sábado, 22 de noviembre de 2008

APPALOOSA

Director: Ed Harris
Intérpretes: Ed Harris, Viggo Mortensen, Renee Zellweger
Web: http://www.welcometoappaloosa.com/

“Appaloosa” despierta a sus campos tejanos con violencia frontal, sudorosa, súbita. Randall Bragg (Jeremy Irons) comete el crimen de la película, un “macguffin” hábilmente situado en el prólogo, y esos tres disparos mortales desembocan en la aparición de los dos personajes principales, Virgil Cole (Ed Harris) y Everett Hitch (Viggo Mortensen). En el “western” la muerte nunca viene sola, luego en la cinta de Ed Harris tampoco. Esta extraña pareja (casi) filial, toma las riendas de la aldea polvorienta con el objetivo de desafiar las invasiones bárbaras de Bragg.

Basado en una novela de Robert B. Parker, el filme de Harris conoce lo que quiere y cómo lo quiere: una historia a la antigua usanza (imposible olvidar a Peckinpah en muchas escenas) con referencias más recientes (“Sin perdón”, “El asesinato de Jesse James”). A favor de Harris hay que decir lo mismo que en su debut, la notable “Pollock”, el bueno de Ed sabe rodar y rodearse de un plantel de actores extraordinarios: Mortensen, de nuevo impecable; Zellweger, Irons, Spall, Henriksen… pero, a excepción de su compañero, todos los secundarios tienen alguna tacha. Bien sea por motivos de “casting”, Jeremy Irons no termina de funcionar como lugarteniente tejano; bien sea por motivos de guión, con la mujer interpretada por Zellweger jamás comprendemos si nos hallamos ante una “femme fatale” o una idiota; o bien sea por motivos de montaje, lo circundante a los dos caracteres centrales cojea.

Aún siendo fría en su exterior, el corazón de la película palpita intacto. Los dos mercenarios que interpretan Harris & Mortensen sostienen y justifican “Appaloosa”. A medida que transcurren los años la cara de Ed Harris se ha convertido en un lugar rocoso donde la esperanza sólo anida en sus ojos azules. Por tanto, nadie mejor en el papel de un hombre acabado que compra futuro a cualquier precio. El esplendido Mortensen acarrea consigo quién es su amigo: demasiadas noches juntos al lado de la hoguera, demasiados muertos detrás. Apartando sus irregularidades y sus violentos aciertos, de “Appaloosa” permanece su retrato crepuscular de la amistad, ese lazo que empuja a sacrificar horizontes para que otros continúen caminando.

EL GRECO

Director: Iannis Smaragdis
Intérpretes: Nick Ashdon, Juan Diego Botto, Laia Marull
Web: http://www.elgrecothemovie.com/

Con el mismo fragor nacional con el que Garci atacó su ¿visión o misión? de los episodios de “Sangre de Mayo”, el griego Yannis Smaragdis nos propone una visita a la vida de Domenikos Theotokopoulos, “El Greco”. Frente a la norteamericana “El Greco” (1960) o la española “El caballero de la mano en el pecho” (1973), ambas centradas en desarrollar una biografía, esta superproducción europea (hay pasta hispana, griega, inglesa...) trata de diseccionar la tormentosa relación entre el pintor (Nick Ashdon) y Fernando Niño De Guevara (Juan Diego Botto), Inquisidor General y miembro del Consejo Real de Felipe II. Lo primero que llama la atención del filme es la dirección artística de Zarifis y Puig. Se nota que hay mucho dinero por medio y Smaragdis lo administra con habilidad. Esos escenarios inmensos de la catedral de Toledo, las túnicas de los inquisidores revoloteando, el estudio de “El Greco” con el trasunto de pintar a su amada, los puertos cretenses del arranque... poseen la suficiente entidad como para que la historia se entreteja en sus hechuras.

