lunes, 8 de noviembre de 2010

COPIA CERTIFICADA

Director: Abbas Kiarostami
Intérpretes: Juliette Binoche, William Shimell, Jean Claude Carriere



La reproducción y el original. El simulacro y la realidad. Las ciertas-desconfianzas-ciertas del postmodernismo anegan el prólogo de “Copia certificada”, ganadora de la Espiga de Oro en el reciente festival de Valladolid, mientras el ensayista James Miller (el barítono William Shimell, arrastrado a excelente actor) desmenuza al público italiano sus argumentos, una defensa de la copia artística como regreso a los orígenes del hombre, como una necesaria arqueología mimética y rescatadora del pasado. Entre los asistentes a su conferencia se encuentra Elle (Juliette Binoche), una mujer que regenta una tienda de antigüedades y que acompaña al escritor en las horas previas a su viaje de regreso a casa.

A lo largo de la primera mitad del largometraje, el director iraní Abbas Kiarostami explora los gestos de dos personas que compiten en el campo minado de la seducción. En las múltiples entrevistas promocionales de la película, el cineasta desvelaba que supo que Juliette Binoche era su actriz cuando, al contarle la historia de “Copia certificada”, observó los matices cambiantes de su cara. Ése es el cine de acción-reacción que pone en marcha su cinta y, especialmente, en el arranque de éste; una formalidad, marciana a la fílmica occidental, de detalles al fondo, de ausencias a cuadro y de contraplanos cortos, que se detiene en las respuestas de personajes enfrentados a narraciones, enfrentados la pelea lingüística que se (les) avecina. Entiende Kiarostami, y así lo demuestra su filmografía, que el lenguaje no sólo sirve para comunicarnos, sino para batallar: una madre que se desgañita ante un chiquillo indiferente, un intelectual sádico (y tierno) que seduce envileciéndose, una hermana que se mantiene fuera de cobertura (emocional) y una mujer, esa espléndida, delicada, abrasadora Binoche, que trata de dominar los límites del lenguaje, a Wittgenstein le hubiese encantado “Copia certificada”, para dominar su mundo.

Kiarostami no se agota en palabras sangrantes, en verdaderas (ir)realidades; ellas funcionan de abono en su disección sutil, delicadísima, del amor. Pasea por un pueblo italiano nuestra pareja en potencia que, en un momento mágico posterior, se convertirá en pareja en acto, e, inmersos en hipótesis, apuntalan en su encuentro fugaz, en su tarde cualquiera, las maravillas de un futuro ideal. Porque justo a mitad de la película, simulando la impostura que Orson Wells maquinaba en su magistral “F for fake” (1973), Kiarostami concede a los primerizos su sueño: que esos extraños que están coqueteando se conviertan, de golpe (¿por un maleficio? ¿por una engañifa inocente que termina tragándoles?), en otra pareja, la de dos personas casadas desde hace muchos años. Miente la Binoche primigenia a la dueña de un café, asegurándole que Shimell es su marido y, finalmente, éste se transforma en él. “Es verdaderamente estúpido sentirse mal en el nombre de un ideal”, avisa la anciana a nuestra protagonista y, por arte del cine, ella alcanza este ideal (el matrimonio largo, habitual, burgués), descubriendo que las miserias (muy oportuna la aparición del coguionista de Buñuel, Jean-Claude Carriere), permanecen. Lo que en sus caminares de seductor y seductora observaban como promesa incólume de futuro (a unos recién casados, a unos ancianos queriéndose), se resuelve/se revuelve en idéntico espacio, con idénticos actores (he aquí lo extraordinario del filme de Kiarostami) a través de sus “alter ego”; dos miradas diferentes que, contrapuestas, se revelan como un continuo vital, pero evitando que se desarrolle dramáticamente el “impasse” de tiempo que las separaría. En definitiva, hay que nombrar a “Copia certificada” como una de las películas imprescindibles de la temporada, un manual complejo, un desafío al espectador, sobre los verdaderos discursos falsos (el de la seducción, el del amor “naïf”, el del amor-rutina…) que sustentan al amor.

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