domingo, 2 de noviembre de 2008

ENTREVISTA CON GIUSEPPE TORNATORE

“LOS SICILIANOS NO NOS FIAMOS DE LA FORTUNA”

Madrid, Eduardo GALÁN
El hotel “Palace” madrileño supura puertas. Uno atraviesa la primera y se encuentra de bruces con siete recepcionistas dispuestos a enviarle a otras tantas. La falta de costumbre, la falta de clase alta, impide respuestas concisas y peticiones contundentes. “Estooo… Tornatore… entrevista”. “Por allí”, replican. Ascensor. Más puertas. Una y media de la tarde. Puerta de la habitación. Giuseppe Tornatore, traje blanco impecable, aguarda las preguntas con una sonrisa y cierto agotamiento. La primera no se disipa durante la entrevista; el segundo desaparece mágicamente cuando arrancamos a hablar.

Después del costumbrismo de “Malena” (2000), ¿a qué se debe esta vuelta al cine de suspense con “La desconocida”?
Creo que éste ha sido otro de los muchos cambios que se han producido en mi carrera. Ya había rozado el género en otra ocasión, en “Una pura formalidad”, que es una película un poco extraña. Cuando puedo, me gusta moverme de género porque me divierte mucho, me renueva, me hace sentirme como un debutante. Cuando cambias de género es como si volvieses a nacer.

Como escritor, ¿cuándo nace el personaje de Irena, la protagonista?
Este personaje nace lentamente desde 1987. Una de las tantas ideas que llevo encima y que cada cierto tiempo vuelvo a trabajar sobre ellas. A lo largo de estos años, algunas historias llegan a buen puerto y otras se abandonan. Irena me gustaba cada vez más, un día hablé con mi productor y él confió rápidamente en la película. Como ve, este es un filme que ha llevado mucha sedimentación.

¿Cómo llegó a la elección de la actriz principal, la desconocida Kseniya Rappoport?
El casting fue muy difícil. Quería una actriz anónima que pudiese sostener un personaje de este alcance, ya que la película se basa en ella. Hice muchísimos casting en los países del Este y Rusia. La protagonista fue una de las personas que se presentaron en la capital rusa. Me encantó por varias cosas: era una actriz de teatro curtida, edad justa, no la conocíamos y había sido madre hace poco. Para mí, eso tenía mucha importancia. Necesitaba a una actriz que conociese la maternidad.

Tras ver “La desconocida”, además de “Una pura formalidad”, por ahí pasan “Vertigo”, Polanski y “Repulsión”… ¿estos referentes se producen de forma consciente o los descubre a posteriori?
Cuando en un filme hay alguien que roba una llave… (ríe)… no tienes que hacer nada más: ¡es Hitchcock! O no la ruedas o te jorobas. Hay elementos en el cine que forman parte ya del código cinematográfico. Si yo coloco un payaso en primer plano, me llamo Fellini. Si coloco esa llave escondida, toca Hitchcock. ¿Qué hago? ¿Dejo de rodar payasos o llaves? Aún así, es cierto que en “La desconocida” hay situaciones que remiten al cine del maestro inglés. Cuando Irena trastea en un armario, descubre la caja fuerte y vemos cómo la señora se acerca inconsciente por el pasillo hacia ella, eso es una situación hitchcockiana. La hemos visto mil veces pero eso no impide esa sensación asfixiante que todos conocemos.

Al igual que dice que al contemplar una película con una llave robada, descubrimos a Hitchcock detrás; al ver su cine, pensamos en Morricone, ¿cómo fue la relación en este filme?
(Ríe) Entusiasta. En cierta manera, habíamos construido una partitura con una función diferente a lo que habíamos hecho antes. Se trataba de recuperar una sonoridad particular; hablamos mucho de algunos músicos, especialmente de Bartok, para alcanzar una determinada sonoridad. El objetivo: alcanzar la estructura de la música. Quería que mi filme tuviese una música tonal; mientras que cuando se hace este tipo de películas, los músicos piden una composición abstracta, atonal. Yo quería meterme dentro del metraje, de los personajes y estaba empeñado en que la música fuera tonal. Necesitaba que conquistase al público, pero que éste no fuese capaz de poseerla. Resumiendo; una música huidiza.
Buscaba una banda sonora donde no se repitiesen los temas. De hecho, en “La desconocida”, los dos temas principales se repiten una vez cada uno. Hicimos lo contrario a lo que se hace normalmente (pocos temas, reconocibles y utilizados en el momento justo). Nosotros usamos muchos temas diferentes muchas veces a destiempo. Intentamos, en definitiva, despistar al espectador.

Junto a su carácter de suspense, “La desconocida” posee una vertiente de película social. En la sociedad actual, ¿puede funcionar el cine como instrumento de denuncia?
El cine nunca ha dejado, especialmente el europeo, de escarbar en la realidad. Creo que los filmes de denuncia son obligados. Lo que no me creo tanto es que este cine deba repetir las fórmulas de denuncia de los años sesenta. En esa década, la televisión no hablaba de algunos temas. En Italia, no se podía pronunciar la palabra “mafia” en un programa. Entonces, el cine mostraba lo que la televisión no se atrevía a contar. Hoy, ocurre lo contrario.
Cuando se produce una noticia, la televisión dice todo lo que se puede decir. Muestra todo lo que se puede enseñar: lo verdadero, lo falso… el hecho “noticiado” se vende como hecho “consumado”. Por contra, el cine de denuncia actual no debe ser un cine periodístico, de crónica. Su misión consiste en distinguirse mediante la reapropiación de los valores propios del arte: narrar historias, crear personajes, suscitar emociones. Así, el cine de denuncia debería tratar de emocionar y, a la vez, informar. Emocionar y empujar al espectador a formar juicios sobre la realidad menos superficiales que aquéllos que se le proponen desde la televisión.
La televisión nos bombardea de noticias efímeras que desaparecen al día siguiente y que hacen creer al público que ya han hecho todo lo que tenía que hacer. Mi cine trata de ofrecer otras perspectivas, de crear unas películas no “de denuncia”, sino historias de nuestro tiempo que fuercen al espectador a formar una reflexión más consistente que “Han arrestado a diez prostitutas”… y cambio de canal.

“El hombre de las estrellas”, una magnífica película suya, profetiza un fenómeno muy interesante: personas que quieren ser engañadas con tal de ser famosas. ¿Cómo le atacó a usted la fama cuando llegó el Oscar por “Cinema Paradiso”?
No fue algo traumático. Es un sufrimiento si te lo tomas muy en serio, si piensas que de ahí en adelante va a ser todo así, entonces sí es un trauma. Pero yo soy siciliano. Los sicilianos no nos fiamos de la fortuna ni de la felicidad. Cuando ocurre una cosa buenísima nos la tomamos como es y nada más. Disfrutamos, estamos contentos, satisfechos… y luego volvemos a vivir como antes.

Alguien pica en la puerta y nos avisa del final de la entrevista. Nos intercambiamos con otros periodistas, dispuestos como nosotros a preguntar lo preguntado. Tornatore tiende la mano educadamente. Fotos. Puerta de salida.

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