jueves, 5 de julio de 2007

28 SEMANAS DESPUÉS

28 SEMANAS DESPUÉS
Director: Juan Carlos Fresnadillo
Intérpretes: Robert Carlyle, Rose Bryne, Jeremy Renner
Web: http://www.fox.es/28semanasdespuessite/

Al igual que su predecesora, en el inicio del filme de Fresnadillo reina la calma. Estamos todavía en la época de nacimiento del virus y los refugiados se esconden en sus casas, atemorizados por esos otros que serán ellos mismos. El silencio trae el inevitable asedio de los infectados y la huida. Al final de la escapada, sólo permanecen los remordimientos y los gritos, ahogados por los surcos que hace una barca en el agua. De esta pequeña (y delicadamente violenta) introducción se sirve el director español para distanciar su mirada, bastante más clásica, de la de su padrino Boyle, últimamente fascinado por el cine digital.
A partir de ahí, una vez superado el “flashback”, la cinta resulta un cúmulo de irregularidades de guión. Utilizar como desencadenante de toda la acción la excusa de unos niños escapándose de una de las zonas más vigiladas del neo-planeta, convence a muy pocos. Aún así, si asumimos esto (hemos tragado cosas peores), la única pega que se le puede poner a “28 semanas después” es la enorme repetición de esquemas, su falta de creatividad. Quítale lo imprevisible a una propuesta de terror y ya podemos cerrar el chiringuito. Por eso, la (eterna) sucesión de pelea contra zombis, ¡han muerto todos!, quieto: ¡siguen vivos! y, de nuevo, pelea contra zombis, llega a cansar. Nada mejor que el personaje de Robert Carlyle para ejemplificar esta fórmula aritmético-trilera: siempre consigue sobrevivir (¡y siendo un humanoide irracional!). Un chute de verosimilitud y coherencia, por favor.
Pero bueno; aunque se alargue, aunque se repita, aunque no esté al nivel de “28 días después” y, sobre todo, aunque tenga un final risible (¿existe la palabra “re-re-rebrote”?), la primera incursión del hábil Fresnadillo en el cine planetario-comercial nos permite a todos los freaks del género pasar un rato terroríficamente agradable. Siempre al lado, por supuesto, de una carretada de palomitas.

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