Desgraciadamente, al final ocurre lo que suele pasar con estas superproducciones europeas. Únicamente las televisiones viven de ellas (“Moisés”, “Pobre niña rica”) como esbozos de aquello que llamamos cine. Ni la pasión entre el pintor y su moza, ni el odio “homosexualoide” entre el artista y el inquisidor (un sobreactuado Botto) son sostenidos por un texto y una dirección dignos. Además Nick Ashdon, preocupado por gritar y poner caras, no alcanza a proporcionar brío a su personaje salvo cuando el director utiliza algún golpe de efecto (léase los títulos de crédito). Viendo “El Greco” uno siente que no basta con pasta, sino que es necesario atesorar el mismo don que el gran Domenikos Theotokopoulos: talento.

domingo, 16 de noviembre de 2008

EL ÚLTIMO VOTO

Director: Joshua Michael Stern
Intérpretes: Kevin Costner, Kelsey Grammer, Dennis Hopper
Web: http://www.widepictures.es/elultimovoto/

De vez en cuando, uno piensa que Kevin Costner no tiene todo el respeto que se merece. Hagan cuentas. El actor norteamericano interpretó, sobriamente, dignamente, papeles protagonistas en filmes muy estimables: “Los intocables de Elliot Ness”, ese De Palma subvalorado; “JFK”, una de las mejores películas del plasta Stone; “Robin Hood”, cinta de aventuras entretenida; y “Un mundo perfecto”, su cumbre en el rol de un fugitivo sin futuro. Además, se atrevió a producir guiones arriesgados que el tiempo ha conservado bastante bien: “Bailando con lobos”, un épico a la vieja usanza; y “Waterworld”, masacrada por sus nimios resultados en taquilla, merecedora de un segundo visionado.

De vez en cuando, uno piensa que Kevin Costner tiene todo lo que se merece. Hagan cuentas. El actor norteamericano interpretó, aburridamente, fláccidamente, papeles protagonistas en filmes muy dudosos: “El guardaespaldas”, un “hit” noventero que hoy produce vergüenza ajena (gracias, Whitney); “Mensaje en una botella”, bodrio impresentable de “amorinos”; y “Dragonfly”, tontería parapsicológica que no merece ni un comentario. Además, se atrevió a dirigir proyectos lamentables que el tiempo ha colocado en su sitio: “El cartero del futuro”, ciencia-ficción extremadamente irregular; y “Open range”, quizá el “western” más desaprovechado de los últimos años.

Aunque, recapacitando, Costner nos deja con su carrera en el mismo lugar que con su nuevo estreno, “El último voto”: en la media. La oportunidad divina de que un pobre estadounidense medio (Costner) decida con su voto al próximo presidente constituye el principal argumento de la película. Desde Frank Capra a Michael Moore, Joshua Michael Stern se posiciona en un punto intermedio. Por eso, su “último voto” es tan correcto que, aún aceptando su valía, aún ocupando un rato con ella, se diluye a la salida del cine. Clavadita a la carrera de Costner.

UNA NOVIA PARA DOS

Director: Howard Deutch
Intérpretes: Dane Cook, Kate Hudson, Jason Biggs
Web: http://www.mybestfriendsgirlmovie.com/

Una comedia romántica mutante, eso es “Una novia para dos”. De la cópula de “De boda en boda” u otra gamberrada y “Cómo perder a un chico en 10 días” u otra romanticada, germina la nueva película de Howard Deutch. Este director, el máximo responsable de la perturbada “Mano a mano con papá”, nos propone la afortunada idea de un tipejo (Dane Cook) que cobra a novios abandonados para que sus mozas vuelvan con ellos. ¿Cómo lo consigue? En el prólogo de la película se expone perfectamente: sometiendo a las chiquillas a la peor cita “post-novio” de su vida. Putadas escatológicas varias, malos modos, sustos automovilísticos... el arranque posee la (personal e intransferible) gracia de admirar el sabotaje de una primera cita a propósito. Pero, casi como un movimiento de marketing que complazca al espectador y a la espectadora, al niño y a la niña, el guión pasa a contar el uso de los servicios del protagonista por parte un amiguete (Jason Biggs) con la intención de conquistar a una chica salada (Kate Hudson). Obviamente, en lugar de masacrarla, el miserable protagonista se enamora. Uy, qué emotivo. Nada puede más que el amor, amigos. Desde ese momento, los equívocos (¿qué pinta ahí Alec Baldwin?), las gracietas clónicas de Biggs y, sobre todo, el careto de Kate Hudson (¿o Goldie Hawn de joven?) nos conducen a la peor calaña de comedias románticas: aquellas que, al contrario que “Nothing Hill” o “Corredor de fondo”, no se presentan como tal.

