domingo, 1 de marzo de 2009

CHE, GUERRILLA

Director: Steven Soderbergh
Intérpretes: Benicio Del Toro, Demian Bichir, Carlos Bardem
Web: http://www.cheguerrilla.es/



“Ché, el argentino”, primera de las dos entregas de Soderbergh y Del Toro sobre la vida de Ernesto Guevara, dejaba un sabor agridulce. Atrincherada entre su afán documental (el discurso del Ché a la ONU) y su vertiente épica, únicamente en su tercio final recuperaba algo de brío. “Guerrilla” se aprovecha de ese tirón (y también de una cierta curiosidad de descubrir cómo Soderbergh resuelve los últimos días del guerrillero).

El guión de Buchman y Van Der Veen, basado en el diario del Ché de su tiempo boliviano, obvia el extenso tramo de la existencia de Guevara durante el cual recorrió el mundo, se ocultó de la vida pública y retomó su alma guerrillera en el Congo. De manera deslavazada (un defecto constante en su desarrollo), “Guerrilla” comienza su historia con la carta del Ché que Fidel Castro lee (1965) con el objetivo de desmentir los rumores de posibles enfrentamientos entre ambos. En lugar de esbozar (al menos, podrían haberse esbozado) los orígenes de dichas luchas internas (parece ser que Guevara se acercó al comunismo chino, mientras que la política cubana se centraba en acuerdos con la URRS), Soderbergh nos lleva a la jungla de Bolivia donde el revolucionario trata de reclutar nativos para organizar una revuelta que derrocase a Barrientos.

Al igual que ocurría con “Ché, el Argentino”, esta segunda parte mantiene el interés cuando abandona la épica y entra en la intimidad, una cosa que ocurre demasiadas pocas veces en ciento treinta minutos. Sustituyendo escaramuzas, convivencias y disparos, hubiésemos agradecido que “Guerrilla” abriese más su campo hacia lo que realmente justifica una película: una buena narración. Aquello que Soderbergh da a entender y que merecería la pena desarrollar (el distanciamiento con Castro, la colaboración de USA con Barrientos) se eclipsa ante un continuo discurrir de escenas irrelevantes en la selva (en las que, además, hay que sufrir a Bardem, Jaenada o Mollá de latinos…). Ni siquiera el esfuerzo titánico de Del Toro (otra vez, soberbio, otra vez, huérfano de guión) nos recupera de otra decepción de la fallida “Guerrilla”. Todo el material épico, literario e íntimo (ese verdugo mínimo, Mario Terán) que la muerte del Ché puede regalar a un creador, se despacha en el filme de una forma tan atropellada, tan irrelevante, que uno sólo espera que alguien, en algún futuro, adopte las buenas intenciones de Soderbergh y Del Toro y ataque un biopic digno del Ché.

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