domingo, 1 de agosto de 2010

SPLICE

Director: Vicenzo Natali
Intérpretes: Adrien Brody, Sarah Polley, David Hewlett
Web: http://www.splicethefilm.com/



En las oscuridades de su cine metálico es donde el director Vicenzo Natali se mueve con mayor soltura. La gelidez marciana que subyace en sus previas (y magníficas) “Cube” (1997) y “Cypher” (2002) le arraiga en esa tradición del fantástico que David Cronenberg se encargó de acarrear, bandera de ese cientifismo inconsciente, arranque de las múltiples implicaciones de “Rabia”, “Inseparables” o “ExistenZ”. Pilar del Río, la viuda de José Saramago, contaba en una entrevista reciente que el Nobel estaba obsesionado por la ciencia ficción, una afición que a ella le resultaba “muy rara”, como buena mujer de “fan” del “sci-fi”. Mientras “Splice” nos desasosiega, y a la vez que emergen las tangencias de las obras de Natali y Saramago, se tiene la sensación de que el portugués hubiese gozado con el celuloide del estadounidense. Dentro de esa subversión perversa del género, y que llamaremos ciencia ficción íntima (“La mosca”, “Crash”), la película narra la vida de una pareja de científicos (los soberbios, valientes, Polley y Brody) que acoge clandestinamente a la criatura del experimento que están llevando a cabo, un ser que combina células de diversos animales y que va evolucionando hasta la figura de una pseudoadolescente que, como las adolescentes, guerrea con su cuerpo y con emocionalidades desconocidas.

Con Freud de coguionista, Natali introduce sutilmente, desde la repugnancia a la sensualidad, a esta “femme feral” en el espacio vital de los protagonistas, un lugar congelado por la in-acción de los días automáticos, un territorio vacío de sentido, sostenido por la posibilidad de un éxito profesional que reanime su futuro. Lo que antes recreaba una convivencia rutinaria, ahora, espoleado por la aparición de la extraña, niña y lolita, habitual y asombrosa, se abre a esa violencia de la no somos capaces de expropiarnos, a ese rencor íntimo de dos personas que coleccionan reproches. Sabe Natali que esa amargura se incuba en la penumbra y, al igual que conducía a los prisioneros de “Cube” a la luz, arrastra a su pareja hacia dos de las emociones más potentes de nuestro espectro: la lujuria y el sentimiento materno.

“Splice”, una de las películas de la temporada, consigue (y he aquí su logro mayúsculo) una voz propia para hablarnos de intimidades comunes. Reivindica Vicenzo Natali, con economía de medios, con la contundencia que proporciona la madurez creativa, su consideración como autor. Habrá que aguantar las causas y azares del camino, pero uno se imagina a Cronenberg observándole de lejos, orgulloso de su criatura.

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