lunes, 25 de abril de 2011

PIQUETÓN MADRIDISTA

Cuore, siempre con la cultura

Hay que confiar en determinadas reacciones físicas, amigos. Las palpitaciones, dolor de cabeza o la sudoración repentina suelen llevar asociada alguna causa psicológica que ayuda a su aparición. Así, no es suficiente explicar un piquetón basándose en la túnica albugínea, los cuerpos cavernosos o el súbito flujo sanguíneo. Importa el cómo pero, por encima, el por qué. Obviamente, un abrazo de Shakira puede ser el solitario desencadenante del magno evento aunque éste también se entendería tras una serie de victorias sucesivas, como ganar la Copa del Rey o abrasar al Valencia en Mestalla.

En la web humorística ankwardboners.com, unos majaderos estadounidenses recopilan fotos de momentos inadecuados para tener un piquetón. El Real Madrid de Liga merecería aparecer en ese sitio: a pesar del barrido ¡con los suplentes! a los de Emery (“siento vergüenza”, dijo el ruinoso míster), no deberíamos estar muy orgullosos. La distancia con un Barça (casi) campeón, en este nuestro mediocre campeonato nacional, es tan insalvable como la que hay entre Guaita y Casillas o Stankevicius y Carvalho. Eso sí, contribuye esta victoria a animar a Kaká, a reinsertar a Higuaín y a finiquitar a un entrenador valencianista que ya no sabe ni por dónde le vienen.

En cambio, esta nueva Copa del Rey disculpa cualquier reacción física inoportuna, incluso la de nuestro cómico favorito, Sergio Ramos, tirando la Copa del Rey por la borda del autobús. El atasco táctico de Guardiola demostró que Mourinho conoce infinitamente mejor la mecánica del fútbol. Ese gol de Cristiano, ese pase de Di María, ese Marcelo, ese Manolito, ¡grandes! fueron claves para que los madridistas estemos toda la semana con el “Waka-waka” en el cuerpo. Benditos sean porque, en el fondo, han destapado una mentira: el fútbol no se termina en el Barça. Por mucho que ahora se acuerden de la madre de Undiano o criminalicen a un Pepe extraordinario, la única recomendación que se les puede hacer a los culés es una buena dosis de Viagra.

Les vendrá bien, en su decrepitud futbolística, darse un gusto antes de que se despidan de la Champions.

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