a Wilder, a Lubitsch, a Sturges, a Hawks... eso intenta Clooney como antes probaron suerte Frears (“Héroe por accidente”) o los Coen (“El gran salto”). Y no podemos dudar de su (inmejorable) propósito; únicamente disfruten el espléndido prologo o ese delicioso flirteo nocturno de ferrocarril con Zellweger y comprobarán de lo que hablamos. Pero el gran déficit de “Ella es el partido” aparece a los veinte minutos, cuando descubrimos que el largometraje no pasa de ser una oda vacua a un subgénero difícil de revivir. Nunca traza Clooney unos personajes independientes del “sketch” (incluso el caradura que él interpreta con toque “carygrantiano”); ni un guión interesante (a su favor: ¿cómo capturar la atención del espectador “web” con estos argumentos?); ni un casting solvente (Krasinski pasaba por allí); ni, sobre todo, unos “gags” que funcionen más allá de evidenciar referencias. Por tanto, el tercer proyecto del cineasta norteamericano debería considerarse como el fracaso inevitable por el que tienen que pasar todos los creadores arriesgados. Aún en un metraje fallido, la intención (una honesta declaración de amor a la época dorada de Hollywood) y el talento (observen cómo maneja los planos) cuentan. Otra vez será, Mr. Clooney, don’t worry.

jueves, 5 de junio de 2008

LEER A COLUBI ES VERGONZOSO


Parece que, cuando uno lee un libro, está completamente vacunado de la vergüenza, ese sentimiento primigenio que disfrutaron papá Adán y mamá Eva al “notarse”, de pronto, en pelota picada. Parece que únicamente al cometer el protagonista una tropelía impropia (recuerden, por ejemplo, al Wilt de Tom Sharpe), sea cuando el lector se esconde en sí mismo, aniquilado por un tipo especial de vergüenza: la ajena. Pues no. Reivindico que determinados libros contagian vergüenza. Eso sí, de dos formas. La primera y más evidente, en el momento que nos descubren, adolescentes apocados nosotros, con el “Sexus” de Miller entre las manos sudorosas o, adultos bien cebados ya, mientras acariciamos las carnosas páginas de “No niego nada”, autobiografía de ese mito de la iberia sumergida llamado Espartaco Santoni. Pero también existe una segunda vía con la que sufrir (mucha) vergüenza con un libro. Imagínense una sala de espera (llamémosla “aeropuerto”; llamémosla “consulta médica”) repleta de humanos en “mute” que maldicen la (puñetera) letanía del aburrimiento. Imagínense a un tipejo leyendo “California 83 y expulsando risas tan incontrolables como las ganas de mangar de Winona Ryder. Inventario de miradas: desdeñosas, maledicentes, acusadoras, cabreadas. Y un culpable que, al igual que Norman Bates en “Psicosis”, sale a mitad de este artículo: Pepe Colubi. La primera novela del ¿”Literator”? ¿punk? ¿bon vivant? asturiano demuestra, como todos los buenos escritos humorísticos, una habilidad asombrosa: hacerte reír tanto (encima, solo y sentado) que da vergüenza (posible explicación: esta especie de risa está reservada para los inquilinos de los psiquiátricos).
Obviamente, su protagonista no es el Colubi cartoniano que, cual mono sabio, se tapa las orejas en la solapa de “California 83; no, nuestro antihéroe toma la forma del Colubi adolescente que aterriza en California, 1983, y descubre otra galaxia. Un Colubi medio Colubi medio imaginado que no fascina a las “cheerleaders”; que sustituye la “Mahou” por la “Bud”; pero, principalmente, que se encuentra en medio de los ochenta donde tuvieron lugar los ochenta. Detestándola (“¿qué retrato (...) podría hacerse una sociedad científica extraterrestre que sólo nos estudiara a través de los videoclips de la época?”) y adorándola (“Se llama MTV. Emite videos todo el día”, “¿Todo el día? ¿Hasta qué hora?”), el escritor devuelve una mirada paradójica (asqueada y nostálgica, ¿podría ser de otra forma?) de su verdadera adolescencia falsa en un lugar extraño. En ese punto y gracias al distanciamiento (crítico-emocional) del narrador adulto sobre el sí mismo púber, se eleva la trama sobre uno de los vicios del género: el amontonamiento automático de “gags” más o menos efectivos.
Porque por mucho que se empeñe Colubi en calificarla de “literatura ligera de aeropuerto” (añado: también vale para la playa y el váter), la mirada honesta y soleada de “California 83 esconde momentos de calado vital: “(…) con Mike y el otro Mike abrazándome como hermanos que éramos desde ya, para siempre, hasta que el rock se apagara del todo o la muerte nos separara, compadres, qué bueno haberles conocido hoy precisamente, somos una piña, esto no hay quién lo rompa. No los volvería a ver en mi vida.”. Aunque no lo admita manifiestamente, comprende Colubi (como antes comprendieron, en otras palabras, en otro tiempo, Salinger o Truffaut) la escasa importancia que tiene el dónde cuando escuchas por primera vez, no cumplíamos dieciocho todavía y ella estaba allí, “Thriller” o “Rock the Casbah” o “I heard it through the grapevine”. Y, sobre todo, entrama Colubi en sus líneas aquellos versos (esta sensación universal) de Machado que decían “Pasó como un torbellino/ bohemia y aborrascada/ harta de coplas y vino/ mi juventud bien amada”. Cuarenta y un palabras que casi cierran (no resumen) la espléndida “California 83, valdrían como prueba: “No me quería ir de California, o mejor dicho no me quería ir de mi California, de aquella vida que dependía más de la rutina que de la geografía, y que bien se podría haber desarrollado en Arkansas, Cuenca o Reikiavik”.

