domingo, 27 de febrero de 2011

CHICO & RITA

Director: Tono Errando, Fernando Trueba & Javier Mariscal
Web: http://www.chicoyrita.es/



La estética de la Habana pre-revolucionaria, ésa que conoció las dictaduras de Machado y Batista y la intervención estadounidense, emparenta a aquella lejanísima capital cubana con su ética y sus aspiraciones. En sus calles, en sus teatros, en sus bares brillaba, esplendorosa, “neón-izada”, la sumisión (y se incubaba la reacción castrista) hacia todo lo que sonase a norteamericano. No sólo era el lugar (“noir”) perfecto para los negociantes (como mostraron Coppola en su “El Padrino II” o Pollack en su “Havana”), sino que supuso un cruce de caminos entre los grandes del jazz (Gillespie, Cab Calloway, Charlie Parker) y los grandes de la música cubana (Mario Bauzá, “Mongo” Santamaría, Pérez Prado); una infección musical (por lo que posee de inoculación) que acabó extendiéndose, en forma de “mambo” o “Cubop” a Nueva Orleans, Nueva York o Miami. En La Habana se combinaba el sabor caótico, sexual, arrabalero, de un país caribeño, y el ansia por tarifar esa locura sudorosa como espectáculo, ellos lo habían visto triunfar en Las Vegas o Broadway, de los estadounidenses. Una meta similar (inhalar esa cultura cubanonorteamericana de entonces, esta vez, a través de una microhistoria de dibujos animados) es la que tienen Fernando Trueba y Javier Mariscal en “Chico y Rita”.

Cuenta el filme los vaivenes en la relación amorosa de una cantante y un pianista desde sus inicios hasta la actualidad con una referencia en mente y trazo: el músico nonagenario Bebo Valdés, compositor de la banda sonora. Y esto determina el desarrollo y el peso de la película, un (sentidísimo) homenaje a una figura esencial de la música cubana: es él el que se mueve por las calles animadas de La Habana (en un hábil 2D que muta a 3D durante persecuciones y paseos) y es él hacia quien se tiran líneas de ficción para que éstas se coloquen, domadas y paralelas a su biografía (la colaboración de Chico con Estrella Morente en correspondencia a la colaboración de Bebo con Diego “El Cigala”). Pero, aceptado lo emocionante y lo merecido de su pleitesía a Valdés, “Chico y Rita” no guarda el aroma que le suponemos a aquella Cuba. Suele ocurrir al imponer un estética y un discurso excesivamente envarados a una música bastarda o un contexto histórico convulso; por muchos méritos técnicos que se encuentren en su animación, el resultado acaba remitiendo más a las postales mecánicas de un “biopic” al uso, que al “amour fou” (en una “cité fou”) de sus dos protagonistas. ¿Qué salva al filme de Trueba y Mariscal? Lo (menos) automático de su propuesta: los “standards” “Stardust”, “Besame mucho” o “Sabor a mí” suenan en la voz de Limara Meneses y el piano de Bebo Valdés con mayor resuello, con mayor verdad, que cualquier artilugio del metraje.

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