lunes, 14 de febrero de 2011

EL PELACO DE LEONEL ÁLVAREZ

Leonel, seguro de su pelo

Estoy seguro de que a ustedes les ha pasado. Se encontraban ¿disfrutando? el España-Colombia en sus casas, en el bar o en un motel de carretera y, de golpe y porrazo, apareció Leonel Álvarez y su pelaco. Ya lo saben, soy un gran aficionado a los jugadores latinobizarros (Dertycia y su alopecia, Hicks y su “chapacú-ismo”, Mauro Zárate y sus saludos fascistas…) que han alunizado en Europa y la imagen del “asistentetecnicoalseleccionadorcolombiano” funcionó en mis entrañas emocionales con una potencia similar a admirar la papada de Uribarri. Esos rizacos, ese devenir capilar entre la turbulencia y el torbellino, me arrastró principios de los noventa, cuando el bueno de Leonel era futbolista del Valladolid y las armaba pardas en los campos de España con su compatriota Carlos Valderrama. Antes de que conociésemos a Aureliano Buendía, antes de que Shakira se liase con Piqué y se estampase en nuestras vidas #eldeloscuadros, esos dos humanos del equipo blanquivioleta nos descubrieron Colombia y sus “waka-locuras” en una visita a Oviedo. Allí estaban, con sus miradas turbias y su pelaco, ¡ese pelaco moreno!, ondeando en el Tartiere. Chiquillos nosotros, nos acercamos a ver si caía un autógrafo… y solo nos llevamos la mirada cabreada de otro ilustre colombiano, el dentista (y, entonces, míster del Valladolid) “Pacho” Maturana.

Este viaje a los noventa no terminó el miércoles. Los madridistas de mi generación, además de recordar a Leonel, volvimos a tener una sensación olvidada en el más remoto de los tiempos: ¡una jornada en la que el Barcelona no gana! ¡Qué emoción, compañeros! ¡Ay, amigos, y tenía que ser el Sporting, ese equipo tan querido en la capital asturiana! Por una vez y sin que sirva de precedente, nuestro profundo agradecimiento al equipo de Preciado; Mou le enviará un “bouquet” de flores al entrenador con un sencillo mensaje, tomado de esa gran composición de Daddy Yankee, “lo que pasó, pasó”. Lo que dijo el portugués sobre Preciado (“cuando juegan contra el Barça y ven que no pueden ganar, meten al segundo equipo”) era una broma de cámara oculta. Ríanse, mozos, y enterremos calificativos del estilo de “p… canalla” o “asqueroso”. Mou no se refería al Sporting, tontones, que hizo un partido muy serio y supo contener, Cuellar mediante (a pesar de su error en el gol), a esa armada de orcos.

No nos engañemos, como María Teresa Campos o Parada, los madridistas somos unos yonquis de la nostalgia. Escribía Neil Young en “The needle and the damage done”, “canto esta canción porque quiero al adicto”. Amigos, quiérannos. De tarde en tarde y más en estas tardes de los tres últimos años, los aficionados al Real Madrid tenemos que mirar al pasado para intentar construir un algo (¿una liga? ¿una copa? ¿un buen pelaco?) que lo siga alimentando, que nos vuelva a dar motivos para añorarlo.

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