lunes, 2 de junio de 2008

LA NIEBLA

Director: Frank Darabont
Intérpretes: Thomas Jane, Marcia Gay Harden, Toby Jones
Web: http://www.themist-movie.com/

“La niebla” (por piedad, no confundir con el “remake” de la película de Carpenter) supone el regreso del tándem compuesto por el cineasta Frank Darabont y el novelista Stephen King. Juntos han colaborado en dos películas: la impecable “Cadena perpetua” y la irregular “La milla verde”. Esquivando la faceta dramática de la (hiperactiva) producción de King, apuestan ahora por la adaptación de una novelita “sci-fi” de 1980 que cuenta cómo, mientras están comprando en un supermercado local, una serie de personajes se ven atrapados por una sangrienta niebla. La acción se divide en dos planos claramente diferenciados: el primero, la relación de los protagonistas con el (violento) exterior y, el segundo, las vivencias dentro del “megastore”.

Al igual que su estructura, el filme de Darabont deja dos regustos bien distintos. El referido a las diversas escaramuzas para escapar del espacio cerrado resulta, a ratos, repetitivo y previsible. Aún valorando su oportuno “gore” y sus apoyos para el desarrollo de la trama (ese soldado arrepentido susurrando su culpa), da la impresión de que aquello referido a las criaturas de la inquietante niebla no es más que un “McGuffin” demasiado hinchado. Lo que importa no se encuentra ahí; tras la nebulosa hallamos lo esencial del filme. Como en la imponente “La carretera” de Cormac McCarthy, aquí son un padre y su hijo los encargados de recorrer el apocalipsis. La irracionalidad (“per se”, en la figura del paleto local; “adecentada”, en la figura de la profética Gay Harden) se muestra en todo su esplendor al plantearse un mundo (prehistórico) en el que no existen respuestas evidentes (es decir, infantiles) para nuestras preguntas. Envuelto en una niebla que sólo la razón podría aclarar, el resto es incertidumbre. Así, en el único momento que el espléndido Thomas Jane sucumbe a sus emociones, a la oscuridad de la irracionalidad, únicamente encuentra un grito apagado con el que cerrar un recomendabilísimo metraje.

THE DEAD GIRL

Director: Karen Moncrieff
Intérpretes: Toni Collette, Giovanni Ribisi, Josh Brolin
Web: http://www.firstlookmedia.com/deadgirl/

Karen Moncrieff abandonó su carrera como actriz de segundísima fila para dedicarse a la dirección. Su primer proyecto, “Blue car” (2003), no se estrenó en cines en España pero poseía el interés de certificar que David Strathairn es uno de los intérpretes más dotados de su generación. En su nueva película, “The dead girl” (2006), Moncrieff opta por la cronología dispersa y las historias inter/intrarrelacionadas, aproximándose a Rodrigo García, Iñarritu o el Haggis de “Crash”.

La principal dificultad de la escritora Moncrieff, no tanto de la directora Moncrieff, emerge cuando comparamos su guión y los de sus congéneres. Mientras que, por irnos a ejemplos paradigmáticos, “Babel” o “Nueve vidas” se construyen en lienzos monolíticos (aún en su diversidad), “The dead girl” se trama en una serie de argumentos deslavazados. Eso sí, unos mejores (la búsqueda de una madre culpable), y otros peores (el epílogo desquiciado y tópico). De todos modos, la hábil dirección de actores de Moncrieff mejoraría cualquier texto: ¿podría ser de otra forma sabiendo modular a Marcia Gay Harden, Toni Colette o Rose Byrne?

LA BODA DE MI NOVIA

Director: Paul Weiland
Intérpretes: Patrick Dempsey, Michelle Monaghan, Sidney Pollack
Web: http://www.sonypicturesreleasing.es/sites/labodademinovia/

Patrick Dempsey, eres un plasta. Aunque, siendo justos, nadie podría responsabilizarte enteramente de tal condición; antes de tí estuvieron Richard Gere, Hugh Grant o Patrick Swayze. Claro, con el tiempo maduraron. Toma nota: en “Anatomía de Grey” eras un médico galansote; en “Encantada” eras un pretendiente galansote; y en el estreno de esta semana, “La boda de mi novia”, eres un amigo galansote.

Poco hay que añadir a una película cuyo principal argumento es una remezcla de otras barrabasadas para público femenino: el mejor amigo de una moza salada la quiere a ella pero no se da cuenta hasta que ésta se va a casar y entonces empieza a dudar de su vida y entonces empieza a confundir sus sentimientos y entonces empieza a arrepentirse de su ajetreo poligámico y entonces se empieza a dar cuenta de que la quiere y entonces... Además, en el colmo de lo triste, esta maldición también cae sobre Sidney Pollack. Tenía que ser un metraje barato y ratonero el último de un ser humano que nos regaló maravillas como “Tootsie” o “Los 3 días del Cóndor” e interpretó papeles tan complicados como el Jack de “Maridos y mujeres”. ¡Maldita sea, Sidney, maldita sea!