SAW V

Director: David Hackl
Intérpretes: Tobin Bell, Julie Benz, Costas Mandilor
Web: http://www.saw5.com/

¿No se están pasando? ¿No creen que la saga “Saw” ha ido demasiado lejos? En una suerte de “flashback”, les recordamos lo que escribíamos sobre la cuarta parte en LA NUEVA ESPAÑA: “En la primera, unos policías aparecían acorralados en el juego de un asesino. En la segunda, el asesino echaba novia. En la tercera, el asesino y su novia morían. Inicio, desarrollo y desenlace. Vale. Tendrían que haber enterrado al cuerpo de “Saw” ahí. Pero no”. Pues vaya que no. Ayer se estrenó en nuestro país la quinta y aquellos que ya la hemos sufrido esperábamos que no se alargase más. En serio, a ratos a los espectadores de “Saw V” podrían habernos cambiado por unos prisioneros de un juego fratricida. De la misma forma que en “Saw IV”, la nueva entrega se basa en el policía con el que terminaba la anterior: en este caso, el agente Strahm. Él será el encargado de revelar los planes de “Jigsaw” mientras una serie de extraños permanecen en un cuarto oscuro con collarines mortales. Siguiendo el libro de estilo del resto de esta interminable saga, las dos historias paralelas finalizan en un escenario abierto, justo en el envoltorio perfecto de una, ¡¡otra!!, puñetera continuación.

lunes, 10 de noviembre de 2008

NO VEAMOS LA ENTREVISTA A MUÑOZ EN TELECINCO

Nos adherimos a la causa de Antonio Rico.
http://www.antoniorico.es/2008/11/yes-we-can.html

viernes, 7 de noviembre de 2008

¿PARA CUÁNDO UN “LEHENDAKARI” NEGRO?

Si el cine y la serie “24” han conseguido colocar a Obama en la presidencia de USA, ¿por qué “Airbag” no puede hacer lo mismo con un “Lehendakari” negro?

¿Quién ha ayudado más a Obama? ¿El pueblo norteamericano? ¿La crisis económica? ¿El último mandato de George W. Bush? ¿La elección republicana de Sarah Palin como vicepresidenta? No, señores. Se trata de “24”, esa serie de la FOX en la que el agente Jack Bauer (Kiefer Sutherland) salva el mundo occidental cualquier día, a cualquier hora y las veces que lo necesite. En un trabajo de esa calaña, uno no suele estar solo. Sin el apoyo del presidente de los USA, el “afroamericano” David Palmer, Bauer pintaría muy poco. El demócrata que interpreta Dennis Haysbert se presenta ante el americano medio como un ser humano honesto, digno y firme frente a los dubitativos (y traicioneros) asesores caucásicos que le rodean. A lo largo de seis temporadas, encabezando audiencias y rompiendo fronteras (en España, la estrenó Antena 3), “24” refuerza la figura de un líder negro (lejano de Mandela) en el que incluso los habitantes de Kansas podrían confiar.

Pero David Palmer no fue el primero. Sammy Davis Jr. guarda ese honor en el corto musical de 1933 titulado “Rufus Jones for president” y dirigido por Roy Mack (disponible en youtube.com). A sus ocho años, Davis Jr. debutó con la historia de un niño pobre al que su madre imagina en la presidencia de los EEUU mientras le acuna. Irrelevante en lo fílmico e inocua en lo político (exclusivamente pone en pantalla las expectativas de una madre), “Rufus Jones for president” se conserva por su interés sociológico. El espectador norteamericano buscaba evadirse de la Depresión y el Séptimo Arte le ofrecía lo que quería: canciones, bailes y finales felices. Además, una rareza musical: contiene la primera canción de Sammy Davis Jr. en cine, "You Rascal You (I'll Be Glad When You're Dead)".

Pasarían treinta y nueve años para que un “hermano” alcanzase la Casa Blanca de cartón piedra a edad de merecer. “The Man” (1972) de Joseph Sargent, se considera el inicio de la saga de presidentes negros de EEUU en el cine: Douglas Dillman (James Earl Jones), líder del Senado, ocupa ese puesto porque los dos máximos dirigentes del país han sido asesinados. En plenos setenta, los guionistas utilizaron esta sátira con el objetivo de reflejar la dificultad de que un hecho así ocurriese. A partir de entonces, caminando junto al fin de la segregación racial, empiezan a germinar los “black presidents”. Unos, salvándonos del horror apocalíptico: Morgan Freeman en el papel de Tom Beck en la “disaster movie” “Deep impact” (1998). Otros, imitando a Capra a bandazos: Chris Rock en “De incompetente a presidente” (2003). Pocos, a lo bizarro: Little Richard de mandamás “reinona” en “El pepinillo” (1993). La mayor parte, lógicamente, en ciencia ficción: el presidente Lindbergh de “El quinto elemento” (1997) o el gobernante-“wrestler” de “Idiocracia” (2004).

