lunes, 10 de septiembre de 2007

UN BLANCO RADIANTE

FABIO MCCLANE

A mí, como al humano tricéfalo Antonio Rico, también me molestan, me cabrean y me ponen de mal humor los parones ligueros. Sigo sin entender por qué un partido de la selección, ese equipo que entrena “el hombre antes conocido como Luis Aragonés”, frena mi entusiasmo madridista. Ver un Islandia-España da la medida del absurdo de sacrificar toda una jornada, ¡cómo duele!, por 90 minutos de empate contra una potencia futbolística inigualable. Eso sí, un fin de semana sin fútbol da para muchas cosas. Especialmente, para hablar de los días de gloria, que cantaría Springsteen, con madridistas insignes como Javier Marqués o el gran Javier Blanco. Y, como este viernes se ha estrenado la cuarta parte de “La jungla de cristal” de la mano de un Bruce Willis/ John McClane imparable, todas nuestras discusiones giraron en torno a otro héroe: Capello.
Él, como el policía de Nueva York, apareció con su chulería, sus maneras de sargento y su obsesión por los resultados en, probablemente, la época más convulsa del club blanco. Al igual que el rascacielos de la primera parte o el aeropuerto de la segunda, el Real Madrid era un lugar sitiado. Hagamos cuentas: elecciones secuestradas, directiva amenazante, jugadores a la caza... Capello McClane lidió durante todo el año con una situación de máximo riesgo en una liga complicadísima (un Barcelona hinchado, un Sevilla apabullante, un Valencia solidísimo). Poco después de llegar, ya casi estaba en la calle. Y él, con una filosofía férrea, ésa que aplico la otra ocasión en la que nos resucitó del fango, consiguió crear un equipo de jugadores “no deseados” y limpiar el vestuario de malvados sicarios. No sé si nos damos cuenta ahora, pero la plantilla de Schuster, aún con su diferencia ideológica, nace directamente del Real Madrid capellista. El fin de semana pasado, en la enorme exhibición futbolística en el campo del Villarreal que tambaleó a todos los barcelonistas de los alrededores, salieron de inicio ocho jugadores habituales del esquema de Fabio. Repito, la diferencia esencial en el juego, parece que tiene mucho que ver con el entrenador. Pero de ahí a olvidarnos de la figura del italiano hay una gran distancia.
Si el personaje de Bruce Willis aparece siempre cuando le necesitamos para desmadejar, a base de ironía y puñetazos, cualquier situación comprometida, Fabio Capello, en sus dos películas como entrenador del Madrid, ha hecho lo mismo. Y nosotros, los blancos radiantes, sólo podemos darle las gracias por habernos salvado de nuevo.

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