sábado, 10 de abril de 2010

SÓLO ELLOS

Director: Scott Hicks
Intérpretes: Owen Wilson, Emma Booth, Laura Fraser
Web: http://www.boysarebackmovie.com/



Cada año que pasa, nos reafirmamos más los que considerábamos "Shine" una demostración abrumadora de dos actores, Geoffrey Rush y Armin Müeller-Stahl, dentro de una película olvidable. Ésto va por esos humanos (un cinéfilo funciona igual que un “hooligan”) que auparon a su director, Scott Hicks, a un papel que no le corresponde: el de alguien a seguir. Sus siguientes proyectos ocupan el lugar que se merecen. "Mientras nieva sobre los cedros", un Ang Lee desmejorado, "Corazones en Atlántida", un Frank Darabont desmejorado, y "Sin reservas", un Sandra Nettelbeck
(muy) desmejorado, bastaban para descubrir el verdadero rol del ugandés: un realizador esforzado de pantalla grande. Reconfirma Hicks nuestra teoría “freak” con "Sólo ellos" (eso sí, sin provocarnos la incapacidad sensorial de la ya citada "Sin reservas"). Después de que su mujer muera, un hombre de mediana edad (Clive Owen) decide criar solo al chiquillo de ambos (Nicholas McAnulty). La convivencia entre los dos y la irrupción de otro hijo de un anterior matrimonio, centran los argumentos del metraje.

Basada en la autobiografía del periodista Simon Carr, el propio autor declaraba en la nota de prensa que el objetivo de su libro era reivindicar a los padres en la familia porque “hemos sido retratados por novelistas y realizadores durante los últimos 25 años y siempre nos han dejado fatal. Ahora nos queda un arduo camino por delante para recomponernos y demostrar que podemos hacerlo. ¡Cómo si nosotros no tuviéramos sentimientos!”. Amigas, no se me acerquen a estos “gremlins”. Lo primero que hay que desmontar del texto/filme son sus supuestas intenciones transgresoras: al pintar al hombre de viudo ejemplar y en las costuras de alguien tan "cool" como Clive Owen, poco tenemos que objetar a que se quede con el niño (¡casi que le regalamos a los nuestros y a ver si nos salen del palo de Clive!). Esa provocación de cartón piedra (puestos a molestar, uno apostaría por un recién divorciado de gran corazón con la cara de Mickey Rourke y una ex-mujer del talante de Charlize Theron; a ver a quién escogería ahora el espectador) contagia al resto de la cinta. Sólo el pipiolo Nicholas McAnulty (un asombroso control del gesto) y la música de Sigur Ros ayudan a superar una historia inflada, plagada de planos (ese padre llorando en medio de la carretera, ese recurso sobadísimo de la madre-conciencia) con envoltorio de “melodramón”, con sabor a nada.

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