Hoy, los españoles podemos reclamar el cambio y que los dirigentes negros nacionales abandonen la comedia. Por eso, ya que el primer paso está dado (del cine surgió “24” y, de ella, Obama), lo justo seria que en España sucediese lo mismo. ¿En qué año se estrenará la serie que, inspirada en “Airbag” (1997), allane el camino a un “Lehendakari” negro?

domingo, 2 de noviembre de 2008

ENTREVISTA CON GIUSEPPE TORNATORE

“LOS SICILIANOS NO NOS FIAMOS DE LA FORTUNA”

Madrid, Eduardo GALÁN
El hotel “Palace” madrileño supura puertas. Uno atraviesa la primera y se encuentra de bruces con siete recepcionistas dispuestos a enviarle a otras tantas. La falta de costumbre, la falta de clase alta, impide respuestas concisas y peticiones contundentes. “Estooo… Tornatore… entrevista”. “Por allí”, replican. Ascensor. Más puertas. Una y media de la tarde. Puerta de la habitación. Giuseppe Tornatore, traje blanco impecable, aguarda las preguntas con una sonrisa y cierto agotamiento. La primera no se disipa durante la entrevista; el segundo desaparece mágicamente cuando arrancamos a hablar.

Después del costumbrismo de “Malena” (2000), ¿a qué se debe esta vuelta al cine de suspense con “La desconocida”?
Creo que éste ha sido otro de los muchos cambios que se han producido en mi carrera. Ya había rozado el género en otra ocasión, en “Una pura formalidad”, que es una película un poco extraña. Cuando puedo, me gusta moverme de género porque me divierte mucho, me renueva, me hace sentirme como un debutante. Cuando cambias de género es como si volvieses a nacer.

Como escritor, ¿cuándo nace el personaje de Irena, la protagonista?
Este personaje nace lentamente desde 1987. Una de las tantas ideas que llevo encima y que cada cierto tiempo vuelvo a trabajar sobre ellas. A lo largo de estos años, algunas historias llegan a buen puerto y otras se abandonan. Irena me gustaba cada vez más, un día hablé con mi productor y él confió rápidamente en la película. Como ve, este es un filme que ha llevado mucha sedimentación.

¿Cómo llegó a la elección de la actriz principal, la desconocida Kseniya Rappoport?
El casting fue muy difícil. Quería una actriz anónima que pudiese sostener un personaje de este alcance, ya que la película se basa en ella. Hice muchísimos casting en los países del Este y Rusia. La protagonista fue una de las personas que se presentaron en la capital rusa. Me encantó por varias cosas: era una actriz de teatro curtida, edad justa, no la conocíamos y había sido madre hace poco. Para mí, eso tenía mucha importancia. Necesitaba a una actriz que conociese la maternidad.

Tras ver “La desconocida”, además de “Una pura formalidad”, por ahí pasan “Vertigo”, Polanski y “Repulsión”… ¿estos referentes se producen de forma consciente o los descubre a posteriori?
Cuando en un filme hay alguien que roba una llave… (ríe)… no tienes que hacer nada más: ¡es Hitchcock! O no la ruedas o te jorobas. Hay elementos en el cine que forman parte ya del código cinematográfico. Si yo coloco un payaso en primer plano, me llamo Fellini. Si coloco esa llave escondida, toca Hitchcock. ¿Qué hago? ¿Dejo de rodar payasos o llaves? Aún así, es cierto que en “La desconocida” hay situaciones que remiten al cine del maestro inglés. Cuando Irena trastea en un armario, descubre la caja fuerte y vemos cómo la señora se acerca inconsciente por el pasillo hacia ella, eso es una situación hitchcockiana. La hemos visto mil veces pero eso no impide esa sensación asfixiante que todos conocemos.

