domingo, 18 de abril de 2010

DESDE PARÍS CON AMOR

Director: Pierre Morel
Intérpretes: Jonathan Rhys-Meyers, John Travolta, Kasia Smutniak
Web: http://frompariswithlovefilm.com/



Antes de escribir esta reseña, nos urgía resolver una duda: ¿Pierre Morel es un sinvergüenza? Vista su primera película, “Distrito 13”, y revisada su segunda, “Venganza” (con Liam Neeson de mamporrero), concluimos que el realizador francés pasa mucho de ruborizarse. “Garantizamos a todos un rato espléndido”, cantaba el John Lennon circense del “Sgt. Peppers”. “Distrito 13”, “Venganza” y “Desde París con amor” garantizan un rato espléndido a un solitario (y patético) grupo de humanos: los aficionados al cine de acción “kitsch” (un respeto: somos unos cuantos que aún conservamos acné juvenil). Toca recordar que ese subgénero alcanzó cotas de gran valía artística en los ochenta y principios de los noventa (ríanse, de eso se trata) con películas dialécticas (el filme marca al protagonista, el protagonista marca al filme) como “Comando” (Arnold Schwarzenegger), “Señalado por la muerte” (Steven Seagal), “El guerrero americano” (Michael Dudikoff) o “Red Scorpion, programado para destruir” (Dolph Lundgren).

A Quentin Tarantino y a John Woo les debemos una verdad tardía: que el ángel pseudovirginal Travolta (piensen en “Tal para cual”, con Olivia Newton-John) acabaría convertido en una mala bestia. “Pulp Fiction” lo insinuaba, “El castigador” y “Asalto al tren Pelham” lo confirmaban y “Desde París con amor” lo reitera. Si en “Venganza”, Liam Neeson monopolizaba el papel de “masacrador” autorizado (¡secuestraron a su hija, se lo merecen!), en esta cinta Morel crea un segundo rol de apoyo (un personaje débil, un acompañante habitual de “buddy movie” que evoluciona a balazos) para ofrecer un contrapunto a los desmanes de un Travolta con sobrepeso y habilidades imposibles (saltos de Spiderman, puñetazos en cámara lenta). A pesar de encargar el trabajo secundario (da igual, el norteamericano fondón se zampa la película) a un actor irregular, Rhys Meyers, la química entre ambos resulta y, asumiendo esa desvergüenza general (antológica escena en un restaurante chino), molesta del largometraje la acumulación poco inspirada de disparos, tortas, explosiones y vueltas de tuerca. En definitiva, hasta para rodar barbaridades de este estilo se necesita talento. Pero (y esto es lo que deben preguntarse al entrar en la sala), ¿qué importa? ¿No era lo que venían a ver, “palomitofílicos”?

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