jueves, 25 de noviembre de 2010

SCOTT PILGRIM CONTRA EL MUNDO

Director: Edgar Wright
Intérpretes: Michael Cera, Mary Elizabeth Winstead, Kieran Culkin
Web: http://www.scottpilgrimthemovie.com/



El cine actual está inmerso en un periodo de transición hacia una formalidad inédita: en ella, se le exige adaptarse a la multipantalla (PC, sala grande, 3D, móviles...) y a sus circunstancias (nuevas vías de comercialización, maneras de distribución, apuestas en la realización, escrituras). Esto implica que el celuloide se ve obligado a sumergirse en otros discursos artísticos (el cómic, "V de vendetta"; o el videojuego, "Resident evil") como reflejo de una sensibilidad artística en continuo zigzagueo y como exigencia de adaptación de su lenguaje al neo-espectador (si uno se quiere comunicar con él, claro). De ese esfuerzo que aleja, si me permiten parafrasear a Azcona, al cine de la vida y, más aún, al cine del cine, para acercarlo a la compartimentación propia de la viñeta, han germinado ejercicios tan interesantes como "American splendor", de Springer Berman y Pulcini, “Persépolis”, de Marjane Satrapi, o "Watchmen", de Zack Snyder. Aparte de continuar hasta la distorsión con ese ejercicio de estilo que olvida lo cinematográfico y se apoya en construcciones de cómic/videojuego/videos musicales, "Scott Pilgrim contra el mundo" parece destinada a convertirse en la película de culto de una determinada generación (dentro de una generación) que comparte edad, clase social y quehaceres con los protagonistas.

La existencia del postadolescente Scott Pilgrim se debate entre conseguir que su grupo musical triunfe y lidiar con su novia del momento, Ramona. Porque Ramona viene con un pequeño problema de fábrica: si quiere conservarla, Scott deberá enfrentarse, en duelos similares al arcade "Street fighter", a sus siete ex-novios. Acostumbrado a las diabluras entre géneros (dirigió las estupendas cintas "Zombies party" y "Arma fatal" y la serie "Spaced", al lado de Simon Pegg), Steven Wright vuelve a reafirmar su increíble capacidad al amoldar su creatividad a discursos normativos de la era “pop” (el terror zombie, el “whodunit” británico o, en este caso, el videojuego/comic). “Scott Pilgrim” se apoya tanto en la forma, constante homenaje a la historieta de la que procede, que algunos podrían equivocarse y considerarla un envoltorio precioso, milimétrico, sin nada dentro.

Lejos de la realidad. La película de Wright constituye uno de los ejemplos paradigmáticos (últimamente, también podríamos hablar de la cachondísima y oportuna “Machete” de Robert Rodríguez) de cómo la entidad del cómic es exportable, con todas sus consecuencias, a otras disciplinas (y viceversa). La personalidad de su Scott Pilgrim (qué estupendo actor es Michael Cera) resultaría, al cabo, un resumen de las bondades del filme: al igual que el postadolescente de hoy, que mezcla, revuelve, e integra vida y multipantalla (cine + cultura “pop” + cómic + arcade + MP3), los minutos de “Scott Pilgrim contra el mundo” son una celebración fílmica de cómo transversalizar el cine (o afianzarlo en la postmodernidad) y, de paso, remedarlo en un algo múltiple y poliédrico, contradictoriamente, sencillo y divertido. Faltaría, como experimento loco, comprobar su impermeabilidad al paso del tiempo: ¿aguantará el filme su inocencia de pixel al discurrir de los años o nos horrorizaremos dentro de una década? No lo sé; eso sí, estoy seguro de que Jason Schwartzmann permanecerá en nuestra memoria como lo que ya intuíamos que era: un “indie” pero un “indie” malvado, muy malvado.

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