Al igual que dice que al contemplar una película con una llave robada, descubrimos a Hitchcock detrás; al ver su cine, pensamos en Morricone, ¿cómo fue la relación en este filme?
(Ríe) Entusiasta. En cierta manera, habíamos construido una partitura con una función diferente a lo que habíamos hecho antes. Se trataba de recuperar una sonoridad particular; hablamos mucho de algunos músicos, especialmente de Bartok, para alcanzar una determinada sonoridad. El objetivo: alcanzar la estructura de la música. Quería que mi filme tuviese una música tonal; mientras que cuando se hace este tipo de películas, los músicos piden una composición abstracta, atonal. Yo quería meterme dentro del metraje, de los personajes y estaba empeñado en que la música fuera tonal. Necesitaba que conquistase al público, pero que éste no fuese capaz de poseerla. Resumiendo; una música huidiza.
Buscaba una banda sonora donde no se repitiesen los temas. De hecho, en “La desconocida”, los dos temas principales se repiten una vez cada uno. Hicimos lo contrario a lo que se hace normalmente (pocos temas, reconocibles y utilizados en el momento justo). Nosotros usamos muchos temas diferentes muchas veces a destiempo. Intentamos, en definitiva, despistar al espectador.

Junto a su carácter de suspense, “La desconocida” posee una vertiente de película social. En la sociedad actual, ¿puede funcionar el cine como instrumento de denuncia?
El cine nunca ha dejado, especialmente el europeo, de escarbar en la realidad. Creo que los filmes de denuncia son obligados. Lo que no me creo tanto es que este cine deba repetir las fórmulas de denuncia de los años sesenta. En esa década, la televisión no hablaba de algunos temas. En Italia, no se podía pronunciar la palabra “mafia” en un programa. Entonces, el cine mostraba lo que la televisión no se atrevía a contar. Hoy, ocurre lo contrario.
Cuando se produce una noticia, la televisión dice todo lo que se puede decir. Muestra todo lo que se puede enseñar: lo verdadero, lo falso… el hecho “noticiado” se vende como hecho “consumado”. Por contra, el cine de denuncia actual no debe ser un cine periodístico, de crónica. Su misión consiste en distinguirse mediante la reapropiación de los valores propios del arte: narrar historias, crear personajes, suscitar emociones. Así, el cine de denuncia debería tratar de emocionar y, a la vez, informar. Emocionar y empujar al espectador a formar juicios sobre la realidad menos superficiales que aquéllos que se le proponen desde la televisión.
La televisión nos bombardea de noticias efímeras que desaparecen al día siguiente y que hacen creer al público que ya han hecho todo lo que tenía que hacer. Mi cine trata de ofrecer otras perspectivas, de crear unas películas no “de denuncia”, sino historias de nuestro tiempo que fuercen al espectador a formar una reflexión más consistente que “Han arrestado a diez prostitutas”… y cambio de canal.

“El hombre de las estrellas”, una magnífica película suya, profetiza un fenómeno muy interesante: personas que quieren ser engañadas con tal de ser famosas. ¿Cómo le atacó a usted la fama cuando llegó el Oscar por “Cinema Paradiso”?
No fue algo traumático. Es un sufrimiento si te lo tomas muy en serio, si piensas que de ahí en adelante va a ser todo así, entonces sí es un trauma. Pero yo soy siciliano. Los sicilianos no nos fiamos de la fortuna ni de la felicidad. Cuando ocurre una cosa buenísima nos la tomamos como es y nada más. Disfrutamos, estamos contentos, satisfechos… y luego volvemos a vivir como antes.

Alguien pica en la puerta y nos avisa del final de la entrevista. Nos intercambiamos con otros periodistas, dispuestos como nosotros a preguntar lo preguntado. Tornatore tiende la mano educadamente. Fotos. Puerta de salida.

sábado, 1 de noviembre de 2008

RETORNO A BRIDESHEAD

Director: Julien Jarrold
Intérpretes: Emma Thompson, Michael Gambon, Matthew Goode
Web: http://bridesheadrevisited-themovie.com/

Desertan los logos, clarea “Retorno a Brideshead”, ya el espectador toma conciencia del tono que Julien Jarrold quiere proporcionar a su trabajo. Atrapando las suntuosas (muy “british”) producciones de Merchant & Ivory (“Regreso a Howard’s End”) o Joe Wright (“Expiación”), el realizador inglés maneja los mecanismos exactos para remarcar la esencia literaria de su adaptación cinematográfica: los “travelling” y la dirección artística acompañan a Charles Ryder (Matthew Goode) por los recodos académicos, las fiestas homosexuales y el brillo veraniego de un Oxford juvenil; la fotografía ilumina los cielos de Brideshead, su clase alta, su decadencia; un texto obsesivamente fiel con Evelyn Waugh otorga el léxico necesario al dilema moral del protagonista; un reparto sólido (aún en apariciones fugaces como Michael Gambon) envalentona algunos tramos del desarrollo.

