martes, 28 de diciembre de 2010

EL DISCURSO DEL REY

Director: Tom Hooper
Intérpretes: Collin Firth, Geoffrey Rush, Helena Bonham-Carter
Web: http://www.kingsspeech.com/



Aún hoy, uno se fascina con la maestría de ciertos artesanos británicos para trasladar, con mecánica precisa, casi cualquier guion dramático a una zona muerta entre el filme y el telefilme. Es esta corrección absoluta, teatral, de té a las cinco, darling, thank you very much, la que dirige “El discurso del Rey” de Tom Hooper (en su haber las recomendables “The Damned United” y “Elisabeth I”) hacia unas temporalidades, espacialidades y tonalidades muy determinadas. Esta habilidad acomodaticia, que llegó a su paroxismo con aquella incómoda teleserie de la BBC “Pennies from heaven” (1978) del literato Dennis Potter, despreciada por Herbert Ross en celuloide dulzón y aséptico (“Dinero caído del cielo”, 1981), se torna referencia aquí al narrar el tratamiento de la tartamudez del Rey Jorge VI de Inglaterra (Collin Firth) por parte de un actor mediocre, Lionel Logue (Geoffrey Rush). Sólo de vez en cuando, a través de fisicidades de otras épocas (ese recrearse en primeros planos, ocasionalmente con acierto), demuestra Hooper algún interés en afrontar retos en su película; al cabo, abandonada en panegírico “british” de una figura vital en su Historia reciente.

Impulsados por un metraje que carga su única baza a sus espaldas, el principal logro de “El discurso del Rey” se halla en sus interpretaciones. Rodeados de una pléyade de actores británicos consagrados (Bonham-Carter, Jacobi, Spall…) que se revelan absorbidos por lo anecdótico (debajo de la barba, ¿está Michael Gambon?), los dos protagonistas se empeñan en levantar la función. Quizá sea porque Geoffrey Rush le ha soplado a Collin Firth que la forma adecuada de alcanzar un Oscar es la de dar vida a un discapacitado que se supere a sí mismo con esfuerzo y un mentor canoso. Los ejemplos históricos son innumerables: Dustin Hoffman en “Rain Man”, Marlee Matlin en “Hijos de un dios menor” o el citado Rush en “Shine”. Nada más lejos de la primera candidatura de Firth a la estatuilla dorada: un profesor gay en la California de los sesenta en “Un hombre soltero” de Tom Ford. “Con el rollo homosexual-liberal no se va a ninguna parte”, pensaría el estupendo actor (véanle en “Génova” de Michael Winterbottom), “¡ya se lo han dado a Sean Penn!” Si buscaba semejante premio, ha hecho bien Collin Firth en enmadejarse en su interpretación de Jorge VI: él solo ha eliminado las planicies del personaje; ha ahondado en sus tartajeos; ha aguantado de pie a un magistral Geoffrey Rush; y ha cercenado en minucia chirriante, agravada por ese último título de crédito que avisa que Rey y plebeyo cutre “fueron muy amigos toda la vida”, el libreto de Hooper.

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