lunes, 12 de julio de 2010

GAINSBOURG (VIDA DE UN HÉROE)

Director: Joann Sfar
Intérpretes: Eric Elmosnino, Laetitia Casta, Lucy Gordon
Web: http://www.avalonproductions.es/gainsbourg



Los andamiajes de la música popular están dispuestos, como el mecano de un niño, para su desmontaje y re-ensamblaje en diferentes morfologías. Incluso desde dentro de esta disciplina se refuerzan (y se premian) alteraciones en su forma: el “remix” (la revisitación por otros artistas de una canción); el “mash up” (la combinación de dos composiciones en una sola) o el “unplugged” (la versión a-producida de un tema). Por eso, parece lógico que los autores de la música popular sean, a su vez, sujetos experimentales en mutaciones artísticas. El director Todd Haynes, gran aficionado a las “rockografías”, modeló a los múltiples “bobdylanes” de los que se nutre Bob Dylan en el cuerpo de los cinco protagonistas de “I'm not there”; Gus Van Sant bautizó a Kurt Cobain como Blake y le hizo pulular alrededor de sus últimos días; y, demostrando la ductilidad total de la figura “pop”, el actor John C. Reilly juntó glándulas de varios “rockstars” (Johnny Cash, Brian Wilson, Bob Dylan...) para construir al cantante ficticio Dewey Cox en su comedia “Dewey Cox: una vida larga y dura”.

Su propia novela gráfica le sirve al dibujante Joann Sfar de base en la hazaña de levantar un “biopic” del músico francés Serge Gainsbourg. El reto del debutante reside en algo que ni el mismo Gainsbourg consiguió: domar a su personaje principal. Ese seductor feo, ese provocador apolítico, ese “crooner” desafinado que el “bello” Serge perseguía (y que degeneró en alcohólico de plató), se despieza a lo largo de los cuentos del filme. Sfar se considera capaz de trocear la existencia de un creador poliédrico (el periodo infantil, su relación con la Bardot, su amor-odio con Jane Birkin) y, después (he aquí lo complicado), se considera capaz de rehacerla introduciendo artimañas del realismo mágico (la muerte de sus padres) o el cómic (un “alter ego” animado que representa el lado salvaje de Gainsbourg). Eso que creíamos que iba a funcionar, aturdidos por el notable arranque (unos títulos de crédito deslumbrantes, un niño fascinado por una modelo), se revela como fallido al sospechar y, al poco, comprobar que su mecano no carbura porque el cineasta ha desmenuzado tantísimo sus fragmentos que ya no ensamblan de nuevo y que, asfixiada, su historia ha desaparecido. Al contrario que “I’m not there”, el largometraje de Todd Haynes sobre Bob Dylan, el relato de Sfar renuncia a un discurso que le acerque a la idiosincrasia del personaje y escoge como único atractivo las pequeñas píldoras “pop” de la discografía de Gainsbourg. Nos reaniman de una película deslavazada y vacua aquellos méritos del artista galo menos deslavazados y vacuos: el “Comic Strip” al lado de una brutal Laetitia Casta, la revolución de una “Marsellesa” a ritmo de “reggae” y, cómo no, el “Je T’Aime… Moi Non Plus” contrapuesto a la cara sudorosa, al cuerpo rechoncho, a las órbitas salidas de un respetable ciudadano francés.

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