lunes, 19 de julio de 2010

LONDON RIVER

LONDON RIVER
Director: Rachid Bouchareb
Intérpretes: Brenda Blethyn, Sotigui Kouyaté, Sami Bouajila
Web: http://www.londonriver.es/



«Mira a través de los tulipanes inclinados para comprobar cómo vive la otra mitad», cantaba John Lennon en «Glass onion». Después de mirar «London river», la nueva película del francés Rachid Bouchareb, surgen los paralelismos con la obra de otro cineasta adoptado por el país galo: Costa-Gavras. En «Desaparecido», el director griego trasladaba al cine la historia real de Ed Horman (Jack Lemmon), un empresario norteamericano que viajó al Chile post-golpe de Estado en busca de su hijo, un reportero de izquierdas. Sus ideales conservadores, su confianza en el «sueño americano», su sentimiento de culpa por un hijo «comunista»? se derrumbaban al comprobar en su propia carne la brutalidad de la dictadura de Pinochet.

Sin la denuncia política de Gavras, Bouchareb sigue a una mujer británica (Brenda Blethyn) que intenta averiguar qué ha ocurrido con su hija, desaparecida durante los atentados terroristas de Londres en 2005. En la urbe, su camino choca con el de Ousmane (el imponente actor de Malí, Sotigui Kouyaté), un musulmán que también está buscando a su hijo en las mismas circunstancias. Apoyada en una sobriedad formal cercana a Ken Loach, la película atraviesa esa pared (física, la división de las barriadas; conceptual, los hábitos de los dos grupos sociales) que separa a la clase media inglesa de los «otros» habitantes de las islas: árabes, pakistaníes, indios? En el conflicto (ahí se recrea el filme), nace el drama de Bouchareb. Con tiento en los espacios, con unos actores principales impecables, con una (cierta) honestidad sociológica, la corrección final de la que no sale a flote el largometraje se atrinchera en varios frentes: el primero (me apropio de la causa abierta por Javier Ocaña en «El País»), la deshonestidad de jugar al engaño con el destino final de los hijos de los protagonistas (un recurso que puede asimilar, por ejemplo, un drama-thriller como «En el valle de Elah», pero no la mesura que persigue Bouchareb); y, por encima, la sensación de que el total, a base de practicar el «cine del silencio», está inflado. Que «London river» se podría haber resuelto con duración limitada y efecto ilimitado.