Director: Carlos Cuarón
Intérpretes: Gael García Bernal, Diego Luna, Guillermo Francella
Web: http://www.rudoycursilapelicula.com/
¿Qué crisol psicótico pudo desparramar a Hugo Sánchez, José Luis Borbolla o Giovani Dos Santos? Sólo una solución: el alocado “túrmix” del fútbol mexicano. Viertan en una cacerola dos cucharadas de “soccer” latino, un tercio de béisbol revuelto y un ramito de lucha libre y compruébenlo. Aprovechándose de este cocktail explosivo, "Rudo y cursi" agita las entretelas del balompié fronterizo con la historia de dos hermanos obsesionados por el balón. Ya en el calentamiento, entiende Carlos Cuarón que el fútbol y la vida son lo mismo y por eso superpone al metraje la voz, filosófica y absurda, del cazatalentos argentino que descubre a los protagonistas. Ese representante sinvergüenza (un arquetipo universal intercambiable con el Danny Rose de Woody Allen o el Ari Gold de "El séquito") se encarga de insuflar (cierta) trascendencia a una película divertida (y punto).
Eliminados los argumentos dramáticos y el calado de "Y tú mamá también" (a favor de "Rudo y cursi"; tampoco los busca), la cinta nos engancha por las solapas a ritmo de “Los tigres del norte”. Esa despreocupación al retratar a “México lindo”, muy alejada de las sombras y roña de "Los olvidados", proporciona una oportunidad inmejorable: recorrer casi bailando los suburbios mejicanos de la mano de dos idiotas (estupenda elección de dos actores no tan jóvenes; estupendos Luna y Bernal) en busca de metas adolescentes.
Aparte de algunos "gags" muy dignos, el filme de Cuarón se sostiene sobre esa fascinación de turista que provocan las culturas “freak” (uno, viajero inconstante, enmudece al describir el DF que recoge la cámara del realizador). De un pulso ajustadísimo (únicamente flaquea el personaje de Luna) emerge el México bizarro y las luchas de gallos y los cantantes de rancheras frustrados y las lumis de concurso y los terratenientes pendejos. Enmarañado todo en un castellano incomprensible a los oídos de cualquier castellanoparlante (esto no es una paradoja), “Rudo y cursi” ofrece la oportunidad perfecta: escaparse un rato al país latinoamericano sin la obligación de emborracharse con tequila, sin la necesidad de entonar “Rancho alegre” antes de que rompa la madrugada.
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