domingo, 10 de enero de 2010

UN TIPO SERIO

Director: Joel & Ethan Coen
Intérpretes: Michael Stuhlbarg, Richard Kind, Adam Arkin
Web: http://filminfocus.com/focusfeatures/film/a_serious_man/



En EEUU, los sesenta y sus ismos (feminismo, “trip”-ismo, ateísmo, “liberalism”…) dejaron por el camino muchos cadáveres. En medio de la revolución juvenil, aquellos hombres y mujeres cuya existencia se revolvía alrededor de la rutina, la religión y la tradición comenzaron a asemejarse cada vez más a huérfanos desorientados, sin lugar en el mundo (“Vuestra vieja carretera/ está envejeciendo rápidamente./ Por favor, abandonad la nueva/ si no podéis ayudarnos”, entonaba Bob Dylan en su “The tiemes are a’changin’”). Si en “Chesil beach” Ian McEwan colocaba a sus británicos recién casados en un hotel aislado, a merced de la Historia, los Coen sitúan “Un tipo serio”, su proyecto tras la multipremiada “No es país para viejos”, en una comunidad judía de mediados de los sesenta sobre la que se ciernen esos tiempos que están cambiando.

En pocas filmografías, las llamadas (en múltiples casos, de forma peyorativa) “obras menores” son tan potentes, se alinean a tanto a sus “obras mayores”, como las de los Coen. Al igual que en las joyas “Barton Fink”, “Fargo” o “El hombre que nunca estuvo allí” (con osadía, calificada de “menor”), vuelve a ser objeto de un vapuleo controlado la figura de un hombre solo, patético y maldito (la inevitabilidad del destino en estos personajes “coenianos”, introducida en la película por una preciosa fábula de prólogo, se reitera). Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) sufre en su persona las contradicciones del tiempo que habita: las de la clase media (su mujer quiere divorciarse de él, no entiende a sus hijos, duda de su deberes como profesor); las de su religión (carente de respuestas, repleta de parábolas incompletas); y las de la década (“Somebody to love” de Jefferson Airplane, la marihuana y la sodomía). Toda la zona bélica circundante a Larry Gopnik está medida por los Coen y, quizá en su decisión de utilizar actores desconocidos (únicos, no identificados con otros papeles), recae una parte importante de la sensación de desarraigo, de orfandad, que transmite el conjunto: se unen al oscarizable Michael Stuhlbarg, nombres nebulosos (y queridos) como los del inclasificable Richard Kind (“Larry David”), la debutante Sari Lennick o Fred Melamed.

Con su cinismo de estilo habitual, aquí mezclando humor, judaísmo y una capacidad de disección tangente a la de Woody Allen en “Delitos y faltas”, los Coen demuestran que jamás defraudan. Su talento les da para recorrer caras (“Un tipo serio” parece un tratado de morfología anciana), construir subtramas impecables (germinan en el filme diversos cuentos paralelos), atravesar vecindarios en guerra soterrada (“Son gentiles, ya sabes”, dice el protagonista) y concluir que la corrupción (y no se resuelve si el castigo), aún de un hombre bueno, aún de un tipo serio, acaba emergiendo.

1 comentario:

javiguerrero dijo...

pues a mí la comunidad judía norteamericana me parece algo tan lejano que me resulta muy dificil identificarme con ellos y meterme en la historia. Además, los personajes de los coen siempre me resultan muy frios y distantes, probablemente porque director y guionista mantienen también las distancias con ellos. Pero cada vez que salgo de una peli de los coen diciendo que no me ha enganchado se me tiran al cuello como si fuera un ignorante. Lo mismo me pasa con los japos y su puta estética preciosista y sus coreografias de mierda.