domingo, 4 de abril de 2010

FURIA DE TITANES 3-D

Director: Louis Lettelier
Intérpretes: Sam Worthington, Liam Neeson, Ralph Fiennes
Web: http://wwws.warnerbros.es/clashofthetitans



Con motivo del estreno de “Avatar” en 3-D y su éxito económico posterior, en diversas publicaciones especializadas se replicó un debate sobadísimo: ¿sería el séptimo arte relegado a un entretenimiento vacuo por esta tecnología? Se olvidan aquellos que se tiran de las barbas (estos sujetos suelen cultivar abundante pelo facial) de que el fenómeno de la acción que invade nuestra butaca (bien, por efecto de profundidad, bien, por efecto de relieve, bien, por el olor, ¡viva William Castle!) lleva con nosotros demasiado tiempo como para preocuparnos. Ya en “La llegada del tren a la estación” de Lumiére (1895), los espectadores se asustaban por la posibilidad de que la máquina abandonase el lienzo y les asaltase, la muy cabrona, en el cómodo café donde adoraban a ese nuevo mesías llamado cine. No caigamos en la egolatría 2.0.: la edad dorada del 3-D no la estamos viviendo con el taquillazo de Cameron y la subsiguiente amenaza gótica de Tim Burton y su “Alicia”. En los años cincuenta, películas pioneras como “Los crímenes del museo de cera” (1953), “Vinieron del espacio” (1953) o “Misión peligrosa” (1954), añadían extras tridimensionales a la experiencia cinematográfica. Y aunque ahora esté en boga, sería injusto no citar los proyectos (casi todos ruinosos) que, en los ochenta y noventa, intentaron reflotar la fórmula: “Tiburón 3-D” (1983), culpable de hundir la carrera a cualquiera, o “La pesadilla final: la muerte de Freddy” (1991), una terrible continuación de la franquicia Freddy Krugger.

Si el 3-D es un prodigio que nos acompaña desde hace sesenta años (la mitad de la historia del cine), ¿qué queda? Pues aquello que a “Furia de titanes” le falta. Un buen guión. La bizarrada menor en la que se basa, un largometraje de Desmond Davis (1981) con Harry Hamlin de prota (contempla tu futuro, Worthington), aún conserva un encanto: ser el último filme “mainstream” donde podemos disfrutar de la artesanía “stop-motion” de Ray Harryhausen. En esta versión de 2010, Harryhausen, un verdadero dios del Olimpo, es sustituido por una serie de enfrentamientos de videojuego con villanos, planos aéreos a montones y personajes cayéndose por un abismo al morir (¿existirán abismos libres para tanto humano?). El sustento (más o menos criticable en su ideología) que algunos otorgamos a “Avatar”, en la película de Louis Lettelier brilla por su ausencia. Espectáculo sin alma (determinados momentos, como la visita al oráculo, incapacitan el esfínter), sólo un detalle de la cinta remite a su predecesora. En ambas, cada uno de los secundarios de lujo (en la primera, Laurence Olivier, Ursula Andress o Maggie Smith; en el “remake”, Ralph Fiennes o Liam Neeson) tienen la misma cara de “¿cuándo se come aquí?”.

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