Por tanto, ¿por qué este “Retorno a Brideshead” de ingredientes milimetrados nos congela en las butacas? Probablemente el empeño (“snob”, admitámoslo) en ensalzar su condición literaria sobre cualquier otro propósito provoca que Jarrold se olvide del “tempo” y la emoción cinematográfica. Como hemos dicho, nadie podría negarle a al director inglés su habilidad en el manejo de los elementos formales de este cine (también lo demostró en “Conociendo a Jane Austen”); lo equivocado es que estos recursos no buscan una buena película, sino un buen envoltorio. Paradójicamente, su guión (la verdadera literatura del metraje) tampoco ayuda a revivir “Retorno a Brideshead”. Más ocupado en facturar una selección de pasajes estanco que un texto consistente y consecuente, ni el epílogo pío nos libra del invierno. Entonces añoramos a Clarín frente a tanta santidad gélida; entonces añoramos esos labios calientes, apocalípticos, que despertaban a Ana Ozores del cadavérico mármol de la catedral ovetense.

HERMANOS POR PELOTAS

Director: Adam McKay
Intérpretes: Will Ferrell, John C. Reilly, Mary Steenburgen
Web: http://www.sonypictures.com/movies/stepbrothers/

Este mes se cumplen diez años del estreno de “Movida en el Roxbury”, una de las visiones imprescindibles sobre el bailoteo discotequero de los noventa: los hermanos Butabi (Will Ferrell y Chris Kattan) recorrían la escena “techno” de California al ritmo de “jits” como “What is love” de Haddaway o “Beautiful life” de “Ace of base”. Aparte de su aproximación bizarra a la naturaleza noventera, la cinta de John Fortenberry exponía a la luz pública a unos seres desconocidos: los treintañeros adolescentes. Eso eran los hermanos Butabi; en lo físico, adultos; en lo psicológico, unos chavales salidos. Ferrell, probable promotor de “Hermanos por pelotas”, recoge esta nueva concepción de la “in-madurez” y la traslada a una generación de cuarentañeros que siguen atascados en la juventud, en la cultura “freak” y en los sueldos de sus padres.

Junto a C. Reilly (creador de la injustamente machacada “Dewey Cox”), Ferrel escarba la psique de estos dos postpúberes a iguales dosis de acierto y de gamberrismo: sus relaciones paternofiliales (gran Richard Jenkins con su obsesión naval), su hábitat urbano (ese “bullying” inverso), sus aficiones (¡viva la careta de Chewbacca!)...
Aunque al avanzar se atranque con “gags” repetitivos, el último tramo del metraje recobra el interés. Andrea Boccelli y Will Ferrell mediante, la divertida constatación de que estos personajes no pertenecen a este mundo y, a la vez, de que no podrían existir en ningún otro, justifica a “Hermanos por pelotas”.

LOS NIÑOS DE HUANG SHI

Director: Roger Spottiswoode
Intérpretes: Jonathan Rhys Meyes, Radha Mitchell, Chow Yun Fat
Web: http://www.deaplaneta.com/sites/huang-shi/

Lo mejor que se puede decir de la carrera de Roger Spottiswoode es que (casi seguramente) no será recordada. Ed Wood o Uwe Boll permanecerán en los libros gracias a sus intentos por colocarse en el fondo del escalafón cinematográfico. Orson Welles o John Ford vivirán siempre en las mejores páginas de la historia del celuloide. Pues bueno, Spottiswoode no conseguirá ni lo uno ni lo otro. Revisando su carrera en la bendita IMDB, únicamente la digna “Bajo el fuego” (1983) aguanta el paso del tiempo (a Octubre de 2008, claro). Su nuevo proyecto, “Los niños de Huang Shi”, reafirma la mediocre artesanía de Spottiswoode.

De partida, incluso el argumento huele a naftalina. En este postmodernismo nuestro, la historia real de un periodista, George Hogg, en la China de 1937 sólo podría revitalizarse con un enfoque parecido al que John Curran imprimió a la espléndida “El velo pintado”. El discurrir de los minutos prueba que esto no es así y Spottiswoode se traba al dirigir “estilo telefilme” a un Rhys-Meyers equivocado desde el “casting”. Mientras recorremos con cierta vergüenza ajena “Los niños de Shuang Shi”, no conseguimos evitar pensar lo mucho que el cine puede llegar a desmerecer unos hechos reales y muy honorables. De esta forma, cuando escuchamos en los títulos de crédito a los ancianos que salvó Hogg en los treinta, sentimos que Spottiswoode les ha hecho un flaco favor.