sábado, 5 de febrero de 2011

THE FIGHTER

Director: David O. Russell
Intérpretes: Mark Whalberg, Christian Bale, Amy Adams
Web: http://www.thefightermovie.com/



Aun con sus irregularidades, echábamos de menos al cineasta David O. Russell. Casi como una mímesis de sus inestabilidades (se rumorea que en el rodaje de «Tres reyes» George Clooney estuvo a punto de golpearle), su filmografía discurre entre altibajos; ahora, después de guardar silencio durante seis años, estrena «The fighter», un proyecto ultrapremiado. Tras el desastre comercial de «Extrañas coincidencias» (un metraje a revisar), pareciera como si el director hubiese sacrificado parte de sus propuestas fílmicas (deformación multipantalla de la imagen, tramas/temporalidades entrecruzadas) en pos del reconocimiento público. Ya de arranque, su (socorrida y luminosa) afición por la neocomedia indie, cercana a sus amigos Alexander Payne o Wes Anderson, se aparca al abordar una (deport)ografía hollywoodiense en la que irrumpen características ajenas a su subgénero habitual: la ausencia de humor (incluso «Tres reyes» debía más a las películas «Road to...» de Crosby & Hope que a «Black Hawk derribado») y la capacidad de superación como principal motor en la evolución de personajes.

El atrevimiento de su director evita que «The fighter» no despegue siendo otro biopic-franquicia de Hollywood. La desmesura del prólogo, en tempo y atmósfera cercanos al Scorsese de «Malas calles», retrata con talento a sus dos hermanos protagonistas (y a su asfixiante Massachussets): en el caso del primogénito, un Christian Bale pasado de vueltas, la implacable (tele)visión de un hundimiento, y, en el caso del segundo, la (in)candidez de un futuro posible dentro de un ring. En la zona más potente del relato, familia y tradición (de fracasos) se interponen en el camino de la promesa del boxeo, Micky Ward, y colisionan contra las carnes de una mujer perdedora/ida, la única que le empuja a seguir adelante. Es en su realismo social, que huele (hablamos de emigrantes irlandeses) a Frears o Loach, donde mejor se mueve el metraje: mientras muestra la inmersión de la clase baja en el discurso televisivo como generadora y consumidora del mismo; el choque cultural con un cine marciano (la referencia a «Belle époque», deliciosa), o, por encima, la verdadera representación de esa familia hiperpoblada que, con una impresionante Melissa Leo a la cabeza, fagocita a sus propios miembros.

Al bambolear sobre el riesgo decepciona que la narración de «The fighter» desemboque en el convencionalismo. Nadie niega a O. Russell la fidelidad a la historia de Micky Ward, pero quizá esta (i)realidad sea lo que peor le haya sentado a su ficción. El brío, los claroscuros y las paradojas emocionales/visuales se diluyen al final, en busca de un «happy ending» que deje contento a productores y a biografiados. Este sacrificio, que en manos de Bruce Beresford o Gabriele Muccino hubiese degenerado en grima, en David O. Russell termina en una cierta amargura. Cuando nos (medio) reíamos con su metodología Robert Altman, cuando le ofrecía un (buen) par de hostias a George Clooney, nos gustaba más.

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