Un tercio de la película transcurre en el Principado, el nombre de Oviedo sale casi veinte veces y el personaje de Bardem es asturiano
Dos turistas estadounidenses, Vicky (Rebecca Hall) y Cristina (Scarlett Johansson), cenan tranquilamente en un restaurante barcelonés cuando descubren en una de las mesas contiguas al artista Juan Antonio (Javier Bardem). Ambas conocen las andanzas amorosas del español; Cristina no para de mirarle. El pintor se acerca y, sin rodeos, las invita a un viaje al norte de España. «¿Nos pides que volemos contigo a... Oviedo y volvamos?», pregunta la racional Vicky. «No, pasaremos el fin de semana. Comeremos bien, beberemos buen vino, haremos el amor», responde. «¿Y quién va a hacer el amor exactamente?», replica la chica. «Espero que los tres», concluye Juan Antonio.
Ésa es la segunda ocasión, de las casi veinte, en la que aparece el nombre de Oviedo en «Vicky Cristina Barcelona», la nueva película de Woody Allen a cuyo primer pase de prensa en España asistió LA NUEVA ESPAÑA. La cinta tendrá su primera exhibición al público el día 18 en el Festival de San Sebastián, 24 horas antes de su estreno nacional en salas comerciales.
De su hora y media de metraje, el Principado de Asturias ocupa un tercio. No se limita su presencia al «viaje de fin de semana» que realizan los tres protagonistas a la capital: algunas de las localizaciones asturianas (las escenas en el Naranco, un paseo en bicicleta...) son utilizadas por el director estadounidense para recrear escapadas a las afueras de Barcelona.
Pero empecemos por el principio. Extrañada y ofendida, Vicky está muy poco dispuesta (todo lo contrario que su amiga Cristina) a dirigirse a «una pequeña ciudad del norte de España llamada Oviedo». Además, ¿por qué querría Juan Antonio ir a ese sitio? Muy fácil: el artista necesita visitar una talla que le inspiró hace mucho tiempo: el Cristo románico de San Julián de los Prados, cosa que ocurrirá durante una escena en la que reviven los claroscuros del templo. Aterriza el avión tras un accidentado vuelo, y la «voz-en-off» omnipresente describe el paseo de los personajes alrededor de la ciudad. Fotos en las calles ovetenses; agradable comida en San Nicolás de Bari de Avilés (transportado al centro de Oviedo); pasteles en la deslumbrante Camilo de Blas (maravillosa fotografía de Aguirresarobe), y vuelta a su hotel, el Reconquista, en el que pasan un buen rato hablando del amor y sus consecuencias.
No termina aquí el idilio de «Vicky Cristina Barcelona» con Asturias. Al día siguiente, sin una convaleciente Cristina (Johansson), Juan Antonio muestra a Vicky las maravillas de Santa María del Naranco y del faro de Avilés, revelando que él «nació cerca de allí».
El mar soleado y las figuras de Bardem y Hall sentadas junto al oleaje reiteran la obsesión de Allen por descubrir una Asturias «de cuento», recordando las palabras con las que el propio director se refirió a Oviedo al recibir el premio «Príncipe de Asturias». Como el pintor no tiene suficiente con la compañía de la bella norteamericana, le propone ir a visitar a su padre, poeta, en una preciosa casa de Tiñana (Siero), a la que regresarán en otro momento, y a cenar en la Corrada del Obispo. Únicamente faltaba un concierto de flamenco a la luz de las velas en el parque de Ferrera avilesino y el enamoramiento de Vicky por el galán ya es completo.
Alrededor de treinta minutos utiliza Woody Allen a Asturias con dos propósitos: mostrarla de una forma desconocida hasta la fecha (seductora, etérea, «a-lluviosa») y plantear los conflictos que se desarrollarán en la siguiente etapa barcelonesa del filme mediante la llegada de la tempestuosa María Elena (Penélope Cruz). Ella, Bardem y Scarlett Johansson atraviesan en bicicleta las «caleyas» y acaban en una merienda en el Naranco. Aunque, gracias a la magia del cine, Allen convierte la «caleya» y el Naranco en un «camí» y un «forest» catalanes. Aun así, no se puede dudar del compromiso del neoyorquino con el Principado: no sólo porque el nombre de Oviedo se repita una y otra vez a lo largo del metraje, una promoción impresionante, sino porque Asturias, con sus calles, su mar, sus campos, constituye la esencia de esta aproximación naturalista al amor titulada «Vicky Cristina Barcelona».
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