domingo, 15 de marzo de 2009

A CIEGAS

Director: Fernando Mireilles
Intérpretes: Julianne Moore, Mark Ruffalo, Gael García Bernal
Web: http://www.notrofilms.com/aciegas/



En la presentación madrileña de “A ciegas” tuvo lugar un suceso paranormal: el autor (Saramago) y el adaptador (Mireilles) convivieron en un estrado para explicar, a ratos, “A ciegas”, a ratos, “Ensayo sobre la ceguera”. Siempre en posición de combate (a sus 86 años, recuerda a un árbol remontándose al viento) razonó el Nobel que el medio desbarajusta el mensaje y lo reinventa. Por tanto, ¿se puede esperar alguna cercanía, algún roce siquiera, entre el celuloide de Mireilles y líneas del portugués? De inicio, ni el título español parecía honrar a la obra: el “Ceguera” original (“a Hollywood le dio miedo colocar delante “ensayo sobre””, bromeaba Saramago) había sido sustituido por el incoherente “A ciegas” (tentar el espacio o, fíjense la distancia, desatar una ira irracional que prive de visión).

Después de admitir que en toda revisión cinematográfica se trama un abordaje (a veces, consentido), seamos justos: hay que agradecerle a determinados cineastas la falta de respeto a las obras que atacan (ahí Coppola y “Apocalypse Now” o Fincher y “Benjamin Button”). De igual manera, Mireilles venera y mancilla al maestro con notable fortuna.

Antes de increparme, aclaremos al lector que este texto valora “A ciegas” y deja “Ensayo sobre la ceguera” como el contorno al que moldear en celuloide. Gracias a esta ceguera literaria (por contra, quizá se nos olviden enseñanzas de la novela), vemos una película estimable. Mireilles retoma a Cronenberg (“La rabia”) y desdice a Shyamalan (“El incidente”) cuando arranca su metraje instalando la rutina en un hecho insólito. Con compás irregular (imposible inflar a tantos personajes de la profundidad de los protagonistas) y un grupo de actores desigual, “A ciegas” angustia con dilemas excepcionalmente cotidianos mientras atravesamos un mundo en ruinas. Aún tratándose de celuloide imperfecto, en el fondo de los ojos de ese lazarillo, de sus ciegos, encontramos a Saramago y a ese pesimismo vital sobre el cual nos propone construir un futuro mejor.

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