lunes, 3 de diciembre de 2007

UN BLANCO RADIANTE

RAÚL. FUNDIDO A BLANCO.

Nadie confiaba en el porvenir del cine. Ni siquiera sus padres. Edison y los Lumiere se preguntaban cómo iba a sobrevivir un divertimento que se limitaba a mostrar lo que cualquiera podría ver con sólo salir a la calle. Porque eso eran las películas de principios del siglo XX: un tren llegando a la estación o un grupo de trabajadores saliendo de la fábrica. Hasta que por allí apareció Edwin S. Porter. Este ayudante de Edison descubrió que cortando trozos de diferentes rollos de película y empalmándolos en diverso orden se podían contar historias. Relatos que te llevaban de una estancia durante una tarde a una calle que descubre el anochecer; de un ojo aterrorizado al cuchillo que lo acecha; del hombre prehistórico a lo más profundo del espacio. Así, casi sin darse cuenta, Porter había inventado el montaje cinematográfico, es decir, había creado el futuro.

Siguiendo los pasos de Edwin S. Porter, Raúl es el “Big Bang” futbolístico del Real Madrid. Si “El bueno, el feo y el malo” no se entiende sin esa alternancia de planos entre los rostros de Lee Van Cleef, Elli Wallach y Clint Eastwood, tampoco el club blanco tiene sentido sin los momentos buenos, feos y malos del jugador madrileño. ¿Ustedes se acuerdan si existíamos? ¿Quién jugaba en el club merengue antes de Raúl? La diferencia entre un plano fijo inalterable y una maravillosa sucesión de insertos que provocan risa, llanto o temor, se vuelve fútbol cuando comparamos el equipo merengue donde debutó Raúl (recordemos Zaragoza-Real Madrid, temporada 94-95) y el del sábado que arrasó al Racing.

Dice Walter Murch, montador de “Apocalypse Now”, que el parpadeo del espectador es la medida perfecta para cambiar de plano. El juego de Raúl, arte como el montaje, cumple esta premisa. El capitán únicamente deja parpadear al aficionado en el comienzo y en el final de sus jugadas. El asombro, la vivacidad futbolística que regala RGB a un equipo en racha no permite cerrar los ojos ni un segundo. Por eso, mientras cantamos gol a pase de Van Nistelrooy, bajamos los párpados para descansar de una belleza imposible de soportar. Creo que pocas cosas me han hecho tan feliz como el fútbol de Raúl y el montaje cinematográfico. Juntarlas en esta empalagosa declaración de amor y ver qué fácilmente se engarza el celuloide con la bota izquierda del “7”, demuestra que este artículo sólo puede terminar de una forma. Con un precioso fundido a blanco.

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